Cuando el argentino Florentino Ameghino, pionero de la paleontología latinoamericana, encontró a fines del siglo XIX fósiles de aspecto humano en las pampas, teorizó que podía tratarse de un ancestro humano.
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En ese entonces, Darwin ya había definido el principio de evolución en el reino animal, basado en gran parte en registros fósiles. Luego trató de aplicar su teoría a una posible evolución humana. En “El origen del hombre”, especuló que debido a la similitud entre humanos, gorilas y chimpancés, estos debían tener un ancestro común originado en África.
Esto propició una búsqueda global de fósiles para explicar la evolución humana. Mientras Ameghino exploraba en Sudamérica, en Alemania se hallaron fósiles de lo que luego se denominaron neandertales (por el valle germano de Neander). Al poco tiempo se encontraron fósiles en China, con lo que empezó a dudarse del ancestro común africano.
—Rompecabezas fósiles—
Darwin no estaba equivocado. A principios del siglo XX, se hallaron en Sudáfrica fósiles de un cráneo con similitudes a cráneos humanos y simios. Por esto se le llamó inicialmente el eslabón perdido, por el vínculo que conectaría a humanos y simios. Luego se le llamó ‘Australopitecus africanus’ (‘austral’, ‘del sur’, y ‘pithecus’, ‘simio’). Después se hallaron fósiles similares en otras áreas de África, especialmente la Garganta de Olduvai en Tanzania, que resultó ser el yacimiento más rico del mundo de fósiles ancestrales.
Además del ‘Australopitecus’, que existió hace unos 2 a 3,5 millones de años, se hallaron restos de otras especies de homínido (de la familia ‘Hominidae’), clasificación que cubre a la especie humana (‘Homo sapiens’) y a las diversas especies extintas la precedieron, incluyendo ‘Homo habilis’ (hombre hábil) y ‘Homo erectus’ (hombre erguido).
—Fósiles y genética—
En la segunda mitad del siglo XX, se perfeccionó el fechado de fósiles por contenido de trazas de carbono 14. Un par de décadas después se desarrolló una herramienta que ha revolucionado la antropología: el análisis genético.
Hoy contamos con recursos que permiten analizar las últimas generaciones de nuestro material genético y determinar el origen de nuestras familias. Algunos de esos procedimientos son dudosos, basando sus conclusiones más en parentescos que en análisis genético. Sin embargo, hay estudios genéticos que pueden contestar preguntas importantes, incluyendo el origen y evolución de nuestros antepasados.
“Algunas especies de homínidos parecen haber sido desplazadas e incluso eliminadas por otras, compitiendo por territorio y alimento”.
Los registros fósiles hallados hasta hoy indican que los antecesores comunes de los primeros homínidos vivieron en África. Hace unos 6 a 9 millones de años, estos se aventuraron a la sabana y empezaron a caminar erguidos. Darwin acertó al postular que los grandes simios y el ‘Homo sapiens’ tienen un ancestro común. Análisis genéticos muestran que casi 95% del material genético humano es idéntico al de los chimpancés, y el de los gorilas solo 1% menos. Por esto, los gorilas y chimpancés son nuestros parientes más cercanos del reino animal.
El análisis genético ha ayudado a estimar el punto en que nuestra familia humana se separó del ancestro común. Los grandes simios tienen 48 cromosomas, mientras nosotros tenemos 46. Nuestro segundo cromosoma es el doble de largo y contiene el código genético casi completo de dos cromosomas que solo se encuentran en esos simios. Es decir, es el resultado de la fusión de esos dos cromosomas. Esto habría limitado la reproducción de quienes portaban el cromosoma fusionado, creando una rama separada. Esta fusión se encuentra también en neandertales y denisovanos, indicando que la separación de homínidos y simios ocurrió hace entre 1 y 4,5 millones de años.
—¿Árbol o arbusto?—
En el último siglo se han encontrado cantidades de fósiles de diversa antigüedad por todo el mundo, armando un rompecabezas al que todavía le faltan muchas piezas. La figura resultante, más que un árbol genealógico de la humanidad, parece mostrar un arbusto de muchas ramas.
La dispersión de grupos de homínidos por diferentes ambientes geográficos y su eventual adaptación a las circunstancias, reproducción separada de otros grupos y continuidad de mutaciones genéticas en los descendientes habrían llevado a la aparición de diversas ramas cada vez más diferenciadas. Un ejemplo es el ‘Homo floresiensis’, de apenas un metro de altura, que habitó la isla Flores de Indonesia hasta hace unos 50.000 años.
Eventualmente, muchas desaparecieron, se especula que debido a cambios climáticos, cataclismos y enfermedades. El ‘Homo sapiens’ recién aparece en los registros fósiles de hace 300.000 años.
Algunas especies de homínidos parecen haber sido desplazadas e incluso eliminadas por otras, en competencia por territorio y alimento. Otras parecen haberse mezclado, al punto de haber convergido. Este habría sido el caso de los neandertales, que hace unos 40.000 años lograron un desarrollo que incluía vestimentas, herramientas, técnicas para cocinar y uso de plantas medicinales. Hay rastros de su ADN en nuestro código genético, lo que indica que algunos neandertales se mezclaron con el ‘Homo sapiens’.
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—Evolución futura—
En América, nuestra historia es más reciente, pero siempre fascinante y llena de misterios aún no resueltos. Hasta mediados del siglo XX, predominó la teoría de una migración durante la era glacial a través del Estrecho de Bering. En los años 80, se encontró evidencia de asentamientos humanos de 14.500 años en Monte Verde, Chile. Este año se ha dado a conocer el descubrimiento de huellas humanas de entre 21.000 y 23.000 años en el sureste estadounidense. Desgraciadamente, no tenemos material genético que nos diga de quiénes son parientes. Los análisis genéticos de indígenas americanos actuales muestran que se diferenciaron de la población asiática entre 15.000 y 16.000 años. Entonces, ¿quiénes dejaron esas huellas miles de años antes?
En estos momentos, los homínidos que quedamos sobre la Tierra nos vimos como si fuéramos especies diferentes en competencia. Pero somos solo una especie con variaciones de tamaño, colores de cabello y piel, y otros rasgos exteriores, casi 100% idénticos genéticamente. Somos primos hermanos. Con la movilidad actual vamos camino a ser cada vez menos primos y más hermanos.
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