Los números son una parte importante, si no definitiva, de la evolución humana. Sin embargo, la capacidad de contar no es exclusiva de los humanos –tampoco la de diferenciar cantidades– pues primates y loros pueden contar.
Lo que nos diferencia del mundo animal es el concepto: la creación de un lenguaje para los números y las matemáticas. Y en uno de sus experimentos les mostró a unos monos dos imágenes con distintas cantidades de puntos al tiempo que los hacía escuchar unos pitidos.
Los monos podían señalar la imagen cuya cantidad de puntos era igual a la de pitidos. Pero no siempre acertaban, lo que indica que estos animales tienen un sistema de aproximación primitivo para entender los números.
Experimentos como este parecen confirmar que si bien los humanos somos capaces de resolver problemas matemáticos que no están al alcance de los monos, "el subyacente conocimiento matemático es un sentido numérico primitivo", explica Brannon.
"Esto sugiere que aun cuando nos hemos convertido en procesadores de matemática simbólica, todavía tenemos operando simultáneamente estos sentidos numéricos primitivos", en los que nos basamos en la aproximación.
Este sentido primitivo no es el único mecanismo del cerebro humano. Hay un segundo sistema que también compartimos con otros animales y es innato en los bebés.
Se trata de la subitización, el sistema que nos permite identificar la cantidad de objetos en un instante. Este sistema solo funciona en pequeñas cantidades –o con números muy bajos– y es el que nos permite determinar con la misma rapidez 1, 2 y 3, y algunas veces 4.
Es decir, contar hasta tres puede llevar más tiempo que contar uno o dos. Pero si ves objetos o puntos en una carta, reconocerás casi con la misma inmediatez uno que tres. Así que tenemos un sistema de números aproximados, en el que podemos estimar conjuntos muy grandes (de decenas o cientos), y otro sistema en el que hacemos seguimiento a conjuntos pequeños de una forma más precisa.
Del 1 al 9
¿Cómo interactúan estos dos sistemas? Para Susan Carey, profesora de Harvard, la clave está en nuestra habilidad de memorizar listas ordenadas.
"Lunes, martes, miércoles, jueves... a, b, c, d, e...1, 2, 3, 4, 5... Son listas que al principio no tienen ninguna relevancia. Los niños pequeños no tienen la más mínima idea de lo que es lunes, martes, miércoles, jueves y viernes", señala la experta.
Los humanos aprendemos 1, 2, 3, 4, 5 sin saber lo que significan, hasta que pasamos por una etapa en la que todo empieza a tener sentido. "Los niños pasan de saber lo que es 1, pero no saber lo que son los demás, a saber lo que es 2 y darte lo que es 1 y 2, pero si les pides 3 te dan un puñado (de objetos)", explica Ted Gibson, científico cognitivo del Instituto de Tecnología de Massachusetts.
Después pasan por una etapa en la que saben 3 –y algunos niños pasan por 4– pero "no hay niño que sepa 1, 2, 3, 4 y 5 y no sepa 6, 7, 8 y 9", aclara Gibson. De alguna forma, cuando están entre 4 y 5, los niños dan el gran salto de descubrir –o descifrar– lo que es esta lista y cómo funciona. Y la razón por la que podemos hacer esto se debe a que tenemos el lenguaje y la escritura.
Aprendemos nuestra lista de contar con palabras y símbolos, lo que nos hace únicos en el reino animal.
Uno de los mejores trabajos en cognición numérica es el que hizo la doctora Irene Pepperberg con loro africano Alex. Alex aprendió a entender las palabras y los numerales del 1 al 6. Cuando le mostrabas un conjunto de objetos, este podía decir la cantidad exacta de esos objetos.
Esto permitió demostrar los beneficios del lenguaje y las listas para aprender el significado exacto de los números.
También es otro ejemplo de cómo los números son al mismo tiempo uno de los conceptos más simples y extraordinarios que los humanos usamos en el día a día. Este artículo es parte del programa de radio Discovery del Servicio Mundial de la BBC. Presentado por Alex Bellos y producido por Andrew Luck-Baker.