Cuando en la década del 70 los cantantes de reggae entonaban letras sobre las bondades medicinales de fumar marihuana, muchos lo veían como una excusa para justificar su consumo recreacional. Lo cierto es que en esa época la ilegalidad del uso de la marihuana en todas sus formas hacía muy difícil el estudio científico y medicinal de la planta ‘Cannabis sativa’ y sus derivados.
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La prohibición del cannabis se inició en la década de 1920 en EE.UU. Hasta entonces, se cultivaba en cantidades industriales para usar su fibra en la producción de costales y otras aplicaciones similares al yute. La invención de una nueva fibra sintética, el nailon, y la influencia política de sus fabricantes, condujo a que EE.UU. prohibiera el cultivo y uso del cannabis en cualquier forma.
El pretexto para erradicar el cultivo y eliminar la competencia fue el consumo recreacional de las hojas y flores de la planta. Se legisló su prohibición en medio de una campaña de propaganda de tonos racistas, demonizando el consumo del cannabis, que era popular, especialmente entre la población afroamericana, mexicana y de escasos recursos. Con esa excusa, y la influencia mundial estadounidense, se logró una prohibición global que abriría enormes mercados para el nailon.
—Pasado y presente—
El cultivo de ‘Cannabis sativa’ y el consumo de sus componentes fueron considerados y tratados de igual manera que el tráfico y aplicación de drogas mucho más peligrosas.
“La planta que produce la marihuana, el ‘Cannabis sativa’, es originaria de las cordilleras del Himalaya en Asia”.
Su renovado uso a partir de los años 60 permitió conocer casos anecdóticos de beneficios medicinales. Aparte de los ‘tratamientos’ de glaucoma sugeridos por algunos músicos de la época, se notaron posibles beneficios para condiciones neurológicas.
Conforme se hizo más evidente el daño social del prohibicionismo extremo, diversos países procedieron a relajar las restricciones, descriminalizar y regular el cultivo y uso de ‘Cannabis sativa’ y sus derivados. Algunas naciones comenzaron con estas nuevas medidas a principios del nuevo milenio, y durante las siguientes dos décadas han ido regulando diferentes usos, comenzando con el medicinal y luego el recreacional. Uruguay fue el primer país latinoamericano en permitir la producción y venta de marihuana, como también del cáñamo industrial en el 2013.
La despenalización y la regulación han permitido estudiar el efecto de los componentes activos. Hoy vemos incluso farmacéuticas multinacionales cultivando y experimentando nuevas aplicaciones medicinales, pero su consumo no ha quedado libre de riesgos y controversia.
—Componentes e impactos—
La planta que produce la marihuana, el ‘Cannabis sativa’, es originaria de las cordilleras del Himalaya en Asia. Su cultivo data de épocas prehistóricas, con evidencia de su uso en Taiwán para producir fibra hace 10.000 años. También se ha usado por siglos como combustible, y para producir aceite y alimento de animales domésticos. Asimismo, se ha encontrado documentación del uso de cannabis para curar desde dolores e irritaciones hasta hemorroides en papiros egipcios de hace 3.700 años. El cirujano chino Hua Tuo (140-208) es la primera persona que aplicó marihuana como anestesia. En chino, la palabra para ‘anestesia’, ‘mázui’, significa ‘embriaguez por cannabis’.
El ‘Cannabis sativa’ produce alrededor de 500 compuestos químicos, más de 100 son cannabinoides, que no son comunes en otras especies vegetales. El más conocido es el tetrahidrocannabinol (THC), una sustancia psicoactiva que afecta las funciones cognitivas y sensoriales. Se denomina ‘marihuana’ a las variedades que contienen alto contenido de THC (las de bajo contenido son cáñamo) y a los cogollos donde se sintetizan y acumulan los cannabinoides.
“El ‘Cannabis sativa’ produce alrededor de 500 compuestos químicos”.
El THC actúa sobre el sistema nervioso en todo el cuerpo, pero se siente más claramente en el cerebro. Sus efectos relajantes y estimulantes del apetito, con pocas contraindicaciones o impactos colaterales, lo han convertido en una alternativa a medicamentos con más efectos secundarios para aliviar los estragos del cáncer, traumas psicológicos y otras dolencias.
Otro componente importante producido por el ‘Cannabis sativa’ es el cannabidiol o CBD. Esta sustancia también afecta el sistema nervioso, pero no produce una intoxicación cognitiva como el THC. Este es uno de los componentes más investigados para uso terapéutico; una de las aplicaciones comprobadas y más destacadas del CBD es en el tratamiento de ciertos tipos de epilepsia.
También se usa de manera limitada como terapia para la esclerosis múltiple y otras condiciones neurológicas. Sin embargo, su efectividad es variable.
—Riesgos y progreso—
El cannabis no es una panacea libre de riesgos. Con los avances tecnológicos, el contenido de THC en las plantas de cannabis se ha multiplicado, de un 3% por peso seco de las hojas a un 15%, incluso hasta un 30% en ciertos casos. Esto aumenta el peligro de sobredosis y eventos de intoxicación extrema.
Como toda sustancia que impacta al sistema nervioso, es prudente tomar conciencia tanto de los beneficios como de los riesgos. En países progresistas como Uruguay y Canadá, se ha regulado el uso medicinal y recreacional del cannabis, así como su producción y comercio; lo que ha permitido controlar su calidad, evitar mezclas peligrosas y proveer información a los consumidores.
Como con el tabaco y el alcohol, hay riesgos para la salud y el manejo de vehículos u otras tareas que requieren el uso pleno de las facultades. Sin embargo, la evidencia acumulada no indica que el consumo legal de cannabis sea peor que el de alcohol respecto a daños físicos, psicológicos o sociales.
En el Perú se ha regulado la comercialización de derivados medicinales del cannabis, principalmente del CBD. No se ha dado un abuso de los productos y se está iniciando un comercio organizado y regulado. Como vimos en páginas anteriores, cuando se dan nuevos tratamientos, los estudios a largo plazo permitirán comparar los efectos medicinales y quizás nuevas aplicaciones.
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