Ya en el segundo año de esta pandemia, y embarcados en la campaña de vacunación más ambiciosa en la historia de la humanidad, una de las preguntas más frecuentes que se hacen las personas que se han infectado con el nuevo coronavirus es si van a quedar bien y van a regresar a la normalidad.
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En una reciente conferencia de prensa, el Dr. Anthony Fauci, coordinador del grupo de trabajo de la Casa Blanca se refirió al tema, reconociendo que los pacientes que superan COVID-19 pueden presentar síntomas persistentes por semanas o meses después de la infección, e incluso, adelantó un nuevo nombre y acrónimo para esa condición, secuelas de la infección aguda por el SARS-CoV-2 (Post-acute sequelae of SARS-CoV-2 infection o PASC, por sus siglas en inglés).
El Dr. Fauci hizo hincapié en que incluso los pacientes con casos moderados de la infección pueden desarrollar PASC, y que los síntomas más comunes incluyen fatiga, nauseas, vómitos, diarreas, “niebla mental” o incapacidad para concentrarse, depresión, ansiedad, dificultad para dormir, y, en casos extremos, deterioro de la capacidad pulmonar.
Algunas veces, los síntomas de PASC empiezan algún tiempo después de la infección, mientras que, en otros casos, son síntomas persistentes y evolucionan con el tiempo, con una intensidad que va de lo leve o molestoso, hasta realmente incapacitante.
Los investigadores han empezado ya a publicar algunos estudios al respecto.
Por ejemplo, en un amplio artículo de revisión del tema, publicado en agosto del 2020, investigadores asociados a la Universidad de Oxford en Inglaterra proponen reconocer dos tipos de condiciones que se producen después de haber sufrido la infección: el COVID-19 prolongado y el COVID-19 crónico, siendo lo común para ambos, que comprometa varios sistemas del organismo y que ocurra incluso después de una enfermedad aguda relativamente leve.
Proponen que el COVID-19 prolongado es el que se extiende más de tres semanas desde el inicio de los primeros síntomas, y el COVID-19 crónico, es el que dura más de cuatro meses después del primer síntoma.
Dado que muchas personas no se hicieron la prueba al momento del diagnóstico, y las pruebas falsas negativas son comunes, los investigadores sugieren que una prueba positiva para COVID-19 no es un requisito previo para el diagnóstico de esas dos formas de condición prolongada de la enfermedad, basta con el juicio clínico del médico.
En cuanto a los síntomas, los autores dicen que estos varían ampliamente, pero pueden incluir dificultad para respirar, dolor de pecho, dolores de cabeza, dificultades para concentrarse, dolores musculares y debilidad, malestares gastrointestinales, alteración metabólica -como que la diabetes sea difícil de controlar-, tendencia a formar coágulos, depresión y otros trastornos de salud mental. Las alteraciones de la piel pueden adoptar muchas formas, incluyendo ampollas, ronchas o sabañones.
En cuanto a la frecuencia de las formas prolongada y crónica de COVID-19, los investigadores dicen que se presentaría en el 10% de las personas que superan la infección, siendo este un número inferior a previos estudios al respecto.
“Los pacientes que superan el COVID-19 pueden presentar síntomas por semanas o meses”.
En cuanto al tratamiento, reafirman que muchos de los pacientes con síntomas residuales de COVID-19, se recuperan lentamente, pero de manera espontánea, requiriendo solo descanso, medicamentos sintomáticos, aumento gradual de la actividad y el refuerzo de la salud emocional. Lamentablemente, dicen los investigadores, el tratamiento de los síntomas persistentes del COVID-19 no tiene aún bases sólidas y se basa actualmente en pruebas limitadas.
Por último, dicen los autores, las indicaciones para que la persona vea a un especialista, incluyen un desmejoramiento progresivo por síntomas respiratorios, cardíacos o neurológicos nuevos, persistentes o progresivos.
Otro estudio, publicado en línea por investigadores de la Universidad de Washington el 19 de febrero en JAMA Network Open, encuentra que más del 30% de 177 participantes, con una media de 169 días de seguimiento, informó que sus síntomas persistieron hasta por 9 meses.
La persistencia de síntomas varió de acuerdo a la edad, siendo de casi 27% entre aquellos de 18 a 39 años, 30% en los de 40 a 64 años y 44% en los mayores de 65 años.
El 85% de los participantes fueron pacientes ambulatorios con enfermedad leve, el 9% tuvo enfermedad moderada o grave que requirió hospitalización, pero lo interesante, es que el 6% de las personas estudiadas, fueron asintomáticas.
Ese hallazgo abre la posibilidad de que las personas asintomáticas puedan también presentar secuelas de la enfermedad, hallazgo que se confirma en una reciente prepublicación, que describe que algunas personas que tuvieron COVID-19 asintomático, presentaron también secuelas de la enfermedad.
El estudio estadounidense, siguió hasta por 60 días a un grupo de 1.407 personas con COVID-19 ambulatorio, de los cuales 68% fueron sintomáticos y 32% asintomáticos.
A los 60 días de la infección, 382 personas (27%) tuvieron aun síntomas persistentes de la enfermedad, tales como dolor de pecho, falta de aire, ansiedad, dolor de vientre, tos, dolor de cintura, y fatiga.
Pero el hallazgo más sorprendente, y más preocupante, es que el 32% de esas 382 personas con síntomas persistentes, fueron asintomáticas.
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Corolario
La ciencia está recién aprendiendo a reconocer que no todos los pacientes que sufren de COVID-19 regresan a la normalidad, y que incluso las personas con COVID-19 asintomáticas pueden sufrir problemas de salud en el futuro. En el lado positivo, un reciente estudio ha encontrado que uno de cada tres personas con PASC, pueden mejorar después de recibir la vacuna contra COVID-19.
Mientras tanto, evitemos a toda costa la infección inicial, usando doble mascarilla al estar en público, no organizando ni asistiendo a eventos sociales con gente que no vive en el hogar, manteniendo una distancia de dos metros con otras personas y manteniendo higiene de manos y superficies.
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