Las cifras pueden ser frías y muchas veces indolentes. Decir que solo entre el 2% y 4% de los nuevos casos de cáncer que se diagnostican al año en el Perú corresponden a menores de edad es una realidad. Pero precisar que ese número engloba a entre 1.500 y 1.800 bebes, niños y adolescentes nos abofetea en el rostro.
Porque hablamos de vidas jóvenes y la palabra ‘cáncer’ siempre nos remite a pensar en la muerte, lo que en el caso de pequeños provoca una especial sensibilidad y preocupación.
Según data del Ministerio de Salud (Minsa), los tres tipos de cáncer más frecuentes en la población pediátrica están asociados a leucemia linfática aguda (un 40% de los casos), tumores cerebrales (10%) y tumores renales (8%). Dos de cada cinco pacientes son de Lima y Callao.
Los especialistas coinciden en que más que factores de riesgo o inadecuados estilos de vida, como sucede en los adultos, el cáncer en niños está vinculado a factores genéticos y ambientales aún por determinar.
“Más que una prevención específica, si hay un diagnóstico, una detección temprana, existe una alta probabilidad de recuperación”, señala Reina Bustamante, de la Dirección de Prevención y Control del Cáncer del Minsa, quien destaca la importancia de atender los signos y síntomas anómalos en un menor.
Es decir, dolores persistentes en huesos y abdomen, cansancio y palidez, pérdida de peso, vómitos, bultos o moretones en el cuerpo, sangrado de nariz o encías, fiebre sin causa aparente, crecimiento de tumores o de los ganglios, picazón en el cuerpo sin lesiones en la piel, etc.
“Son importantes los controles pediátricos al menos una vez al año, para detectar si hay algo que anda mal”, aconseja Milagros Rodríguez, radiooncóloga de la clínica Ricardo Palma, quien subraya la importancia de hacer más visibles los esfuerzos en la lucha contra el cáncer infantil para que impere una conciencia de detección temprana.
Juan García, oncólogo pediatra de la clínica Anglo Americana, precisa que ante un diagnóstico oportuno y los tratamientos correspondientes a cada patología (quimioterapia, radioterapia o cirugía), la tasa de curación (es decir, cuando el tumor ha estado en remisión durante más de cinco años) puede ser muy alta, alrededor del 80%.
Perseverancia
La clave, coinciden los especialistas, es el diagnóstico. Pero también que el tratamiento sea oportuno y continuo. En esto último también hay mucha tarea pendiente, pues estudios indican que un 18% de niños con cáncer abandonan sus terapias, la mayoría de veces por dificultades económicas.
Rodrigo Mendoza, gerente general del albergue Inspira, precisa que cuando los pacientes provienen del interior del país, alrededor del 48% del costo del tratamiento en Lima está vinculado a pagos de hospedaje y alimentación, incluidos los del familiar que acompaña al menor. Un 9% corresponde al traslado.
Mendoza destaca que en la actualidad organizaciones privadas y el Minsa coordinan estrategias para mejorar el soporte a las familias, y que el sector impulsa además una ley para que los padres de niños con cáncer gocen de algún tipo de licencia laboral.
Reina Bustamante del Minsa añade que psicólogos, nutricionistas y asistentes sociales también cumplen un rol clave en esta larga ruta, además, por supuesto, del personal médico, enfermeros y técnicos. Vale decir, en esta batalla luchan más personas que solo los pacientes. En realidad, participamos todos.
“Mi amigo Bobby”, una historieta para cargarnos de esperanza
Desde hoy, en la web de El Comercio publicamos el blog “Mi amigo Bobby”, la historia gráfica de un niño que sobrelleva su internamiento, tratamiento y recuperación por un mal oncológico junto con un amigo imaginario. Un perrito que brota de su inspiración y deseos de vivir.
Se basa en “Unos días con Bobby”, libro de Silvia Miró Quesada, donde se cuenta cómo una mujer enferma le hace ver a su hijo Rómulo que el portasueros al costado de su cama en un hospital puede ser un gran acompañante en los días más difíciles.
Los guiones de “Mi amigo Bobby” son de Adolfo Bazán, y los dibujos, de Víctor Aguilar Rúa.