Los adultos jóvenes deben intensificar sus rutinas de ejercicio para reducir las probabilidades de desarrollar presión arterial alta, que puede provocar un ataque al corazón y un derrame cerebral, así como demencia en la edad adulta, según una nueva investigación publicada en el ‘American Journal of Preventive Medicine’.
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Las directrices actuales indican que los adultos deben hacer un mínimo de dos horas y media de ejercicio de intensidad moderada a la semana, pero un nuevo estudio dirigido por los Hospitales Infantiles Benioff de la UCSF, un sistema hospitalario de San Francisco (Estados Unidos), revela que aumentar el ejercicio hasta cinco horas a la semana puede proteger contra la hipertensión en la mediana edad, sobre todo si se mantiene en los treinta, cuarenta y cincuenta años.
Los investigadores hicieron un seguimiento de aproximadamente 5.000 adultos de entre 18 y 30 años durante 30 años. Se preguntó a los participantes por sus hábitos de ejercicio, su historial médico, su condición de fumadores y su consumo de alcohol. Se controlaron la presión arterial y el peso, así como el colesterol y los triglicéridos. Se anotó la hipertensión si la presión arterial era de 130 por encima de 80 mmHg, el umbral establecido en 2017 por el Colegio Americano de Cardiología/Asociación Americana del Corazón.
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Los 5.115 participantes habían sido inscritos por el estudio Coronary Artery Risk Development in Young Adults (CARDIA) y procedían de centros urbanos de Birmingham (Alabama), Chicago, Minneapolis y Oakland (California). Aproximadamente la mitad de los participantes eran afroamericanos (51.6%) y el resto blancos. Algo menos de la mitad (45.5%) eran hombres.
Entre los cuatro grupos, que se clasificaron por raza y sexo, los hombres afroamericanos resultaron ser los más activos en los primeros años de la edad adulta, haciendo un poco más de ejercicio que los hombres blancos y significativamente más que las mujeres negras y las mujeres blancas. Pero cuando los hombres afroamericanos llegaron a los 60 años, el ejercicio se había reducido de un máximo de aproximadamente 560 unidades de ejercicio a unas 300 unidades, el equivalente al mínimo de dos horas y media a la semana de ejercicio de intensidad moderada recomendado por el Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos.
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Se trata de un ejercicio considerablemente menor que el de los hombres blancos (aproximadamente 430 unidades) y ligeramente mayor que el de las mujeres blancas (aproximadamente 320 unidades). De los cuatro grupos, las mujeres afroamericanas fueron las que menos ejercicio hicieron durante el periodo de estudio y vieron cómo se reducía su número con el paso del tiempo hasta llegar a unas 200 unidades.
“Aunque los jóvenes negros pueden tener un alto compromiso con el deporte, los factores socioeconómicos, el entorno del barrio y las responsabilidades laborales o familiares pueden impedir que se continúe con la actividad física hasta la edad adulta”, señala el primer autor Jason Nagata, de la División de Medicina de Adolescentes y Adultos Jóvenes de la UCSF. Además, los hombres afroamericanos registraron las tasas más altas de tabaquismo, lo que puede impedir la actividad física con el tiempo, señala.
La actividad física de los hombres blancos disminuyó entre los 20 y los 30 años y se estabilizó en torno a los 40 años. En el caso de las mujeres blancas, la actividad física rondó las 380 unidades de ejercicio, descendiendo a los treinta años y manteniéndose constante hasta los 60 años.
Las tasas de hipertensión reflejaron este descenso de la actividad física. Aproximadamente entre el 80% y el 90% de los hombres y mujeres afroamericanos tenían hipertensión a los 60 años, en comparación con algo menos del 70% de los hombres y el 50% de las mujeres blancas.
“Los resultados de los ensayos controlados aleatorios y los estudios de observación han demostrado que el ejercicio reduce la presión arterial, lo que sugiere que puede ser importante centrarse en el ejercicio como una forma de reducir la presión arterial en todos los adultos a medida que se acercan a la mediana edad -apunta el autor principal Kirsten Bibbins-Domingo, del Departamento de Epidemiología y Bioestadística de la UCSF-. Los adolescentes y los que tienen poco más de veinte años pueden ser físicamente activos, pero estos patrones cambian con la edad. Nuestro estudio sugiere que mantener la actividad física durante la edad adulta joven (en niveles más altos que los recomendados anteriormente) puede ser particularmente importante”.
Cuando los investigadores analizaron el 17.9% de los participantes que hacían ejercicio moderado durante al menos cinco horas a la semana durante los primeros años de la edad adulta, el doble del mínimo recomendado, descubrieron que la probabilidad de desarrollar hipertensión era un 18% menor que la de los que hacían ejercicio menos de cinco horas a la semana. La probabilidad era incluso menor para el 11,7% de los participantes que mantuvieron sus hábitos de ejercicio hasta los 60 años.
Se debería preguntar a los pacientes sobre la actividad física del mismo modo que se les hace un chequeo rutinario de la presión arterial, los perfiles de glucosa y lípidos, la obesidad y el tabaquismo, apunta Nagata, y se deberían llevar a cabo programas de intervención en escuelas, colegios, iglesias, lugares de trabajo y organizaciones comunitarias. Las mujeres afroamericanas tienen altas tasas de obesidad y tabaquismo, y bajas tasas de actividad física, dijo, y deberían ser un grupo importante para la intervención dirigida.
“Casi la mitad de nuestras participantes en la edad adulta joven tenían niveles subóptimos de actividad física, lo que se asoció significativamente con la aparición de la hipertensión, lo que indica que debemos elevar el nivel mínimo de actividad física -resalta Nagata-. Esto podría ser especialmente el caso después de la escuela secundaria, cuando las oportunidades para la actividad física disminuyen a medida que los adultos jóvenes hacen la transición a la universidad, la fuerza de trabajo y la paternidad, y el tiempo de ocio se erosiona”.
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