Tomás Unger Golsztyn

A muchos sorprenderá que este año estemos celebrando recién el segundo centenario del descubrimiento de la . Hasta donde sabemos todos, los demás continentes han estado habitados no menos de 35.000 años. Aunque las poblaciones al inicio desconocían la existencia de otros grandes territorios, el ser humano había dejado huella en cada uno de ellos, excepto en el más frío, seco, ventoso y desierto del mundo.

Al navegante español Gabriel de Castilla se le atribuye el primer avistamiento en 1603. Este había zarpado de Valparaíso para rechazar las incursiones de corsarios a pedido del virrey del Perú, y describió tierras debajo de los 60° de latitud. La base antártica española, fundada en 1989 en la isla Decepción, ubicada en el archipiélago Shetland del Sur, lleva el nombre de este explorador.

El viaje de Bellingshausen

En el año 1803, la marina imperial rusa emprendió su primer viaje alrededor del globo en la fragata Nadezhda (esperanza), a cargo del capitán Fabian von Bellingshausen. La circunnavegación duró más de tres años y fue un éxito.

Bellingshausen siguió navegando fragatas en el Mar Negro. En 1819, el zar Alejandro I autorizó una expedición al sur, donde tanto Bellingshausen como su amigo, el capitán australiano Richard Siddins, dijeron haber avistado un continente. El objeto de la expedición rusa era encontrar tierra lo más cerca posible al Polo Sur. La expedición tenía dos barcos, la balandra Vostok (este), de 985 toneladas, y la corbeta Mirny (paz), de 530 toneladas.

Bellingshausen partió de Europa en junio de 1819 y cruzó el Círculo Polar en setiembre. El 27 de enero de 1820 avistó la costa de la cerca del meridiano 69, la península próxima a América del Sur. Así refutó las afirmaciones del famoso capitán Cook, quien aseguraba que “no se puede encontrar tierra entre los campos de hielo del sur”. Al difundirse su descubrimiento –y existir amplia documentación–, el capitán Bellingshausen, para entonces un almirante, fue considerado el descubridor del nuevo continente tan buscado: la ‘Terra Australis’.

La Antártida hoy

La historia de la se inicia hace 200 millones de años, cuando estaba al centro de Gondwana, con un clima similar al de Nueva Zelanda hoy. Gondwana comenzó a romperse hace 170 millones de años, al separarse África, luego India, y por último Australia, hace 90 millones de años. Entre el Paleoceno y el Eoceno, hace unos 34 millones de años, se comenzó a formar el océano al sur y se abrió el paso entre Sudamérica, Antártida y Australia.

Los océanos se unieron y nació la corriente Circumpolar Antártica, la más fuerte del planeta, y la Antártida quedó aislada. La temperatura atmosférica y el CO2 comenzaron a bajar, los océanos se enfriaron y empezaron las primeras heladas. De ahí en adelante, este continente fue una acumulación ininterrumpida de nieve y hielo.

En la historia de los continentes, 200 años parecen ayer; sin embargo, el mundo ha cambiado más en esos dos siglos que en las decenas de siglos anteriores. La , con 14 millones de metros cuadrados, es 40% más grande que Europa. A diferencia del resto del mundo, es un continente sin países y una mínima población temporal que fluctúa entre 5.000 habitantes en verano y 1.000 en invierno –todos en estaciones científicas separadas por miles de kilómetros y accesibles solo en barco o avión–.

El tratado internacional

Es importante mencionar que fue en la donde se logró, en plena Guerra Fría, el primer acuerdo en el cual la Unión Soviética y EE.UU. se comprometían a una prohibición total de armas. En 1959, después de varios incidentes entre las grandes potencias e intensas negociaciones, los 12 países que estaban llevando a cabo investigaciones (Argentina, Australia, Bélgica, Chile, EE.UU., Francia, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, Reino Unido, Sudáfrica y la Unión Soviética) firmaron el Tratado Antártico, que garantiza la libertad de investigación científica y la desmilitarización del continente.

Con los años, otros países se adhirieron. Hoy son más de 50. Entre ellos está el Perú, que ha construido la base Machu Picchu con una importante estación de radar para estudiar la alta atmósfera.

La creciente importancia

A pesar de no tener ni un país, la ha adquirido una creciente importancia. Es la mayor reserva de agua dulce del mundo, que en caso de derretirse subiría el nivel de los mares en 60 metros. Los registros de hielo acumulado, sacados a cientos de metros de profundidad, son invalorables archivos de los cambios climáticos de los últimos 800.000 años. Hoy, los paleoclimatólogos obtienen una gran variedad de datos, incluyendo fluctuaciones de temperatura y el contenido de gases.

Otro factor es la interacción de la Antártida con la temperatura del mar. Grandes bloques de glaciares se han desprendido a causa del calentamiento del mar bajo su zócalo.

Hay otras consecuencias en los cambios de temperatura del mar que afectan a toda la fauna de la costa antártica. La cadena alimenticia se ve interrumpida o desplazada según la temperatura del agua. Los peces y el kril, hasta las focas, orcas y ballenas forman una cadena de dependencia mutua. Al alterar esta cadena se producen desplazamientos que en algunos casos son fatales para una especie.

La colonia de pingüinos reales de la Isla de los Cerdos, entre la Antártida y Madagascar, se ha disminuido de 500.000 a 60.000 parejas (88%). Esto es consecuencia de los cambios en la corriente antártica que ha alejado su comida de la isla.

Por el momento, aunque el hielo de la se está derritiendo, no es una amenaza inmediata. La subida del nivel del mar no llega a un centímetro desde 1992, pero el calentamiento del mar se va acelerando. De mantenerse el ritmo actual, a fin del siglo puede que el alza se mida en metros y no en centímetros. La Antártida, a pesar de ser un continente desierto y helado, jugará un papel decisivo.

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