Para la mayoría de personas, resulta incomprensible el entusiasmo que muchos dentistas tienen por su profesión. Los ciudadanos comunes trascurrimos nuestros días sin prestarle mucha atención a nuestros dientes, y solo nos acordamos de ellos para maldecir una picadura o malestar aparentemente insoportable. Aun entonces, ignoramos su complejidad.
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La dentadura es una herramienta desarrollada a lo largo de cientos de millones de años. Los primeros dientes fosilizados de los que se tienen registro no fueron estructuras separadas: aparecen como pliegues de escamas de la piel en zonas que bordean la boca. Estas estructuras se han encontrado en fósiles de peces primitivos del período devoniano, hace unos 400 millones de años.
–Estructura y materiales–
Los dientes no son huesos. Al igual que las escamas exteriores de los ancestros acuáticos, los dientes se originan de una de las tres capas de tejidos germinales, específicamente, del ectodermo, del cual se desarrollan la piel y diversos tejidos externos.
Los dientes han evolucionado de manera distinta y varían en complejidad dependiendo de la especie. El diente más extraordinario lo tiene el narval (‘Monodon monoceros’), una ballena pequeña que habita en las aguas árticas y del Atlántico Norte. Este cetáceo tiene un colmillo frontal que se extiende hasta más de dos metros, con millones de terminales nerviosos. Lamentablemente, el narval no ha sido estudiado lo suficiente para conocer los diversos usos que tiene este colmillo.
El diente humano también es complejo. Su capa exterior es un esmalte de minerales cristalizados formado por hidroxiapatita y pequeñas cantidades de proteínas. Este tejido translúcido es el más duro del cuerpo humano, pero puede fortalecerse aún más con el flúor, que forma los cristales de fluorhidroxiapatita, los cuales protegen la segunda capa del diente, la dentina, y ayudan a resistir las caries.
Por el proceso de dentiogénesis, el órgano dental produce la dentina, que es más blanda y elástica que el esmalte. Esta segunda capa está compuesta en un 70% por una mezcla de material inorgánico (principalmente cristales de hidroxiapatita) y material orgánico (principalmente colágeno y proteínas). La dentina tiene miles de canalículos o microtubos que transmiten sensaciones desde el esmalte hacia la pulpa, que se halla en el interior del diente.
La pulpa es el tejido que contiene vasos sanguíneos y nervios. Los primeros tienen la función de formar y nutrir al diente para crecer y mantenerse saludable. Los nervios dan la sensibilidad que lo protege en su uso.
Las encías, que rodean la base de los dientes, son un tejido aparte, que da apoyo y protección. La raíz ancla el diente al hueso de la mandíbula; las puntas de las raíces tienen aperturas para conectar la pulpa con los sistemas sanguíneos y nerviosos.
“Los tiburones tienen dientes poco complejos y los reemplazan con gran frecuencia, en algunos casos, cada dos semanas”.
–Especialización–
Las dentaduras pueden ser de tres tipos: permanente (no se reemplaza durante toda una vida), dientes que se reemplazan una sola vez, y dientes de reemplazo constante. Los primates renuevan sus dientes una sola vez. El ser humano comienza con dientes de leche, que son eventualmente reemplazados por dientes permanentes. Los tiburones tienen dientes poco complejos y los reemplazan con gran frecuencia, en algunos casos, cada dos semanas.
Los dientes pueden cumplir una variedad de funciones. Las más vitales y comunes son capturar, desgarrar y masticar el alimento para su digestión. Sin embargo, tienen muchos y diversos usos: desde un arma para defenderse, hasta una herramienta para cargar crías.
La función de cortar los alimentos generalmente está a cargo de los incisivos y caninos, con los que se captura y desgarra una presa o corta una planta. Los roedores y otros animales vegetarianos, como los caballos y las alpacas, tienen dientes incisivos prominentes, que sufren un desgaste continuo, por eso crecen de forma constante. Detrás de los incisivos están los masticadores (premolares y molares), que trituran y muelen, y gracias a la saliva dan inicio la digestión de los alimentos.
–Avances notables–
Los hábitos modernos han tenido un enorme impacto sobre la salud dental. Por un lado, ha habido avances enormes en higiene y cuidado de los dientes. El uso de cepillos y pastas de dientes e hilo dental han reducido drásticamente la ocurrencia de caries, sarro y gingivitis.
Los avances científicos y tecnológicos también han hecho una diferencia enorme. Hoy se puede detectar y diagnosticar problemas con precisión a través de radiografías. Asimismo, el uso de anestésicos y antisépticos locales permite tratamientos complejos sin grados de riesgo de infección y sufrimiento, que antes resultaba casi insoportable.
Las herramientas del dentista, como los taladros, también han evolucionado enormemente: del pedal que hacía girar una broca de metal tosco, con los correspondientes riesgos y sufrimiento, al uso de puntas finas de diamante artificial y motores eléctricos de muy altas revoluciones, que permiten velocidad y alta precisión. Lo mismo ha ocurrido con las técnicas y materiales para reparar y reemplazar dientes.
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–Cuidado y salud–
Hoy sabemos que hay una relación directa entre la alimentación y la salud dental. La comida chatarra, el exceso de azúcares y el consumo de café, tabaco y –especialmente– de gaseosas y bebidas azucaradas han causado un declive en la salud dental. Al perforarse el esmalte por los ácidos que producen las bacterias, que prosperan con los carbohidratos y la sacarosa de la dieta moderna, se ven afectados el esmalte y la dentina, causando caries. Estas infecciones pueden llegar hasta la pulpa y la raíz, causando mucho dolor y destruyendo el diente.
Si bien los avances en la odontología son admirables, es mejor no tener que recurrir al dentista, pues no solo es costoso, también –en muchas ocasiones– resulta imposible restaurar un diente a su estado original. Esto recalca la importancia de apreciar la maravilla de la evolución que son los dientes, y cuidarlos como parte esencial de nuestro cuerpo.
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