Este jueves 24 de marzo es el Día Mundial de la Tuberculosis. La fecha, designada por las Naciones Unidas, busca motivar la lucha contra esta enfermedad respiratoria, que tiene una mortandad de 50% en infecciones sin tratamiento, mucho más alta que el COVID-19. Pese a un siglo de esfuerzos y avances para combatirla, la tuberculosis (TB) causa más de 1,5 millón de muertes cada año.
Una de las víctimas de la pandemia fue el esfuerzo global para erradicar la tuberculosis. Debido a que esta enfermedad afecta principalmente a poblaciones pobres y marginales, muchos gobiernos no le daban la importancia ni recursos suficientes. Con el esparcimiento veloz del nuevo coronavirus, la necesidad de aislar actividades y personal, y la escasez de recursos, se creó una situación de emergencia sanitaria mundial, e hizo que lo urgente dejara de lado a lo importante.
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Combate de más de un siglo
La fecha de celebración recuerda el día de 1882 en que el alemán Robert Koch hizo público su descubrimiento de la causa de la enfermedad: un bacilo microscópico, ‘Mycobacterium tuberculosis’. Koch ya había descubierto el microbio causante del ántrax y confirmado la causa del cólera (‘Vibrio cholerae’). Este descubrimiento no solo avanzó el diagnóstico, prevención y cura de la TB, sino que confirmó la causa microbial de las enfermedades más graves de su época y contribuyó a una revolución médica y sanitaria.
La tuberculosis posiblemente ha existido desde la prehistoria. Tenemos pruebas definitivas en restos genéticos identificables de bacilos encontrados en cuerpos momificados, incluyendo casos confirmados de tuberculosis en momias preincaicas y del antiguo Egipto. Sin tratamiento efectivo, la enfermedad continuó afectando y matando gente a lo largo de la historia. Por muchos siglos, la tuberculosis era tratada de manera indirecta, aliviando los síntomas y fortaleciendo al enfermo.
“El combate contra la TB en el Perú ha logrado avances notables, reduciendo su incidencia en la última década”.
Transmisión y prevención
A principios del siglo XIX, el desarrollo de la medicina moderna y el estudio científico empezaban a diferenciar la tuberculosis de otros males, a identificar su origen y lograr avances en la prevención. Ya se pensaba que la cercanía a personas enfermas podía causar contagio, y se demostró que la transmisión era posible inoculando sangre de personas enfermas. También se especulaba –correctamente– que podía contagiarse tomando leche infectada. Gracias a la pasteurización (inventada por Louis Pasteur, unos 20 años antes de los hallazgos de Koch), la leche dejó de ser un vehículo de transmisión de tuberculosis y otras enfermedades.
A pesar de los avances, el Siglo XIX fue también una época de gran contagio. La revolución industrial generó el crecimiento explosivo de centros urbanos. El hacinamiento de viviendas y las pésimas condiciones dentro de las fábricas, donde la gente tenía que respirar por periodos prolongados el mismo aire que personas enfermas que tosían, fueron un centro de contagio de tuberculosis.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que en el siglo XIX hasta 25% de las muertes en Europa fueron causadas por tuberculosis. Se hicieron populares los sanatorios alejados del hacinamiento, donde los enfermos podían respirar aire fresco, descansar y alimentarse bien, lo que ayudaba, a los que tuviesen medios suficientes, a recuperarse y sanar.
La tuberculosis no se transmite tan fácilmente como el COVID-19. El contagio requiere exposición prolongada o frecuente con infectados activos, no latentes o asintomáticos. La mayoría de personas expuestas casualmente a ‘Mycobacterium tuberculosis’, si tienen defensas saludables, derrotan al bacilo antes de que se multiplique.
“A pesar de los avances, el Siglo XIX fue también una época de gran contagio. La revolución industrial generó el crecimiento explosivo de centros urbanos”.
La tuberculosis es más común de lo que muchos pensarían: hasta el 25% de la población mundial, sobre todo en África y Asia, ha estado expuesta. Se calcula que hasta el 10% de los contagiados pueden tener una infección latente, sin síntomas y sin contagio porque el bacilo, para escapar de las defensas del cuerpo, se ha amurallado envolviéndose en material protector y cesando actividad.
El bacilo puede multiplicarse y prosperar cuando las condiciones se vuelven propicias. Por ejemplo, cuando la persona está malnutrida, con las defensas y pulmones débiles, y vive o trabaja en condiciones que la exponen constantemente al contagio. Como bien ha dicho el Dr. Uriel García Cáceres, insigne investigador de esta enfermedad en el Perú: podemos considerar que la causa principal de la tuberculosis es la pobreza.
Tratamiento y vacunas
La tuberculosis, generalmente, se puede detectar con radiografías de los pulmones debido a las lesiones causadas por el bacilo, y pruebas de laboratorio lo confirman. Se cura con antibióticos, pero el bacilo es contumaz y requiere unos seis meses de tratamiento ininterrumpido.
Un problema muy serio es el uso incorrecto o incompleto de antibióticos. Si no se usan de forma continua hasta eliminarlo, el bacilo puede generar resistencia, haciendo inservible el antibiótico. Esto crea cepas resistentes, cuyo tratamiento resulta más complicado, extenso e incluso inútil. El uso disciplinado y completo de antibióticos es imperativo.
Hay una vacuna contra la tuberculosis, pero es cara, requiere renovación cada ciertos años, y no tiene el grado de efectividad que tienen otras, como las de la polio o el COVID-19. Con el beneficio de los avances logrados durante la pandemia, incluyendo las vacunas de ARN, se están desarrollando nuevas vacunas que se espera sean más accesibles y efectivas.
El combate contra la tuberculosis en el Perú ha logrado avances notables, reduciendo su incidencia la última década. Nuestras campañas móviles de detección y tratamiento gratuito han sido emuladas en el mundo. La pandemia puso obstáculos, pero las lecciones y avances resultantes pueden dar nuevos ímpetus.
No podemos descuidar la detección y tratamiento, apoyados por concientización y prevención; descuidarnos tendría un costo en salud y progreso. Como bien dice el lema del Día Mundial de la Tuberculosis de este año, hay que “Invertir para poner fin a la tuberculosis y salvar vidas”.
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