Gastamos millones en productos para limpiarlo, lacearlo, rizarlo, teñirlo o incluso reemplazarlo. Pero pocos nos preguntamos qué propósito tiene el pelo. Nuestros ancestros nos legaron una cobertura pilosa que posee características similares a la del resto de los mamíferos.
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Sin embargo, las variaciones entre especies saltan a la vista: desde el pelo hermético y duro de las focas, hasta la pelusa apenas perceptible en algunas partes del cuerpo humano.
Estructuras diminutas
Lo que a simple vista parece ser una fibra homogénea, es en realidad una cadena de proteínas con múltiples capas y componentes. El grosor puede variar, pero algunas partes son muy similares, así se trate de un ratón o un elefante.
El pelo es una especie de escama muy fina que ha desarrollado cualidades que lo diferencian de manera significativa, tanto encima de la piel como en las raíces que lo anclan a ella.
El material del pelo emerge de folículos, pequeñísimos órganos en la piel conectados a vasos sanguíneos, que proveen alimentación a los dos componentes de todo pelo: la raíz y el tallo. En la mayoría de las especies, el tallo es un filamento de capas concéntricas de proteínas, con una médula al centro, rodeada de una corteza de queratina (el mismo material que las uñas), y envueltas por una cutícula exterior.
El folículo tiene también glándulas sebáceas, que lubrican y protegen el tallo. El grado de lubricación determina si se tiene cabello seco, normal o graso. Los folículos, asimismo, están bordeados por tejido muscular que permite la erección de los tallos en circunstancias como una sensación de frío o un estado de alerta, lo que causa la famosa piel de gallina.
“Los pelos sirven también como antenas sensoriales que alertan de la proximidad de objetos”.
Propósito
La función más importante del pelo es la regulación de temperatura. En la mayoría de mamíferos, especialmente en climas fríos o entornos acuáticos, el pelo es grueso y tupido. Las fibras pueden estar recubiertas de una sustancia oleaginosa, una laca natural que ayuda a mantenerlas juntas. También repele el agua, creando una cubierta impermeable, reteniendo aire caliente entre pelambre y piel, o evitando el contacto de esta con el agua o aire fríos.
El pelo también cumple funciones que pueden ser la diferencia entre la vida y la muerte. Para algunos mamíferos, su coloración sirve de camuflaje, que puede cambiar dependiendo de la estación. Por ejemplo, el zorro y la liebre árticos, en verano, tienen un pelo menos denso que se confunde con la vegetación y las rocas; en invierno, tienen un pelo denso y blanco que, además de abrigo, les permite confundirse con la nieve.
Defensas y vestigios
En algunos casos, el pelo se ha convertido en una armadura: hay 58 tipos de puercoespines y especies de monotremas y equidnas que han desarrollado pelos especializados para la defensa. Reforzados con queratina, que les da gran rigidez, y con una punta aguda, estos cabellos forman un revestimiento de púas rígidas.
Los pelos sirven también como antenas sensoriales que alertan de la proximidad de objetos, así como de la fuerza y dirección del viento. Un ejemplo familiar son los bigotes y cejas largas de los perros, gatos y roedores, quienes los mueven cuando buscan presas o están expuestos a algún peligro.
En lugares cálidos, donde los mamíferos no necesitan mayor abrigo, el pelo es un escudo contra la radiación solar, un bloqueador natural cuya ausencia permitiría quemaduras y cánceres.
Las ballenas, que están protegidas por el agua y una gruesa capa de piel y grasa, tiene vestigios de pelos. El topo, un mamífero que mantiene una temperatura constante viviendo bajo tierra, tiene tan poco pelo que da la impresión de estar desnudo. Otra especie que evolucionó en climas cálidos y que por milenios se ha mantenido abrigada artificialmente, sin exponer mucho su piel al sol, es el ser humano.
A diferencia de los topos, nuestras cabezas siguieron expuestas al sol, lo que quizás explique por qué, aunque somos uno de los mamíferos más lampiños, el pelo todavía la cubre densamente. Y no solo la protege del sol; el pelo también ayuda a regular la temperatura del cráneo, abrigándolo contra el frío y transpirando cuando hace calor. Aunque hay pelos como las pestañas, que proveen una importante protección, en la mayor parte del cuerpo humano el pelo es un vestigio que no posee funciones importantes.
“El pelo también cumple funciones que pueden ser la diferencia entre la vida y la muerte”.
Colores y cualidades
El color del pelo lo da la melanina, un pigmento derivado del aminoácido tirosina, que también da color a la piel. La melanina es un fotoprotector: absorbe y disipa (en forma de calor) el 99,9% de la radiación ultravioleta nociva.
Existen muchos tipos de melanina. En el cabello humano prepondera la eumelanina, tanto la eumelanina negra como la marrón, que produce cabello rubio a castaño, dependiendo de la cantidad. Los pelirrojos tienen otro tipo, la feomelanina, que también da el color rojizo a los labios. Las canas y el pelo blanco de los albinos se deben a la pérdida o ausencia de melanina.
La forma y grosor de nuestro cabello dependen de la orientación y el comportamiento de los folículos, que a su vez varían según su ubicación, la producción de hormonas (por ejemplo, antes y después de alcanzar la pubertad) y otras circunstancias.
Aunque la alimentación es crítica, como con otras funciones metabólicas, la producción, coloración y pérdida del cabello están determinadas mayormente por nuestros genes.
El uso del cabello humano ha estado sometido a normas culturales a lo largo de la historia, como dan testimonio desde estatuas egipcias hasta momias incaicas. Su cuidado, incluyendo el lavado, reparación e incluso intentos de recuperación, han sido objeto de innumerables estudios y experimentos científicos, que han dado lugar a una gama de productos y procedimientos, y una industria multimillonaria. Todo esto tiene poco que ver con su objetivo natural, protegernos del sol y el frío.
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