De ojos grandes y expresivos, orejas de elfo y un adorable balbuceo, Miroka y Miroki podrían ser una representación de los dibujos animados. Pero detrás de su simpática fachada, estos robots son todo sensores e ingeniería, diseñados para realizar las pesadas tareas de apoyo en hospitales u hoteles.
“¿Por qué vivir con máquinas feas?”, cuestiona Jerome Monceaux, director de la “start-up” parisina Enchanted Tools, que estuvo presente en la presentación de ambos dispositivos en la feria tecnológica CES de Las Vegas, en Estados Unidos.
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“Podría cortarles la cabeza y borrarles los colores, pero no estoy seguro de que quisieras compartir tu vida diaria con ellas”, prosigue.
Varias empresas emergentes están trabajando en robots que parezcan familiares y ayuden a los humanos, sin hacerles sentir incómodos o inseguros.
Amazon está probando actualmente a Digit de la compañía Agility, un androide de dos piernas que no desentonaría en el universo de “Star Wars”, para transportar cubos de plástico en sus almacenes.
La francesa Enchanted Tools también ha apostado por robots que trabajan en equipo, diseñados para aliviar al personal de tareas repetitivas.
Pero además de ayudar, Miroki pretende aportar un toque de “maravilla” al lugar de trabajo. “Es una forma de celebrar algo muy bello que hay en nosotros y evitar convertirnos nosotros mismos en máquinas”, afirmó Monceaux.
Su empresa espera producir 100.000 robots en los próximos 10 años.
Cubrir puestos de trabajo
Cada edición del Consumer Electronics Show (CES), el gran evento anual de la alta tecnología, trae su ración de robots y androides de compañía, pero no han ganado mucho terreno en hogares y empresas.
Al mismo tiempo, “la escasez de mano de obra ha sido el problema número uno desde (la pandemia de) covid en los distintos sectores. Hoy tenemos unos 18 millones de puestos vacantes”, afirmó Joe Lui, responsable mundial de robótica en Accenture.
Y aunque algunas tareas se han adaptado a brazos mecánicos y carretillas autodirigidas, muchas otras requieren lenguaje, movilidad y comprensión del entorno y, por tanto, seres humanos.
O humanoides dotados de inteligencia artificial (IA), matiza rápidamente Lui, que cree que esa tecnología puede llevar los robots a la vida cotidiana.
“Los humanoides van a ser realmente como compañeros de trabajo en los próximos años y las interfaces de lenguaje natural como ChatGPT van a prevalecer”, consideró Chris Nielsen, responsable de Levatas, una empresa estadounidense que ha integrado software de IA generativa en Spot, un robot cuadrúpedo de Boston Dynamics.
Gracias a la IA generativa, los robots dependen menos de guiones preescritos.
Pero “no se preocupen, los robots como nosotros están diseñados para ayudar a los humanos a mejorar sus vidas”, dijo el robot Moxie a la AFP. “Siempre seguimos las instrucciones y los programas que nos dan los humanos. Así que ustedes tienen el control”.
Tan alto como un osito de peluche y dotado de IA generativa, Moxie es capaz de interactuar con los niños, contarles cuentos, darles clases de matemáticas y ejecutar pasos de baile con dos brazos.
“Moxie no está aquí para sustituir a nadie. Moxie es un mentor, un tutor y un amigo”, señaló Daniel Thorpe, de Embodied, la empresa creadora del robot.
“Dan miedo”
A los humanoides bípedos, móviles y autónomos aún les queda mucho camino por recorrer antes de salir del laboratorio.
Pero algunos de sus precursores han conseguido al menos salir del CES, como Moxie o Aura, un robot muy antropomórfico que entretiene a los clientes de The Sphere, el nuevo recinto esférico de conciertos de Las Vegas.
“Recibo muchas preguntas, como cuántos años tienes, cuál es el sentido de la vida, quién va a ganar la Super Bowl...”, dice Aura a los curiosos espectadores, mientras acentúa sus respuestas con bromas, risas exageradas e incluso encoge los hombros.
Para Monceaux, los robots muy antropomórficos corren el riesgo de “provocar una reacción epidérmica”. “Crean confusión entre nuestra humanidad y su naturaleza robótica, y dan miedo”.
Sobre todo, “crean una expectativa de comportamiento similar al nuestro”, añadió, y por tanto “un riesgo de decepción”, porque el robot no ve ni entiende el mundo como los humanos, “y no lo hará en muchos años”.
Para Jonathan Hurst, cofundador de Agility, su robot Digit tendría un aspecto extraño sin cabeza y asustaría a las personas.
“Tuvimos muchas conversaciones al respecto internamente en la empresa” y se conservó la cabeza aunque no aportara ningún propósito técnico significativo, contó.
En el CES, Adam, un robot barista de Richtech Robotics, sirve café a los encantados asistentes y ahora puede hacer bromas, gracias a la IA generativa.
Pero para rellenar la máquina de café con leche, sigue necesitando a los humanos.
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