Uno de los impactos más sorprendentes de la pandemia de COVID-19 ha sido en el área de la información y la opinión pública. La propagación de información falsa y el apoyo a creencias equivocadas sobre las vacunas y el virus SARS-CoV-2 son tan peligrosos como la variante delta. Esto ha preocupado a la comunidad científica y al periodismo responsable.
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Mi padre solía decir que ni aun todos los sabios del mundo pueden explicar lo que trascurre en la mente de un solo idiota. Sin embargo, la propagación de información y creencias falsa durante la pandemia no es resultado exclusivo de la estupidez humana; se ha dado por la combinación tóxica de dos factores principales: esfuerzos intencionales por desinformar e irresponsabilidad mediática. Lamentablemente, la falta de educación impide distinguir fuentes fidedignas de información.
—Del oscurantismo al renacimiento—
La humanidad ha progresado a lo largo de los siglos. Por milenios dependimos de mitos, supersticiones y creencias fantásticas para tratar de explicar lo que no entendíamos. Esto llevó a nuestros antepasados a prácticas que hoy consideramos absurdas, como tratar la lepra con rituales de exorcismo para expulsar los demonios.
Tomó muchos siglos, y la muerte de varios pioneros, para llegar a valorar el conocimiento científico y obtener los avances de los que gozamos hoy.
“Combatir enfermedades fue solo una de las razones por las que se dio más valor a la ciencia en el Renacimiento”
La peste negra del siglo XIV en Europa hizo que muchas ciudades, especialmente en la densamente poblada Italia, empezaran a tomar medidas preventivas basadas en observaciones científicas. Por ejemplo, el aislamiento de los enfermos, las restricciones de movimiento y las cuarentenas.
La plaga del siglo XVI fue una de las últimas grandes epidemias devastadoras. En 1576 murió más de la mitad de la población en muchas ciudades italianas. Pero nadie en la ciudad de Ferrara, que adoptó en buen momento medidas sanitarias y de higiene personal, así como estrictos controles de entrada.
—Ciencia y desarrollo—
Combatir enfermedades fue solo una de las razones por las que se dio más valor a la ciencia en el Renacimiento. Avances científicos en otras áreas impulsaron el desarrollo social y económico de Europa. Por ejemplo, la astronomía y la química, que resultaron en inventos y beneficios tangibles en áreas como la navegación y la metalurgia.
El avance científico más importante de los últimos siglos no es un descubrimiento específico, sino el método científico: una manera de buscar explicaciones, experimentar ideas e inventos, y confirmar hallazgos; no es complicado, pero encontró gran resistencia por el hecho de que podía cuestionar o desvirtuar mitos y creencias enseñadas y aceptadas por generaciones, y que con frecuencia conferían poder a los gobernantes.
—Experimentos, análisis y pruebas—
Hemos dicho que en la educación lo importante no es memorizar información, sino conocer el porqué. La ciencia es, ante todo, un método, una herramienta para descubrir y entender. Para cuestionar un descubrimiento, explicación o una conclusión, antes que nada hay que analizar cómo se llegó a ella.
El primer paso es la observación de un cambio, ya sea en un fenómeno atmosférico, en el comportamiento de un animal o en la propagación de una enfermedad. Luego se analiza la información reunida y se formula de una hipótesis, una posible explicación.
El siguiente paso es llevar a cabo un experimento que ponga a prueba la teoría. Se replican y verifican los resultados para determinar si la teoría propuesta es cierta. Si los resultados de la experimentación o el sometimiento a pruebas, es decir, la evidencia científica, nos permite confirmar la teoría, entonces se puede hablar de una conclusión científica.
“El oscurantismo no tiene lugar en una sociedad moderna que busca el desarrollo. Su antídoto, la educación, no comienza ni se termina en el colegio o en la universidad”
—Vacunas y desinformación—
Tan pronto se descubrió el virus causante de la pandemia, surgió la urgencia global de detenerlo. Médicos, biólogos y otros científicos se dedicaron a estudiar el virus, su propagación y las posibilidades de desarrollar una vacuna. Se aplicaron los conocimientos acumulados hasta entonces, y se iniciaron experimentos para poner a prueba todo lo avanzado.
Para desarrollar una vacuna participan científicos de diversas áreas. Aprobar una candidata potencial requiere pruebas prolongadas, que son sometidas a corroboración por terceros. Para aceptar su uso, científicos y médicos de las agencias de salud de cada país analizan la información y realizan sus propias verificaciones. Aun confirmada la seguridad de una vacuna, y aprobado su uso, los estudios continúan con el fin de verificar su efectividad a largo plazo.
Para desvirtuar el valor de una vacuna y confundir a la población solo basta que un personaje popular diga algo equivocado; ya sea por ignorancia, porque quiere ser famoso o por el simple hecho de querer causar daño. Con la conectividad de las redes sociales, un artículo o video con desinformación puede propagarse por el mundo a la velocidad de la luz. Si la información falsa encaja con creencias o temores preexistentes, esta gana credibilidad y puede ser difícil de combatir.
—Educación constante—
Recibir y compartir información exige una constante actitud crítica que cuestione las fuentes. Un amigo, una estrella de TikTok o un usuario de Twitter que dicen ser especialistas pueden parecer informados, pero no podemos atribuirles la misma credibilidad que a la Organización Panamericana de la Salud o a los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU., donde trabajan miles de científicos.
El oscurantismo no tiene lugar en una sociedad moderna que busca el desarrollo. Su antídoto, la educación, no comienza ni se termina en el colegio o en la universidad; es constante. Cuestionar lo que escuchamos y leemos, y compartir solo conocimientos verificables de fuentes probadamente fidedignas son responsabilidad de todos.
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