Lima, al igual que otras ciudades grandes del mundo, no era precisamente la más limpia en el siglo XIX. Los problemas de higiene pública que afrontaba la capital eran un mal cotidiano. Y esta situación ayudaba a la propagación de enfermedades infecciosas, que eran las causantes de más del 70% de muertes en esa época.
Hacia fines de 1870, Lima tenía poco más de 100.000 habitantes, quienes estaban expuestos a diversas enfermedades como la fiebre amarilla, cólera, tisis, disentería y otras “fiebres”, que podían presentarse como pequeños brotes y grandes epidemias.
Hubo epidemias en al menos 28 años del siglo XIX, entre 1801 hasta 1884, según una recopilación de la historiadora Carlota Casalino en su estudio La muerte en Lima en el Siglo XIX : una aproximación demográfica, política, social y cultural.
Gallinazos y suciedad
La idea de que Lima fue una “ciudad jardín” en el Virreinato y el inicio de la República ganó terreno, pero la capital estuvo lejos de ser una urbe limpia y relativamente amigable para la salud, según los historiadores.
Como apunta Jorge Lossio en su libro Acequias y gallinazos. Salud ambiental en Lima del siglo XIX, la capital estaba llena de agua contaminada en las calles, gallinazos por todas partes, animales de corral y tiro en las casas y espacios públicos, hacinamiento en las viviendas, escasez e inadecuadas instalaciones de agua y desagüe, etc. Todo ello formaba un caldo de cultivo perfecto para la proliferación de enfermedades.
“Los gallinazos se hallaban usualmente asentados en los rincones más encumbrados de la ciudad (los techos de las casas, las torres de las iglesias y las copas de los árboles) o volando en círculos alrededor de mercados y mataderos. La existencia de una numerosa población de gallinazos deambulando por los aires y los suelos de Lima es un indicador bastante elocuente de las condiciones ambientales e higiénicas, pues supone una existencia igualmente abundante de inmundicias y restos de animales abandonados en las calles”, relata Lossio.
Aunque ahora el impacto del medio ambiente en la salud es un tema que se da por sentado, en aquella época no se tomaba en cuenta esta relación. Pero algunos médicos como Manuel A. Fuentes e Hipólito Unanue y otros intelectuales comenzaron a impulsar la idea de que la salud pública era importante.
Además, se debe considerar, apunta Casalino, que este período “se ubica en el paradigma precientífico y, por lo tanto, se atendían los síntomas y no las causas de las enfermedades; es un periodo anterior a Pasteur, previo a la microbiología y la bacteriología”, incluso se debatía si las enfermedades podían o no contagiarse. Es decir, no se conocía de la existencia de los microorganismos que las producían.
“Estamos ante una patología social que afectaba la salud de la población de todos los sectores económicos, siendo los más pobres los más expuestos”, asegura la experta en su informe Mortalidad por epidemias y endemia según causas y condiciones sanitarias a mediados del siglo XIX en Lima, Perú.
¿Qué se hizo para cambiar esta situación?
La segunda mitad del siglo XIX es un período de cambios: se reorganizó el protomedicato [sistema del ejercicio de la medicina] con la naciente Facultad de Medicina de San Marcos, es decir, se fue profesionalizando la práctica médica; hubo mayor inversión pública en obras debido a la prosperidad del guano, lo cual mejoró los sistemas de alcantarillado; una relativa estabilidad política; etc.
“El temor a la propagación del cólera y la aparición de la fiebre amarilla, permitiría y motivaría a que se retomaran muchos de los proyectos de higiene urbana iniciados por los Borbones [a inicios del siglo]”, apunta Lossio.
“En periodos de epidemias, las autoridades y la población tomaron medidas específicas para afrontarlas. Fue la oportunidad para mejorar las condiciones sanitarias. Problemas como desagües, mantenimiento y limpieza de acequias, canalización de aguas negras, abastecimiento de agua potable, tratamiento y eliminación de la basura, ventilación de los ambientes, alumbrado, hacinamiento, fueron materia de regulación por las autoridades”, detalla, por su parte, Casalino.
Es así que, con el tiempo, las autoridades como los médicos comienzan a “incorporar el concepto de higiene pública como parte de sus responsabilidades, invirtió en la mejora de estas condiciones sanitarias, especialmente después de la irrupción de las epidemias, así se tomó conciencia de la importancia de prevenir las enfermedades. Esto se expresó en la legislación municipal de 1860”.
El panorama actual
En la actualidad, afirman los especialistas, aún faltan muchas cosas por hacer para fortalecer la respuesta a las epidemias en el país. Si bien las condiciones sanitarias han mejorado, aún hay poblaciones más vulnerables ante nuevas enfermedades.
“Históricamente, las epidemias han afectado a las poblaciones con menores ingresos, salvo en el caso del H1N1, que afectó a todos los estratos. Por ejemplo, cuando ya hay una vacuna, quienes no acceden a ella son los pobres; los que tienen recursos pueden protegerse”, dice a El Comercio Ciro Maguiña, infectólogo de la Universidad Cayetano Heredia.
Lossio afirma, en ese sentido, que los problemas de salud ambiental que actualmente afronta la ciudad no surgieron en la segunda mitad del siglo veinte, con las migraciones del campo a la ciudad, sino que vienen desde el siglo XIX, y que hubo esfuerzos por parte de la comunidad médica y autoridades para brindar una respuesta oportuna ante las epidemias.
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