El 29 de setiembre fue el Día Internacional de Alerta contra el Desperdicio de Comida. En su tercer año de observancia, la fecha llama a despertar conciencia en la sociedad acerca de un problema serio de salud pública y ambiental: el desperdicio de alimentos.
Por un lado, el exceso. Sucede en la gran mayoría de hogares y con todo tipo de alimentos: se compra la fruta para la semana y más de la mitad no se consume, se pudre en la alacena y termina en la basura. Se prepara un delicioso platillo, la familia se sienta a la mesa y al terminar –por haberse servido mucha comida– quedan restos variables de alimento en los platos. Todas las sobras van a la basura.
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Ocurre también en los restaurantes, donde cantidades variables de alimentos son tiradas a la basura sin ninguna contemplación. Lo mismo en mercados y supermercados.
En el mundo, se calcula que el 31% de alimentos producidos termina en la basura. El 14% se pierde entre la cosecha y el punto de venta al por menor, y el 17% se desperdicia después de su venta, esto incluye 11% en los hogares, 5% en los servicios de alimentación y 2% en la venta al por menor.
Un estudio publicado en el Perú, en marzo del 2021, calcula que el 47,76% de los alimentos que se producen se pierde, y que cada persona bota a la basura 67,34 kilos de alimentos cada año. De los alimentos desechados, el 25% se pierde durante la producción agrícola, 18% durante la cosecha, 28% durante el procesamiento y empaque, 13% durante la distribución y 16% durante el consumo.
Por otro lado, la carencia. Se estima que 3.100 millones de personas en el mundo no tienen acceso a una dieta saludable y unos 828 millones de personas se van a la cama sin haber comido durante el día. En el Perú, el aumento de la pobreza y la proliferación de ollas comunes –sobre todo durante la pandemia– nos indican que hacen falta los alimentos.
¿Cómo se ha llegado a esta situación, en la que por un lado sobra y se bota la comida a la basura, y por el otro hay miles de millones de seres humanos que no tienen que comer?
Consejos prácticos
Sabiendo que se requieren acciones mundiales y local para maximizar el uso de los alimentos que producimos, veamos qué podemos hacer en nuestras casas.
1. Compre solo lo que necesita: haga una lista de compras y apéguese a ella. No compre impulsivamente. No desperdiciará menos, sino que ahorrará dinero.
2. Elija frutas y verduras feas o levemente magulladas. Esos alimentos saben igual y también son nutritivos. No tire la fruta madura, úsela para jugos y postres.
3. Almacene los alimentos con los productos más viejos al frente de la alacena o refrigerador y los nuevos, detrás. Use recipientes herméticos para mantener frescos los alimentos abiertos en el refrigerador y cierre bien los paquetes para evitar que entren insectos.
“Se calcula que el desperdicio de alimentos contribuye con 8% al 10% del total de gases de efecto invernadero”.
4. Aprenda a leer el etiquetado de los alimentos. Hay una gran diferencia entre las “fechas de consumo preferente” y “de vencimiento”. A veces, los alimentos aún son seguros para comer después de la fecha de consumo preferente. Tras la fecha de vencimiento, el alimento ya no es seguro para consumo.
5. Muchos alimentos pueden ser congelados para su uso posterior y muchas sobras pueden ser usadas en otras comidas.
6. Respete el valor social de la comida. Conéctese con la comida conociendo a los agricultores y el proceso que implica su elaboración, desde el sembrado, la cosecha y su distribución.
7. Compre en ferias locales de alimentos y apoye a los pequeños agricultores y empresas de su comunidad.
8. Consuma más legumbres, productos cuyo almacenamiento puede ser más duradero. Una o más veces por semana, consuma menestras o quinua.
9. Done alimentos que de otro modo se desperdiciarían. Adopte una olla común y contribuya con la alimentación de otras personas con productos que no le servirán y que probablemente terminen en la basura. Quienes tengan la habilidad desarrollen apps para conectar a vecinos y negocios locales para compartir los alimentos sobrantes.
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Corolario
Cuando los alimentos se pierden o desperdician, todos los recursos usados para producirlos –agua, tierra, energía, mano de obra y capital– se desperdician. Se calcula que el desperdicio de alimentos contribuye con 8% a 10 % del total de gases de efecto invernadero, impulsando un clima inestable y fenómenos meteorológicos extremos, como sequías e inundaciones que, a su vez, impactan negativamente en el rendimiento y la calidad nutricional de cultivos.
En el Perú, esperamos que la implementación de la Ley 30988, “que promueve la reducción y prevención de pérdidas y desperdicios de alimentos”, y su reglamento pueda tener un impacto positivo en la triste realidad de que casi la mitad de los alimentos del país se tira a la basura. Esperamos que este no sea otro caso de una ley muerta en el papel.