La semana pasada hablamos de los antibióticos, una clase de medicinas que se usan para combatir una amplia gama de bacterias que causan infecciones y enfermedades. Ahí mencionamos cómo las sustancias activas de los antibióticos son dañinas para muchos microbios, incluyendo las bacterias beneficiosas que no causan infecciones y que viven en nuestro cuerpo.
El cuerpo humano no solo es un organismo vivo que mantiene funcionando un complejo sistema de procesamiento de materiales y energía: también es el hábitat para otras formas de vida, un complejo ecosistema de microorganismos adaptados para vivir afuera y dentro de nuestro cuerpo, en la mayoría de los casos en una simbiosis o relación mutuamente beneficiosa.
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Origen y evolución
Ya antes hemos hablado de la comunidad de microorganismos que vive en el interior de nuestro sistema digestivo, en su mayoría bacterias, y cómo forman parte de lo que se conoce como el microbioma humano (del griego ‘mikros’, ‘pequeño’, y ‘bios’, ‘vida’). Un microbioma está definido como el conjunto de microorganismos –una comunidad de vida dinámica, cambiante y activa– que incluye a los organismos y su entorno.
A escala microscópica, el cuerpo humano se puede ver como un gran ecosistema con diversos hábitats, no solo en el interior de nuestros intestinos. Los microorganismos que lo habitan incluyen bacterias, protozoarios, hongos, algas, e incluso ácaros. Algunos habitan en la piel, otros en los cabellos o raíces, todo como parte normal de nuestra existencia.
En términos de cantidad, la mayor concentración está en el microbioma intestinal, donde la comunidad microbial se calcula en billones. Ya hemos visto cómo ayudan a descomponer en partículas los alimentos que ingerimos, facilitando la digestión y absorción. El microbioma digestivo o flora intestinal no es el único ambiente habitado de nuestros cuerpos: bacterias y hongos microscópicos habitan diversas áreas de superficie, por ejemplo, axilas, donde prosperan con el calor y la humedad del sudor.
Los buenos hábitos de higiene ayudan a prevenir una presencia excesiva de microorganismos y sus consecuencias problemáticas. También existen animales microscópicos que nos acompañan desde la infancia hasta morir, pero son imperceptibles y pueden ser beneficiosos. Dos ácaros microscópicos, ‘Demódex folliculorum’ y ‘Demódex brevis’, coexisten pacíficamente en nuestra piel y en las pestañas. Lavarse con frecuencia no los elimina, porque están adaptados y habitan bajo la piel o firmemente anclados. Miden una fracción de milímetro y digieren materia sebosa y mucosa, limpiando pliegues, poros y pestañas.
Recientemente se ha descubierto que la coexistencia es tan larga, que al menos una especie de ‘Demódex’ ha evolucionado genéticamente al punto que ya no puede existir fuera del microbioma humano. La simbiosis entre humanos y microorganismos probablemente data de los orígenes más remotos del ‘Homo sapiens’. Toda especie tiene algún microbioma, y las funciones de algunos microorganismos indican que la coexistencia ha evolucionado por mucho tiempo.
“Mantener un cuerpo sano incluye tener un microbioma saludable”.
El microbioma humano es muy variado, con microbios específicos evolucionados en ciertas zonas y grupos étnicos, su análisis puede incluso mostrar la procedencia de una persona. Nuestros cuerpos empiezan a adquirir huéspedes desde que nacemos, al entrar en contacto con las comunidades microscópicas de la vagina y la piel; en caso de cesárea, solo la piel. Luego están los microbios del ambiente y los de la leche materna. Esta última da bacilos y bacterias especializadas para la digestión, lactobacilos y bifidobacterias. No se sabe exactamente cómo nuestros microbiomas interactúan y ayudan al sistema inmunológico, pero se ha descubierto que niños de sociedades urbanas no expuestos a una diversidad de fuentes naturales de microbios tienden a sufrir más alergias que niños de zonas rurales; se postula que es la falta de exposición a diferentes bacterias, que “entrenan” al sistema inmunológico.
Crecimiento y contracción
La diversidad del microbioma es afectada por cambios en nuestra dieta, contacto ambiental como mascotas, tierra de parques y jardines, y cambios de hábitos. También lo impactan cambios metabólicos, como producción de hormonas o enfermedades, y el uso de antibióticos.
Recientemente se han completado varios estudios genéticos de microbiomas intestinales a lo largo de edades y crecimiento, comprobando que las etapas y factores principales de su diversificación en sociedades industrializadas resultan en un microbioma de limitada diversidad. El microbioma intestinal de sociedades no industrializadas es bastante más diverso, y la información a la fecha sugiere que se debe a la presencia inicial de comunidades bacterianas transmitidas por la madre y la alimentación temprana, con mayor variedad de productos naturales.
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Balance saludable
Un concepto importante para entender los microbiomas es el de comunidades o colonias de bacterias: gran cantidad de estas existen, no como individuos aislados, sino como grupos numerosos que actúan en conjunto, de una manera codependiente entre sí.
El estudio de la interacción de gran parte de nuestros microbiomas está todavía en pañales, pero un principio importante está claro: cuando se interrumpen las relaciones simbióticas entre bacterias del microbioma digestivo, se pueden desencadenar problemas intestinales.
Se ha visto que el tratamiento prolongado con un antibiótico para reducir el acné puede resultar en intolerancias alimentarias, reacciones a ciertos alimentos que resultan en dolor, presión interior y náuseas. Esto sucede porque al entrar repetidamente al sistema digestivo, el antibiótico puede eliminar un tipo de bacterias que moderan la cantidad y función de otro tipo de bacterias que sí sobreviven al antibiótico; estas últimas, al no tener la contraparte moderadora, se multiplican y producen gases o acidez excesiva.
Esto también puede suceder con tratamientos cortos, y es la razón por la que los problemas gástricos son una secuela del uso de antibióticos, y una de las recomendaciones más frecuentes es tomar prebióticos –bacterias que ayudan a la digestión. Mantener un cuerpo sano incluye tener un microbioma saludable. La diversificación de experiencias y alimentos desde temprana edad, la higiene adecuada y el uso responsable de antibióticos son prácticas importantes para gozar una vida saludable y mutuamente beneficiosa con el universo microscópico con el que coexistimos.
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