Hay algunos términos químicos que escuchamos por primera y última vez en la clase de química del colegio. Sin embargo, uno de estos lo encontramos sin darnos cuenta todos los días y en diversas formas: los alcaloides. Los consumimos a diario en forma de té o café, y ocupan las páginas policiales con la cocaína.
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El término ‘alcaloide’ fue acuñado en 1819 por el químico alemán Carl Friedrich Meissner, y recién se usó ampliamente en la comunidad química a fines del siglo XIX. El nombre tiene su origen en el término latino ‘alkali’ –que a su vez viene del árabe ‘al-qalwi’, que significa cenizas de plantas– y en el sufijo griego ‘oid’, que quiere decir ‘parecido’. Aunque las sustancias alcaloides eran conocidas en la antigüedad, el término se volvió de uso general tras su publicación en el diccionario químico de 1880.
En su poema épico “Odisea”, escrita hace casi 3.000 años, Homero menciona un regalo que recibe la reina Helena de Troya: una droga llamada ‘nepente’ para aliviar las penas y olvidar; probablemente se trataba de opio, un alcaloide. En un libro chino del siglo III se menciona como planta medicinal la amapola, que contiene opio. En los Andes, las hojas de coca han sido usadas desde tiempos prehistóricos. El alcaloide de cocaína es la sustancia activa de la hoja, que se viene usando por milenios como estimulante y para diversos usos medicinales y tradicionales.
—La química—
El primer alcaloide en ser aislado fue la morfina, extraída por el químico alemán Friedrich Sertürne en 1804, quien inicialmente le dio el nombre en honor al dios griego de los sueños, Morfeo. Dos investigadores franceses, Pierre-Joseph Pelletier y Joseph Bienaimé Caventou, son considerados los padres de la química de los alcaloides. Pelletier y Bienaimé estudiaron extractos de plantas medicinales de diversas partes del mundo; fue así como aislaron y descubrieron a principios del siglo XIX la estricnina, la quinina y varios otros alcaloides, que pronto pasaron a usarse en la medicina.
Este fue uno de los pasos más importantes de la química y la medicina modernas, pues se pasó del uso de extractos y partes de plantas medicinales a la producción y utilización de sustancias específicas separadas de sus fuentes vegetales y dosificadas para uso médico.
En el siglo XX el invento de la espectroscopia y de la cromatografía aceleró los progresos de la química. Gracias a los nuevos métodos de análisis, para el 2008 ya se habían descubierto 12.000 alcaloides.
Si bien muchas plantas y algunos pocos animales producen alcaloides, estos se encuentran con mayor frecuencia y variedad en plantas con flor. Aproximadamente el 10% de todas las especies de plantas contiene alcaloides. La amapola alberga, además del opio, casi 30 tipos diferentes de alcaloides.
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Solo unas pocas variedades de alcaloides son producidas por hongos y por animales, notablemente por el castor y los anfibios coloridos de la familia de los ‘Filobates’, sapos selváticos usados para envenenar flechas y dardos.
Para ser alcaloide un compuesto tiene que contener nitrógeno y ser formado por aminoácidos. La gran variedad de estructuras químicas de los alcaloides ha hecho difícil distinguir en algunos casos si se trata de otros tipos de sustancias con características similares.
Existen, por ejemplo, los seudoalcaloides, compuestos químicos con estructura similar a un alcaloide que contienen un átomo de nitrógeno pero que no han sido sintetizados a partir de aminoácidos. Un ejemplo famoso de seudoalcaloide es la cicuta, veneno que causó la muerte del filósofo griego Sócrates. Otro seudoalcaloide menos tóxico y de gran impacto mundial es la cafeína.
Los verdaderos alcaloides contienen nitrógeno en una estructura cíclica (formando anillos) y son sustancias básicas que reaccionan con ácidos para formar sales. En su forma destilada, generalmente son cristales incoloros de sabor amargo, aunque en la mayoría de los casos no es recomendable probar el sabor.
“El primer alcaloide en ser aislado fue la morfina, extraída por el químico alemán Friedrich Sertürne en 1804”.
—La variedad—
La familia de los alcaloides comprende una amplia gama de compuestos activos derivados de plantas, muchas de las cuales tenían usos medicinales en la antigüedad. La farmacología moderna los ha adoptado y son componentes principales de muchos medicamentos.
Algunos ejemplos son la quinina, usada contra la malaria, y la efedrina, que tiene propiedades antiasmáticas. La galantamina es un vasodilatador empleado para tratar el deterioro cognitivo y el Alzheimer. También están la vincamina, que actúa contra la arritmia, y la quinidina, un anestésico. Otros alcaloides poseen propiedades que los hacen psicoactivos e incluso adictivos; entre ellos están la morfina y la nicotina.
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—Psicoactivos—
Desde tiempos prehistóricos se han usado plantas que contienen alcaloides por su efecto psicoactivo: estimulantes del sistema nervioso central, como la cafeína o la cocaína. La mescalina, extraída del mezcal y del peyote, fue usada por culturas precolombinas y tiene efecto alucinógeno.
La morfina y la codeína, ambas derivadas del opio, son narcóticos de fuerte efecto analgésico. Otros alcaloides no generan eso, pero son precursores de drogas, como la efedrina, usada para producir metanfetamina.
Al hablar de alcaloides en general, y los psicoactivos en particular, es importante mencionar dos de gran impacto sobre la economía y la salud pública: el opio y la cocaína.
En el Perú conocemos bien la cocaína. El opio, más común en Asia, se obtiene de la cáscara de la semilla de la amapola. Aproximadamente el 12% del opio consiste en el alcaloide anestésico morfina. Su uso regular, sea para fines médicos o recreacionales, produce tolerancia y dependencia, y causa daños como edema pulmonar y colapso cardíaco.
La morfina se procesa químicamente para producir heroína, un producto más psicoactivo y adictivo. La heroína y la cocaína son los dos alcaloides de mayor consumo ilegal en el mundo por sus potentes efectos analgésicos y estimulantes.
Con excepción de un par de países donde la drogadicción es tratada como enfermedad, el mundo les ha declarado la guerra, lo cual les da un alto precio que enriquece a narcotraficantes. Esperemos que nuestro país un día use las herramientas de la ciencia para combatir la adicción a los alcaloides, en vez de las armas.
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