Hace unas semanas se cumplieron 40 años de la erupción del monte Santa Helena, un volcán en el estado de Washington, al noroeste de EE.UU. Fue una erupción que hizo historia en la geología por ser tan inusual y hacer tanto daño siendo relativamente chica. La energía liberada, a pesar de no ser de las más grandes erupciones del siglo, fue mayor que la de todas las bombas lanzadas durante la Segunda Guerra Mundial, incluyendo las dos bombas atómicas.
Cabe notar que el monte Santa Helena hizo erupción repetidamente entre los años 1800 y 1857, con descargas probablemente tan enormes como las de 1980, aunque no sufrió la destrucción de su cono. Sin embargo, aparte de la tradición oral indígena y algunos registros históricos y recuentos de exploradores, no se conocen muchos detalles de los sucesos ocurridos fuera del registro geológico.
La erupción de mayo de 1980 ha sido estudiada minuciosamente y ha rendido tomos de información y lecciones sobre vulcanología. El seguimiento que se le ha dado a la zona ha permitido entender la evolución ecológica tras la erupción y las consecuencias del largo impacto, como el cambio de la hidrología.
A pesar del amplio aviso, la erupción del Santa Helena mató a 57 personas, entre ellas dos geólogos y varios fotógrafos que habían subido a montes vecinos. En lugar de ser erupción hacia arriba, la montaña reventó hacia un costado. Una bola de gases, cenizas y rocas avanzó hacia el norte a 300 km/h, alcanzando a quienes se habían puesto a observar la erupción sin sospechar que iría en su dirección.
–VULCANISMO–
Un volcán resulta de la ruptura de la corteza terrestre, que permite escapar lava caliente, ceniza volcánica y gases del magma que están debajo de la superficie. Hay volcanes porque la corteza de la Tierra está dividida en placas tectónicas y estas placas se deslizan sobre el manto terrestre, que es un material más liso. Los volcanes generalmente están donde las placas convergen o se separan, donde hay fricción o ruptura.
La mayoría de las placas divergentes se encuentran en el fondo de los océanos. Por ejemplo, la cordillera submarina del Atlántico produce muchos volcanes; algunos llegan a la superficie, formando islas. Los volcanes del anillo de fuego del Pacífico se deben a placas convergentes. En el Perú, la placa de Nasca se sumerge bajo la placa sudamericana, resultando en un área volcánica muy activa.
–PUNTOS CALIENTES–
Otro tipo de vulcanismo es el llamado de los puntos calientes. El mejor ejemplo son las islas hawaianas. Estas son una cordillera submarina que ha salido a la superficie. Su punto de avanzada es el volcán Kilauea, que ha estado en erupción desde 1983. La erupción de este volcán no es violenta, pero sí continua, y ha llegado hasta el mar, causando destrucción en su camino.
Hay otros puntos en el Atlántico y el Pacífico que han formado las islas Azores, Islandia y las islas Galápagos. La placa africana en el Mediterráneo ha formado el volcán Etna de Sicilia, entre otros.
La placa antártica también tiene puntos calientes que han originado islas, entre ellas las Kerguelen y Ross. Esta última tiene cuatro volcanes, incluyendo el monte Erebus, que se calcula lleva en erupción intermitente más de un millón de años, y una erupción continua desde 1972. La placa sudamericana ha formado la isla Ascención y el archipiélago Trinidad y Martín Vaz; la norteamericana ha dado lugar a las Bermudas.
–LOS MAYORES Y MÁS NOTABLES–
Los volcanes pueden ser notables por varias razones, siendo la más conocida el daño que han causado. A pesar de la gran fuerza que liberó el Santa Helena, no se encuentra entre los más grandes de los últimos siglos. La fuerza de una erupción se mide con el índice de explosividad volcánica (IEV), una escala de ocho grados. El IEV calcula la magnitud de la erupción combinando varios factores: los productos expulsados (lava, piroclastos, ceniza), altura de la erupción, duración y otros elementos. Un aumento de un grado significa una erupción 10 veces más potente.
Se registran continuamente erupciones de IEV 1 (ligeras) cuyos productos suben hasta un kilómetro de altura. Erupciones con IEV 3 no siempre pasan inadvertidas.
El nevado del Ruiz de Colombia es un pequeño volcán en un glaciar que en 1985 hizo erupción y formó una avalancha que se llevó un pueblo en el que dormían 23 mil personas.
Con un índice de cinco y un alcance de 15 kilómetros de altura, la erupción del Santa Helena se considera cataclísmica, de igual intensidad que la del Vesubio, que mató a más de 13.000 personas el año 79, en Pompeya. Erupciones de este nivel se registran aproximadamente cada 12 años.
Con una erupción de IEV 6 (colosal), las emisiones alcanzan más de 20 kilómetros de altura. Así ocurrió con el volcán Laki, en Islandia, cuya erupción en 1783 y su ceniza en la atmósfera causaron cambios climáticos y una hambruna que contribuyó a precipitar la Revolución Francesa. Erupciones de un IEV 7 se dan cada 500 a 1.000 años, y la última registrada fue la del monte Tambora, en Indonesia, que en 1815 causó entre 71.000 y 250.000 muertos, si se incluye el año sin verano que provocó otra hambruna. En época del Antropoceno, no se han registrado erupciones de IEV 8.
De las erupciones más poderosas existe un amplio registro geológico que va cientos de millones de años atrás. La historia del planeta está escrita en su corteza.
–POTENCIAL ENERGÉTICO–
A pesar de su fuerza destructiva, los volcanes también albergan un enorme potencial energético. La proximidad del magma a la superficie terrestre brinda una fuente virtualmente inagotable de energía geotérmica. Islandia y Nueva Zelanda son los países que más han aprovechado este potencial, que el Perú también posee.
En otra oportunidad trataremos el vulcanismo en nuestro país, así como la energía geotérmica y su potencial.
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