(Foto: shutterstock)
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Elmer Huerta

En artículos anteriores habíamos descrito la peligrosa tendencia –documentada por múltiples estudios– de que los suplementos de testosterona estaban siendo excesivamente recetados por los médicos. Un artículo en el “Journal of the American Geriatrics Society” de abril de 2015 denunció que la industria había “inventado un diagnóstico” en el hombre para vender este tipo de producto y reveló que el número de recetas de esa hormona aumentó de 100 millones en 2007 a 500 millones en 2012. Las ganancias asociadas a la venta de testosterona se incrementaron de 324 millones a dos mil millones de dólares en ese mismo período. La cantidad de recetas se multiplicó por diez en aquella década.

Sin haber aprendido del fiasco que representó en el siglo pasado el uso indiscriminado de las hormonas femeninas durante la –que causó miles de casos de cáncer de mama, infartos cardíacos y derrames cerebrales–, la medicina moderna estuvo a punto de repetir el error. Felizmente, y de acuerdo con un estudio publicado en julio de 2018 en la revista de la Asociación Médica de Norteamérica, las recetas de testosterona –desde 2013– han disminuido en 62% en EE.UU. Se ha documentado también que el 48% de los hombres que ya la usaban dejó de hacerlo.

--- El hombre y su testosterona ---

La producción de altas cantidades de testosterona u hormona masculina empieza en la pubertad y alcanza su pico máximo alrededor de los 30 años; desde esa edad, se estima que la producción de testosterona disminuye un 1% cada año. El problema es que la cantidad de testosterona en la sangre varía mucho, es decir, tiene un amplio rango de normalidad. Por ejemplo, en hombres normales de entre 19 y 40 años, el estudio de Framingham del corazón demostró que la testosterona varía entre 280 y 873 nanogramos por decilitro, una variabilidad muy grande como para explicar los síntomas que presenta el hombre con la edad.

(El Comercio)
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Lo normal es que, debido a la disminución natural de testosterona –y empezando a los 40–, el hombre presenta cambios en su vida, los cuales se agrupan en tres categorías: menor resistencia a la actividad física, menor nivel de energía o vitalidad, y una disminución en la intensidad de su deseo y potencia sexual.

Esos cambios hacen que el hombre ya no se sienta el mismo de antes, que se agote más de lo usual después de un largo día de trabajo, que tenga necesidad de una siesta a media tarde, que se canse más al hacer ejercicios, que se duerma en las reuniones y que tenga menor satisfacción en su vida sexual. Sin duda que al preocuparse por esos cambios se vuelve irritable, no se concentra en las cosas que hace y se siente viejo.

Como en el caso de la mujer menopáusica, a quien se le decía que los suplementos hormonales le podían resolver el problema, los médicos empezaron a recetar testosterona a millones de hombres con la promesa de devolverles la vitalidad.

--- Los últimos estudios ---

De acuerdo con el estudio publicado en julio de 2018, la marcada disminución del uso de testosterona se inició con la publicación de dos importantes investigaciones en 2013 y 2014, las cuales relacionaron el uso de los suplementos de testosterona con un aumento de casos de infartos cardíacos y derrames cerebrales. Esos estudios obligaron –tal como lo reportamos en su momento– a que la (FDA, por sus siglas en inglés) advirtiera a los médicos en el 2015 que el término ‘low T’ (baja testosterona) no existía y que el uso de esa hormona podía causar esas graves complicaciones.

Al mismo tiempo, los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) decidieron financiar el primer informe para comparar la testosterona con un placebo y zanjar la controversia. Los resultados, publicados en el “New England Journal of Medicine” en febrero de 2016, demostraron que la hormona no fue mejor que el placebo en mejorar ni la vitalidad ni la resistencia al ejercicio, y que el beneficio sobre la disfunción eréctil no fue más efectiva que la que se obtiene con medicamentos como el sildenafilo, tadalafilo y vardenafilo, actualmente disponibles para tratar la disfunción eréctil.

--- Corolario ---

Los resultados de este estudio son entonces muy importantes, ya que demuestran que ante la evidencia científica es posible revertir una peligrosa tendencia y no repetir los errores del pasado. En el balance, médicos y pacientes deben entender que las investigaciones científicas no justifican el uso de la testosterona, sobre todo considerando que la vida sexual puede mejorarse con otro tipo de medicamentos, los cuales tienen mucho menos efectos secundarios.

Pensamos que hombres y mujeres deben aprender a envejecer con gracia, y para ello deben reconocer que los cambios que causa el paso del tiempo son naturales y, por lo tanto, deben aceptarse para saber adaptarse a ellos. Es vital entender que es imposible hacer a los 50, 70 u 80 lo que se hacía a los 20 o 30.

Sabiendo que el proceso de envejecimiento es solo 30% genético y 70% estilo de vida, no hay duda de que adoptar y mantener un comportamiento saludable es clave para retrasar el envejecimiento. Alimentarse adecuadamente –porciones pequeñas de comida fresca cocinada diariamente y usando ingredientes naturales–, ejercicio diario, dormir las horas necesarias, no fumar cigarros ni abusar del alcohol, y controlar el estrés de la vida diaria, son algunas de las prácticas que nos harán llegar a viejos lo más jóvenes posible, sin necesidad de usar hormonas que pongan en peligro nuestra salud.

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