Al usar gas o petróleo como combustible, no solo contaminamos y contribuimos al calentamiento global. Estamos desperdiciando materia prima irreemplazable para el material más versátil jamás inventado: el plástico.
Hay de varios tipos, por lo que resulta más preciso hablar de los plásticos en plural. No todos derivan del procesamiento de hidrocarburos, pero sí tienen algunas características comunes.
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Todos los plásticos son sintéticos: no ocurren en la naturaleza y son resultado de un proceso de fabricación. Son sintetizados a partir de otros materiales, mediante procesos químicos que descomponen sustancias orgánicas y recombinan moléculas de un mismo tipo para formar cadenas que se repiten y entrelazan. Las cadenas se conocen como polímeros, y la composición química de las moléculas que forman el polímero es lo que determina las características de cada plástico.
Las materias primas
La otra característica común y que los define es que se les puede dar la forma que se desee. La palabra ‘plástico’ deriva del griego antiguo ‘plastikos’, que significa moldeable o que se le puede dar forma.
Hay sustancias plásticas en la naturaleza, materiales flexibles formados por cadenas moleculares que un organismo moldea, como la celulosa de los árboles, la savia de las plantas o los ligamentos y cartílagos de animales. Sin embargo, no podemos utilizarlos tal como están para darles nuevas formas, y solo algunos pueden ser usados como materia prima para sintetizar plásticos utilizables.
El primer uso y sintetización de plásticos se dio en regiones tropicales de América. El más antiguo históricamente verificable fue en la cultura maya, antes de la conquista española. Los mayas usaron la resina o látex del árbol de caucho para hacer objetos, desde estatuillas hasta zapatos y cordel elástico para construir armas de madera y piedra, y las pelotas con que jugaban un deporte ceremonial.
“El caucho no se usó de manera sistemática en Occidente hasta que Charles Goodyear descubrió en 1839 el proceso de vulcanización”.
El caucho no se usó de manera sistemática en Occidente hasta que Charles Goodyear (el de la marca de neumáticos) descubrió en 1839 el proceso de vulcanización: una cocción de látex con una proporción de azufre que vuelve al plástico resultante mucho más rígido y duradero. El azufre altera las uniones de los polímeros, haciendo su entrelazado más compacto y menos flexible, pero a diferencia del látex puro, la forma que se le da, al enfriar, es irreversible.
El caucho se empezó a utilizar como revestimiento de las ruedas de carruajes, hasta entonces de madera o metal y de una rigidez muy incómoda, que además dañaba la estructura de los vehículos con cada bache. Las llantas, primero sólidas y eventualmente con una cámara interna que las hacía inflables y de mejor amortiguación para los vehículos, se utilizaron masivamente en los carros (que reemplazaron a los carruajes), camiones y hasta bicicletas.
Para asegurar el abastecimiento de la materia prima, los cultivos de árboles de caucho se extendieron por las zonas tropicales del mundo, incluyendo África, Sudamérica y el sureste de Asia. La Primera Guerra Mundial puso en riesgo el suministro de caucho, acelerando la búsqueda de alternativas que llevaron a la sintetización de jebe a base de petróleo.
Antes, se inventaron otros plásticos rígidos: la bakelita, producida a base de fenol y formol en 1907 por el belga Leo Baekeland. Si bien era muy rígida, costosa y peligrosa para producir, fue un invento revolucionario que empezó a poner al alcance del público productos de plástico.
Gran variedad
Los plásticos se clasifican según la estructura química de las cadenas de moléculas que los forman. Pueden ser cadenas de uretano, ésteres, vinilo y otras sustancias base, lo que da lugar a sus nombres. Tenemos así poliésteres (PE o PET), polivinilo (PVC), poliuretano, etc.
Cada tipo tiene características particulares, pero hay dos grupos generales definidos por su maleabilidad: los termoplásticos y los termoestables. Ambos tienen cadenas de polímeros como base, pero la diferencia es que los termoplásticos no cambian su composición química al calentarse, por lo que puede darles forma varias veces derritiéndolos.
Los termoplásticos son relativamente blandos o flexibles a temperatura ambiente, se derriten con el calor y endurecen con el frío. Son los más fáciles de reciclar, aunque eventualmente sus cualidades se degradan o cambian si se moldean muchas veces.
Los termoestables pueden ser moldeados una sola vez como, por ejemplo, la vulcanización del caucho. Los termoestables (termoduros) mantienen su forma. Algunos pueden ser reciclados, pero bajo procesos que cambian su composición o no necesariamente para el mismo uso.
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Múltiples usos
El salto a la era de los plásticos se inició con la producción industrial masiva de compuestos obtenidos del procesamiento de celulosa vegetal, caucho y derivados del petróleo, acelerada a partir de la Segunda Guerra Mundial.
Esto abrió las puertas a nuevos plásticos a bajo costo y para una infinidad de usos. Lamentablemente, esto llevó a una ubicuidad de usos descartables y desechos, en muchos casos contaminantes y problemáticos por no ser reciclables o biodegradables. Se estima que, globalmente, se producen 50 kilos de plástico por persona al año y, según la ONU (2021), menos del 10% del plástico producido hasta el momento ha sido reciclado.
Hoy tenemos conciencia del problema que está causando el uso de plásticos, y ha surgido una amplia variedad de soluciones. En próximas páginas trataremos la variedad de plásticos y sus implicancias ambientales, incluyendo innovaciones que están permitiendo limpiar océanos y lugares plagados de desechos plásticos.
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