Representación artística de la detección de ráfagas rápidas de radio. (Ilustración: 
Jingchuan Yu / Beijing Planetarium)
Representación artística de la detección de ráfagas rápidas de radio. (Ilustración: Jingchuan Yu / Beijing Planetarium)
Redacción EC

Unas señales de radio provenientes del cosmos ponen a prueba a los científicos en la Tierra debido a su comportamiento poco común. Se trata de las “ráfagas rápidas de radio” (FRB, en inglés), de las que hasta el momento solo se ha logrado determinar dónde se originan.

Con la más reciente detección de un FRB que llegó a la Tierra en un ciclo constante de 16 días, el misterio se ha incrementado. Se han observado varios otros, pero solo 10 de ellos se han repetido. Algunos expertos creen que podría tratarse de algún modo de comunicación alienígena, mientras que la mayoría utiliza los radiotelescopios más avanzados del mundo para determinar qué las produce.

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Desde su detección en 2007, los astrónomos no sabían casi nada de los FRB. Fue solo el año pasado en que un equipo internacional publicó en la prestigiosa revista Science halló por primera vez el origen preciso de un FRB, en inglés.

Estas ondas cósmicas pueden emitir en una milésima de segundo el equivalente a 10.000 años de energía solar, explican los investigadores.

Se ignoran las causas que producen estos monstruosos impulsos de energía, pero los astrónomos coinciden en un punto: provienen de galaxias muy, muy lejanas.

Desde que fueron descubiertas, se han detectado poco más de 85 FRB. La mayoría de ellas eran únicas: apenas un flash y luego nada. Pero algunas se reiteraban.

Fue en 2017 que un equipo de astrónomos pudo localizar con precisión, por primera vez, la fuente de una ráfaga repetida, a la que llamaron FRB 121102.

La fuente del FRB 121102 fue ubicada a 3.000 millones de años luz, lo que revela la cantidad de energía que tienen estos pulsos para viajar por el espacio.
La fuente del FRB 121102 fue ubicada a 3.000 millones de años luz, lo que revela la cantidad de energía que tienen estos pulsos para viajar por el espacio.

Los científicos utilizan instrumentos como el radiotelescopio ASKAP y telescopios ubicados en Chile y en Hawái para detectarlos. “[Este trabajo] Equivale a observar la Tierra desde la Luna y a ubicar no sólo en qué casa vive tal persona sino dónde se sienta para comer”, explicó Keith Bannister, de la Commonwealth Scientific and Industrial Research Organisation (CSIRO).

Mientras la FRB localizada en 2017 provenía de una galaxia enana, la descrita a mediados de 2019 proviene de los alrededores de una galaxia masiva compuesta por estrellas ancianas. La más reciente proviene de una galaxia espiral a unos 500 millones de años luz de distancia.

Ello condujo a los investigadores a concluir que... siguen sin saber cómo se forman estas ráfagas.

"Esto implicaría que las FRB repetidas y no repetidas tienen orígenes totalmente diferentes", comentó Shriharsh Tendulkar, un astrónomo de la Universidad McGill ajeno al equipo de científicos.

El descubrimiento apasiona a la comunidad de astrónomos porque brinda nuevas informaciones sobre lo que se halla en los espacios ubicados entre las galaxias. Y podría ayudarlos a resolver el origen de la “materia faltante” en el universo.

El radiotelescopio de múltiples antenas VLA en Nuevo México permitió ubicar la localización de la señal FRB por primera vez. (Foto: NRAQ)
El radiotelescopio de múltiples antenas VLA en Nuevo México permitió ubicar la localización de la señal FRB por primera vez. (Foto: NRAQ)

Los científicos manejan una teoría para explicar por qué el número de átomos observado en las estrellas es 50% inferior a los cálculos teóricos: los átomos faltantes se hallarían en gases ionizados en los espacios intergalácticos.

Las ondas cósmicas se dispersan durante su viaje hasta la Tierra, de manera algo similar a la que la luz es refractada al pasar por un prisma.

Las observaciones del equipo corresponden a lo que la teoría preveía sobre la cantidad de materia que se halla en el trayecto de esas ondas.

Pero deberán realizarse aún miles e incluso decenas de miles de observaciones suplementarias para poder hacer un mapa de los confines del universo.

Agencias

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