Desde la prehistoria, el bambú ha sido una planta multiusos. Pero recién en los últimos años hemos tomado conciencia de su importancia para la sostenibilidad del planeta. Su aplicación en todo tipo de industrias –como material de construcción, desarrollo de medicamentos y hasta de cerveza– tiene el potencial de ayudarnos a llegar al tan anhelado carbono neutro.
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El bambú es una planta de cualidades excepcionales, que ha logrado establecerse en todos los continentes del mundo, excepto en la Antártida y Europa. Existen 75 géneros y 1.462 especies conocidas, clasificadas como una subfamilia de las gramíneas o poáceas, la misma familia que los pastos y cereales.
Todas las especies de bambú crecen en climas tropicales y subtropicales, ya que son por lo general plantas relativamente sedientas y poco resistentes al frío.
–DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA–
La abundancia de especies, cultivos y bosques naturales de bambú (bambusales), y la variedad e intensidad de usos que se da a esta planta, coinciden con su distribución geográfica. Dos tercios de las especies de bambú son originarias de Asia, principalmente de la India, China y el sureste asiático.
Casi un tercio de las especies son nativas de las Américas y apenas un 3% –unas 50 especies– es natural de Oceanía y África. Solo Canadá y Europa no tienen especies nativas de bambú.
–CRECIMIENTO ACELERADO–
El bambú es considerado un pasto o gramínea poco evolucionado debido a su tipo de hojas e inflorescencias. Sus fósiles más antiguos se remontan al Cretácico, período geológico que vio el apogeo de los dinosaurios hace más de 60 millones de años.
“El cultivo industrial del bambú tiene un impacto ambiental mucho menor que el de otros materiales de construcción”.
Si se observa con cuidado el tipo de hojas (mayormente largas y filudas), los tallos lisos y los troncos verticales –por lo general verdes–, resulta más fácil ver el parentesco del bambú con las demás gramíneas. A diferencia de los árboles madereros, el ciclo de cultivo y crecimiento del bambú es mucho más veloz y permite una rápida regeneración que no requiere sembrado.
Como los pastos, su reproducción es principalmente a través de brotes de sus raíces. En algunas especies, las raíces o rizomas se extienden lentamente, consolidando bambusales compactos que no compiten, en la mayoría de casos, con otra vegetación. Mientras que otras tienen rizomas agresivos que pueden extenderse varios metros cada año y conquistar otros espacios.
El bambú también es una de las plantas de crecimiento vertical más rápido. Algunas especies asiáticas, en épocas de lluvia, tienen un crecimiento de hasta 90 centímetros por día, o más de tres centímetros por hora, aunque esto depende de la fertilidad de los suelos y condiciones climáticas. Mientras que un pino tarda de 15 a 20 años para ser comercialmente utilizable, la caña de Guayaquil, la especie más comúnmente usada en la región andina para la construcción, alcanza su madurez alrededor de los cuatro años, y se le ha observado un crecimiento de más de 13 centímetros por día.
–SOLIDEZ Y LIGEREZA–
Uno de los usos más antiguos y populares del bambú es como material de construcción. Desde la época precolombina, el bambú ha sido utilizado para este fin en América y alrededor del mundo, especialmente en Asia. En el Perú, hay una larga tradición de uso del bambú en edificaciones, en particular en la Amazonía y en la costa norte.
Las ventajas del bambú en este campo saltan a la vista; como la madera, es un material compuesto que tiene una alta relación peso/fuerza. Además, es barato, abundante, sólido, ligero y con un alto grado de flexibilidad. Todo esto lo convierte en un material ideal para regiones sísmicas, especialmente para grandes espacios que deben ser techados.
“Casi un tercio de las especies [de bambú] son nativas de las Américas y apenas un 3% –unas 50 especies– es natural de Oceanía y África”.
Se usan las cañas o tallos enteros del bambú como vigas y columnas; los tallos partidos como tiras o como tablas; y también la caña chancada como esteras. Asimismo, se puede mezclar con cemento, arcillas, barro o materia orgánica a manera de quincha, y para crear láminas y superficies. Para fines estructurales y de acabado, en términos generales, no hay usos.
Cabe destacar que la duración del bambú debidamente tratado puede sobrepasar los 50 años. Hay construcciones de bambú de más de 100 años de antigüedad.
–IMPACTO AMBIENTAL–
El crecimiento rápido del bambú y su habilidad para sobrevivir en áreas inhóspitas lo convierte en una planta importante en el esfuerzo por combatir la erosión y capturar el dióxido de carbono (CO2) en las áreas deforestadas.
El cultivo industrial del bambú tiene un impacto ambiental mucho menor que el de otros materiales de construcción, en un sector que produce parte importante de los gases de efecto invernadero que están contribuyendo al cambio climático. Por ejemplo, el bambú absorbe entre 100 y 200 toneladas de CO2 por hectárea.
Su utilización también ahorra en el uso de hierro y acero en vigas y refuerzos, metales cuya producción acarrea un fuerte impacto ambiental.
Por lo general, el cultivo de bambú no requiere uso de pesticidas o fertilizantes, y estos últimos son una de las fuentes principales de óxido nitroso (N2O), un gas invernadero bastante más nocivo que el CO2.
–UN FUTURO MÁS VERDE–
En el Perú, el bambú ya se cultiva y usa para una variedad de fines, pero aún queda campo para expandir su aprovechamiento. Su versatilidad y lo relativamente simple y económico que resulta su cultivo auguran un futuro prometedor. No solo se seguirán inventando nuevos usos para este vegetal antiguo, sino que probablemente será una herramienta importante para mitigar los efectos del cambio climático.
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