Durante estos días de cuarentena, sobre todo en ciudades con pocos parques y jardines, muchos se han dedicado a la horticultura. En mi casa, los cactus están llenando el patio. Estos son un subgénero de las suculentas, plantas que almacenan agua en órganos especializados. Todos los cactus son suculentas, pero no toda suculenta es un cactus.
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La palabra ‘cactus’ deriva del griego ‘káktos’, un cardo o una planta espinosa a la que hacen referencia poetas de la antigüedad. El naturalista Plinio el Viejo introdujo la palabra al latín en su “Historia natural”, y el naturalista sueco Carlos Linneo, inventor de la taxonomía (ciencia de la clasificación), agrupó 22 plantas bajo el nombre genérico ‘cactus’ en 1751. Hoy forman parte de la familia Cactaceae.
–Las cactáceas–
La característica que identifica una planta como cactácea es su areola, la estructura que desarrolla fibras y espinas, frutas, flores y vástagos nuevos. Asimismo, los cactus consumen CO2 durante la noche, al contrario de la mayoría de las plantas. Este metabolismo especial se conoce como CAM (del inglés ‘Crassulacean Acid Metabolism’, o metabolismo ácido de las crasuláceas).
El CAM consiste en absorber CO2 durante la noche y guardarlo en forma de ácido málico en vacuolas de las células. Al día siguiente lo liberan y usan en la fotosíntesis. Esto les permite mantener sus estomas (aperturas exteriores) cerrados durante horas a pesar del calor y se reduce la pérdida de agua por evaporación.
–Origen y popularidad–
No sabemos mucho del origen de los cactus, ya que solamente dos fósiles han sido encontrados. El más antiguo es un cactus parecido al nopal que procede del oeste de EE.UU. y data de hace unos 50 millones de años. El avanzado desarrollo de ese espécimen (ya muestra areolas y otras características de cactus actuales) ha llevado a postular que su evolución comenzó hace unos 65 millones de años, cuando el clima en esa región estaba cambiando y las Montañas Rocosas se elevaban, creando desiertos que llevaron a la adaptación de estas plantas.
Las cactáceas continuaron evolucionando cuando el continente se separaba por la deriva continental, quedando solamente en el continente americano. Aunque los cactus son populares en todo el mundo, de unas 2.000 especies catalogadas solo una crece silvestre fuera de las Américas. Esta excepción, ‘Rhipsalis baccifera’, se encuentra en Ceilán, Madagascar y África tropical, y puede haber sido transportada por pájaros migratorios (en semillas) o por barcos durante tiempos de la Colonia.
“La hoja y la fruta del cactus se usan desde tiempos prehistóricos como alimento y medicina”.
–Gran variedad–
Los cactus varían en tamaño y forma. Uno de los más famosos es el gran saguaro del desierto de Sonora, en EE.UU. y México.
La población de saguaros pierde especímenes cada año, pero unas seis veces por siglo, cuando hay mayor precipitación, produce gran cantidad de vástagos, con lo cual se ha mantenido bastante estable durante siglos a pesar de ser extremadamente vulnerable. Un saguaro demora 10 años en alcanzar cuatro centímetros de altura, pero su crecimiento y la capacidad de guardar agua aceleran con la edad. El saguaro toma su forma característica –empieza a desarrollar ‘brazos’– entre los 50 y 80 años. Un ejemplar conocido como ‘El Abuelo’ tiene aproximadamente 300 años. El saguaro más alto llegó a medir 23 metros.
–Anatomía y adaptación–
Como la mayoría de cactus, el saguaro tiene un esqueleto leñoso y piel o cutícula gruesa y cerosa, que lo hace impermeable y evita la evaporación de agua. Su superficie forma pliegues (costillas), que le permiten expandirse al hidratarse.
Sus areolas son como discos, distribuidas cada dos o tres centímetros a lo largo de las costillas, y de cada una salen hasta 30 espinas de cinco centímetros. Estas protegen al cactus de animales y proveen algo de sombra.
Debajo de la piel, el cactus tiene una capa delgada de células que contienen clorofila, donde llevan a cabo la fotosíntesis, que usa la luz solar para producir alimento. Esta también le da el característico color verde al saguaro y a todos los cactus. Su interior está constituido de parénquima, tejidos para almacenar agua. Un saguaro saturado es 90% agua y pesa 120 kilos por metro.
Hay gran diversidad de cactus, desde el ‘Blossfeldia liliputiana’ de un centímetro hasta el gigante saguaro. Los hay en forma de columnas y de globos, cubiertos de ‘lana’ blanca o espinosos. Los encontramos hasta 3.350 metros sobre el nivel del mar y en todo tipo de climas.
–Usos–
La hoja y la fruta del cactus se usan desde tiempos prehistóricos como alimento y como medicina. El famoso nopal, con su deliciosa tuna, se encuentra desde las praderas canadienses hasta el sur de Chile. Fue llevado a España y África por los conquistadores y hoy se cultiva en el mundo entero.
El famoso cactus de San Pedro (‘Echinopsis Pachanoi’) se usa como medicina tradicional en el Perú desde tiempos de la cultura Moche. Este cactus, que llega a medir siete centímetros y tiene fragantes flores, es un poderoso alucinógeno. Hoy se estudia su eficacia para tratar enfermedades crónicas como la hipertensión, así como sus propiedades antibacterianas.
Para algunos animales, especialmente en el desierto, las cactáceas son fuente de alimento y agua; algunos anidan entre sus espinas, que les ofrecen protección.
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–Cactus peruanos–
En el Perú hay más de 250 especies de cactus, de las cuales unas 200 se encuentran únicamente en nuestro territorio. En el Parque de las Leyendas, el cactáceo de Lima, conserva más de 20 especies de cactus rescatados en nuestra capital. La mayor amenaza contra esta planta es la pérdida de hábitat ante la expansión urbana y el cambio climático, que está causando sequías en algunas áreas y frío más intenso en la costa.
Su adaptación a condiciones extremas y su popularidad probablemente ayudarán a la supervivencia de muchas especies. Mientras tanto, criar cactus en casa ayuda con nuestro granito de arena al cambio climático y al espíritu.
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