Elmer Huerta

La gran pandemia del que atravesamos está entrando a su tercer año, con un pronóstico aún incierto sobre su futuro. Hoy veremos qué se puede esperar en este nuevo año.

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—Tres años en 1918—

La gran se inició en la primavera boreal, durante la Primera Guerra Mundial. Aunque no se sabe con exactitud, los primeros casos de gripe se detectaron en marzo entre el personal militar en Camp Funston en Fort Riley (Kansas). Ayudado por la movilización de soldados, el virus llegó a Rusia, África, Asia y Nueva Zelanda en el verano. Se inició una relativamente leve.

La segunda ola de esa –más letal que la primera– comenzó en agosto de 1918 y los pacientes, la mayoría de entre 20 y 40 años, morían de una severa neumonía en solo dos días. Esa ola comenzó a amainar a fines de noviembre. La humanidad solo contaba con mascarillas y distanciamiento social para contenerla.

Lamentablemente, una tercera y letal ola empezó en noviembre de 1918. Duró todo el invierno hasta mediados de 1919. Dos situaciones contribuyeron: primero, que pensando que lo peor había pasado, la población dejó de lado las medidas preventivas; y, segundo, que debido al severo frío del invierno, las actividades sociales se realizaban en espacios cerrados. Esta tercera ola se extendió rápidamente por el planeta, pero no fue tan mortal.

La de 1918 duró tres años, fue la más severa del siglo XX y, en términos de número total de muertes, es una de las más devastadoras de la historia de la humanidad. El número de víctimas se calcula entre 50 y 90 millones.

“Es importante que los gobiernos inviertan en sus sistemas de salud, en prevención y desarrollo de la ciencia”.


—COVID-19, parte tres—

A pesar de haberse originado en pleno siglo XXI, es coincidente que la del está iniciando también su tercer año, y con un futuro aún incierto. ¿Será que la variante ómicron representa el comienzo de la etapa endémica de la enfermedad? No lo sabemos, solo el tiempo lo dirá. Pero tenemos armas para que podamos controlar y extinguir la pandemia.

En un reciente artículo en la , la doctora María van Kerkhove, jefa del Programa de Emergencias Sanitarias de la Unidad de Enfermedades Emergentes y Zoonosis de la OMS, argumenta que la aparición de nuevas variantes, desencadenada por la inequidad en la distribución de las vacunas, y la toma de medidas de salud pública inconsistentes por diversos países están prolongando la pandemia y deben corregirse para controlar el virus en este 2022.

—Medidas por tomar—

En primer lugar, es importante que los gobiernos inviertan en preparar sus sistemas de salud, fomenten la educación en prevención de sus poblaciones y desarrollen la ciencia. En ese sentido, dice la OMS, es muy importante que el mundo aborde colectivamente la injusticia del acceso desigual a vacunas, agentes terapéuticos y métodos diagnósticos.

De los más de nueve mil millones de vacunas administradas en el mundo, menos del 3% han sido usadas en África. De acuerdo con el , solo el 13,65% de la población ha completado una dosis de la vacuna, el 9,11% tiene dos dosis de la vacuna y solo el 0,31% ha recibido una dosis de refuerzo. Muchos países africanos no han logrado administrar la primera dosis de la vacuna ni al 1% de sus poblaciones.

Eso hace que el virus tenga todas las condiciones para replicarse y formar nuevas variantes, las que –como en el caso de ómicron– amenacen a la humanidad. Por otro lado, dice también la OMS, las marcadas divisiones políticas nacionales han contribuido a la toma equivocada de decisiones para el control de la .

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En segundo lugar, es vital reforzar los programas de vigilancia genómica para detectar muy temprano a las variantes del . En noviembre del 2021 se reportaron a la base de datos GISAID, comparados con solo 1.000 reportados durante todo el 2020. Pese a haber mejorado mucho el programa de vigilancia genómica en el Perú, hace falta fortalecer el programa.

La OMS recalca que, pese a las altas coberturas de vacunación en la población, los casos seguirán aumentando en el 2022 debido a que las vacunas solo evitan enfermedad grave y muerte. Para disminuir esa amenaza, debe continuar el uso de mascarillas bien ajustadas y la práctica del distanciamiento físico por la población, la mejora de ventilación de espacios interiores, el evitar espacios abarrotados, mantener la higiene de manos y superficies, y recibir apoyo de los centros de trabajo para quedarse en casa si la persona no se siente bien.

La OMS concluye que es probable que se sigan produciendo todavía brotes y epidemias, especialmente entre personas vulnerables, y haya sobrecargas sobre los sistemas hospitalarios.

Por último, la reapertura de la sociedad debe ser lenta y cuidadosamente planificada, haciéndose un delicado balance entre la sobrecarga de los sistemas de salud y la tan ansiada reactivación económica.


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