El cambio climático que estamos viviendo se debe a la acumulación de los gases de efecto invernadero que calientan la atmósfera. Hay quienes se rehúsan a aceptar el impacto de la actividad humana, argumentando que el clima siempre ha cambiado por causas naturales.
Es cierto que ha habido grandes variaciones a lo largo de milenios, pero se ha comprobado que el cambio antropogénico (de origen humano) del clima actual entiende bien los factores naturales que afectan el clima. Esto a su vez ha ayudado a conocer su evolución.
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Paleoclimatología
La paleoclimatología es el estudio de los climas pasados, anteriores a los instrumentos que nos permiten ahora registrarlos directamente.
Conocemos con certeza solo una parte muy pequeña de la historia climática terrestre. Sabemos de inundaciones y sequías hace 3.000 años gracias a los jeroglíficos egipcios que las documentaron; también del impacto devastador de la pequeña era glacial, enfriamientos entre los siglos XIV y XIX sobre partes de Europa, gracias a historias escritas entonces. El uso de instrumentos y registros meteorológicos comienza en 1850, y abarcaban áreas limitadas del plneta. Los registros satelitales con que estudiamos el clima mundial en detalle tienen poco más de 20 años.
Para estudiar y reconstruir el clima en épocas pasadas, la paleoclimatología usa evidencias de temperatura, precipitación, composición atmosférica y marina, y otros indicadores climáticos encontrados en sitios tan variados como fósiles de árboles en desiertos, capas de rocas y sedimentos, y el hielo de los polos y glaciares. Para esto se apoya en otras ciencias, como la limnología (estudio de lagos y lagunas), la palinología (estudio del polen y las esporas), la dendrocronología (el fechado de anillos de crecimiento de árboles) y la geomorfología (estudio de las formas de la superficie terrestre).
“El uso de instrumentos y registros meteorológicos comienza en 1850”
Orígenes
La paleoclimatología nos ayuda a entender la evolución de la vida en la Tierra, ya que el clima determina la habitabilidad del planeta. Otra razón para estudiarla es entender los climas pasados y compararlos con los cambios de nuestra era antropocena, entender su posible evolución y su impacto. También puede ayudar a ingeniar soluciones para proteger la flora, la fauna y nuestra civilización.
Aunque la idea del cambio climático no es nueva, la paleoclimatología como ciencia recién se instituyó en el siglo XX.
En el siglo XVII, el científico inglés Robert Hook postuló que las grandes tortugas fósiles halladas en Inglaterra solo podían explicarse con un clima caliente. En una época en que primaban las explicaciones bíblicas, y estos fósiles se consideraban evidencias de un diluvio universal, Hook lo atribuyó a un supuesto cambio de inclinación en el eje de la Tierra.
En el siglo XIX, el astrónomo Heinrich Schwabe publicó observaciones de manchas solares y su fluctuación cíclica, postulando que eran responsables de cambios climáticos. Su posible impacto sobre el clima es algo que seguimos estudiando.
Los conocimientos aumentaron a principios del siglo XX, con avances en geología y la extracción de núcleos o testigos de hielo en glaciares. Se descubrió un registro de climas pasados en capas que indicaban cantidades de precipitación, temperatura, y concentración de CO2 y otros gases.
La llegada de la computadora a fines del siglo XX permitió analizar simultáneamente gran cantidad de datos para modelar el clima. Para entonces ya se habían establecido ciertos hechos; por ejemplo, que el distanciamiento de ciertas plantas y animales de la línea ecuatorial a través de las eras indica cambios de temperatura globales. Cuando la temperatura subía, las plantas se extendían hacia el norte y el sur; cuando bajaba la temperatura, se replegaban al Ecuador.
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Ayer, hoy y mañana
Los registros geológicos se remontan a unos 4.000 millones de años, pero los más antiguos muestran flujos de agua y trazas de carbono que indican poco más que rangos de temperatura y la presencia de vida bacteriana. Hace unos 500 millones de años que una explosión de vida compleja acabó con un efecto invernadero prolongado, absorbiendo CO2 y aumentando la producción de nubes y precipitación, lo que elevó el oxígeno atmosférico a niveles que han perdurado relativamente estables hasta hoy.
Los registros desde entonces indican una serie de cambios amplios, posiblemente atribuibles a una combinación de ciclos solares, actividad volcánica y producción de oxígeno y CO2 en nuestra biósfera. Un factor importante son los cambios de corrientes marinas y atmosféricas causadas por el surgimiento y desplazamiento de islas y continentes. Ocasionalmente hubo cambios súbitos cataclísmicos, como el impacto del asteroide que causó el paso del Cretáceo a la era terciaria hace unos 66 millones de años.
La roca sedimentaria puede indicar cambios climáticos más allá del nivel y salinidad del mar: algunas indican que eran dunas de arena, otras son capas de carbón resultantes de bosques muy antiguos. Siempre se toma en cuenta la deriva continental, ya que una parte de la Tierra que estaba en el trópico hoy puede estar cerca de un polo.
La extracción de núcleos de hielo de las profundidades glaciares permite establecer la edad de cada capa, incluso fechar erupciones de volcanes, y el análisis químico de ceniza volcánica atrapada permite establecer de qué volcán proviene. De la Antártida se han obtenido núcleos de hielo de hace 800.000 años.
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Gracias a la paleoclimatología conocemos los períodos glaciales, y sabemos que la Tierra tuvo un período de calentamiento después de la última era glacial hace unos 50.000 años. Indicadores como la acumulación de polen de la flor de tundra ‘Dryas octopetala’, por ejemplo, han permitido conocer el retorno de condiciones glaciales entre 11.700 y 12.900 años atrás.
Para eras más recientes se estudian anillos de troncos de árboles y corales; la rapidez y el espesor con que crecen cada temporada reflejan cambios climáticos. Los sedimentos de lagos y ríos, y las capas superiores de tierra, también ayudan a reconstruir cambios recientes.
La paleoclimatología nos permite entender mejor los mecanismos del clima, algo que nos ayudará a adaptarnos al cambio acelerado que estamos causando, y prepararnos para fluctuaciones naturales que enfrentaremos una vez superada la crisis climática actual.
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