Hace poco, la NASA anunció uno de los mayores descubrimientos astronómicos de los últimos años: la estrella más antigua jamás detectada por un telescopio. Se trata de Earendel (“estrella de la mañana”, en inglés antiguo).
El telescopio Hubble, que desde su puesta en funcionamiento hace tres décadas ha permitido a la humanidad conocer más a profundidad el universo, ahora muestra una estrella que nació en los primeros mil millones de años tras el Big Bang, un momento poco conocido de la historia de la cosmología.
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Su luz ha tardado en llegar hasta nosotros unos 12.900 millones. Earendel ya no existe, solo vemos su luz, que fue captada por el Hubble y que se espera sea analizada por el nuevo telescopio James Web, más potente y ya en posición.
“La importancia de este descubrimiento es que da información sobre una época poco conocida y va en la misma línea de los objetivos del James web James web, que va a tratar de mirar esos primeros momentos del universo, pero lo va a hacer con mucho mejor claridad y facilidad que el Hubble”, nos dice el astrofísico peruano Jorge Arturo Heraud, director del Instituto de Radioastronomía (INRAS) de la PUCP.
El potencial del James Webb
Instrumentos como el Hubble y las sondas espaciales han aportado información clave sobre cómo evolucionó el universo. Sin embargo, hoy conocemos poco de los primeros miles de millones del cosmos. Es por ello que estos avances son importantes, porque nos brindan información que pueden confirmar teorías o cambiarlas por completo.
“No sabemos mucho sobre cuándo se comienzan a formar las primeras estrellas y las primeras galaxias, y una de las misiones que tiene el James Webb es esa: tratar de tomar fotografías antiguas de las primeras estrellas y las primeras galaxias que se comienzan a formar, posiblemente, unos 300 millones de años después del Big Bang, ahí es cuando ya existen átomos y moléculas, y eso comienza a formar polvo, gas, que comienza a concentrarse por razones de gravitatorias, se concentran y forman estrellas”, detalla el investigador.
El científico dice que, a diferencia de lo logrado por el Hubble, se espera que con el James Webb “se tomen fotografías anteriores a los 500 millones de años después del Big Bang, tal vez 300, quién sabe 200 millones de años después del Big Bang, si es que ya existían en esta época estrellas. No conocemos mucho sobre los primeros momentos después de la creación del universo”.
Mirar al pasado
Observar una estrella tan antigua es un auténtico viaje. Esa vista posiblemente nos muestra incluso estrellas y galaxias que ya no existe, pero cuyo material fundamental ha permitido la formación de otros cuerpos celestes.
“Cuando nosotros miramos a las estrellas y los planetas, siempre estamos mirando al pasado. Por ejemplo, si usted ve la Luna, la está observando más o menos con un segundo de atraso; cuando usted ve la luz solar, si vemos un atardecer, estamos viendo el Sol en el pasado, unos ocho minutos”, explica el astrofísico Jorge Arturo Heraud.
“La luz de estrella Earendel salió de ella hace 12.900 millones de años, y las estrellas primigenias eran muy grandes y no podían vivir más que unos pocos millones de años. Entonces explotaban, se desperdigaba su material y otras estrellas usaron el mismo material. Hace miles de millones de años que ha muerto. Estamos mirando al pasado. Siempre mirar al universo es una visión al pasado. Si nosotros vemos una noche llena de estrellas, lo que estamos viendo son estrellas de diferentes épocas, cada una tan antigua como la distancia que tiene de nosotros. Y muchas de ellas ya no existen. El universo es una máquina del tiempo”, finaliza.