En estos tiempos del Covid-19, cuando la producción de series peruanas se encuentra suspendida, los canales retransmiten éxitos del ayer. Una de estas glorias es “Misterio” (2005), serie de 40 episodios que desde la medianoche del sábado 6 de junio regresó a Latina. Producida por Aldo Miyashiro y Jorge Carmona, de la desaparecida empresa Capitán Pérez, esta ficción parte de una historia real, donde el protagonista y su mejor amigo terminaron en tragedia.
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“Misterio” adapta libremente la vida de Percy Rodríguez Marchand (Pietro Sibille), presidente de la Trinchera Norte, nombre con el que se conoce a la barra del equipo Universitario de Deportes, la "U" como le dicen todos. Violencia y drogas no faltaron en su camino, el cual terminó la mañana del sábado 7 de junio de 1997, cuando el hincha se dispara en el cráneo con la pistola Taurus calibre 38 que había comprado semanas antes. Como informó por aquel entonces El Comercio, los jóvenes que lo acompañaban pensaban que Percy bromeaba. Comprendieron la verdad al ver la sangre.
El adiós a "Misterio” ocurrió dos años después de la muerte de su mejor amigo, apodado “Cara Dura”, cuyos asesinos le dispararon desde un vehículo. “Cara Dura” llegó a la ficción interpretado por Aldo Miyashiro, quien llevó primero la historia del líder de la Trinchera Norte a las tablas en 2003 (“Un misterio, una pasión” - Teatro de la Alianza Francesa). Tras ello surgió el show de TV. Por el regreso de la ficción, compartimos una entrevista que Miyashiro otorgó a este diario en 2005 en la que detalla cómo conoció al verdadero protagonista del drama.
“El fútbol explica tu país” - 21 de marzo del 2005
DIÁLOGOS. Aldo Miyashiro tiene 28 años y ya es un dramaturgo respetado. Su obra de teatro “Un Misterio, una pasión” está en las pantallas. En la serie, él es el guionista e interpreta a ‘Cara Dura’. En la vida real él es un hincha que se hizo escritor para no calentar banca.
Por Jimena Pinilla Cisneros
Hoy lo busca la prensa de espectáculos, aparece en la portada de revistas femeninas, posa con su pareja Erika Villalobos embarazada, se enfrenta a acusaciones de paternidad irresponsable. Aldo Miyashiro antes solo respondía por sus obras de teatro, ahora tiene que soportar que un flash sigiloso lo sorprenda cuando está en un restaurante. Un diario dijo: “ha nacido un nuevo genio”, después de que se estrenara su obra “Función Velorio”, hace cinco años. Hoy ha adaptado “Un Misterio, una pasión”, la historia de tres horas y media que convirtió butacas de teatro en tribunas de estadio, a una serie de 40 capítulos para la televisión. En medio de grabaciones, cástings y preparativos para su boda que se realizó el sábado, me recibió en una quinta de Pueblo Libre, donde se ubica el centro de operaciones del equipo de producción. Aquí, en el interior B, las sillas son de playa. Hay afiches de todo tipo y fotos pegados en las paredes. Los actores entran y salen apurados y los vecinos se asoman por la ventana para saludar a ‘Cara Dura’ .
Es verdad que tu pasión absoluta es el fútbol.
Si yo hago televisión en este momento es porque la obra de ‘Misterio’ fue escrita con tanta pasión que generó una gran reacción en el teatro. Yo cambiaría todo lo que estoy viviendo por entrar a una cancha y jugar fútbol, lo que pasa es que no todos tienen talento para hacer algunas cosas...
Pero lo intentaste.
Claro, jugué fútbol en mi colegio, pero era suplente. No tenía talento, pues. Era de los que llamaban para calentar banca. Jugaba arriba, como delantero, pero era muy chiquito, medía metro y medio.
¿Cómo empezó tu pasión por el fútbol?
Tenía 5 años cuando mi papá me llevó al estadio, sin que él -hincha de Defensor Lima- fuera un gran apasionado al fútbol. Era un 'U'- Alianza y no me dijo que tenía que ser hincha de uno u otro equipo, pero cuando salieron los jugadores a la cancha, la emoción que sentí cuando apareció la 'U' fue muy diferente a cuando salió Alianza. Si me preguntas por qué, no sé. El fútbol fue muy importante para formarme. Para mí es una gran explicación del mundo. Explica cómo es tu país. Brasil juega así porque es un país de gente alegre, Argentina juega así porque son orgullosos...
¿Y el Perú, cómo juega?
Muy mal, porque no somos un país. Estamos intentando serlo. No tenemos una identidad clara. El peruano tiene una mala costumbre: no le gusta ganar, el jugador pierde un partido y se va a tomar un trago.
El hincha es diferente. Puede llorar por una derrota. ¿A ti te ha pasado?
Claro. He llorado mucho. Hace pocos años en algún partido lloré de rabia por la actitud del equipo. Es que el hincha se imagina: ¿qué haría yo si estuviera en la cancha? Mataría. Estar ahí es un privilegio.
¿Cuándo te diste cuenta de que no ibas a ser futbolista?
Temprano. En tercero de media tuve un accidente grave. Me caí del segundo piso de mi colegio y estuve mal. Pasé tres o cuatro meses en la clínica y cuando regresé, además de chiquito estaba muy flaco, y me prohibieron hacer ejercicio por casi un año. Además, había comenzado a escribir y admiraba mucho a los escritores.
Algunas escenas de “Misterio” (Latina, 2005)
¿Qué escritores te gustaban?
Admiro profundamente a Mario Vargas Llosa porque ha hecho de la escritura una profesión respetada. La primera novela que leí de él fue “Los Cachorros” y sucedía en el Champagnat, mi colegio. Era emocionante. Pero mi aprendizaje lo hice leyendo “Mi planta de naranja lima” de José Mauro de Vasconcelos. En quinto de media estaba seguro de que quería escribir, pero no sabía cómo hacerlo. Mi mamá me pedía que estudie algo convencional y opté por Derecho. Pero nunca funcioné dentro de un aula. Cambié a Literatura estando en Estudios Generales pero nunca llegue a la facultad. Me fui a estudiar a la Bausate porque estaba trabajando en periodismo y después me salí también. El teatro apareció de casualidad.
¿Cómo?
Mi mamá me llevaba desde los cuatro años a ver a Cattone. Después, cuando estaba en la universidad, iba solo. Pero jamás me imaginé que iba a terminar haciendo teatro. En Bausate había unos cursos electivos, entre ellos el teatro. Descubrí que eso era lo que quería y dejé todo. Me fui de la casa porque mi familia no entendía cómo podía dejar mi trabajo. Entonces tenía un programa de humor en la radio que se llamaba “Los magníficos de la noticia” y volteaba noticias peruanas para mandarlas a Japón.
Te fuiste a vivir solo.
Sí y pasé las de Caín. He vivido en todos los distritos de Lima. Cada dos meses me cambiaba de lugar. Si no podía pagar uno, me iba a otro.
Te habías decidido por el teatro, pero ¿cómo empezar?
Siempre supe que lo mío no era actuar. No tengo vocación. Cuando escribo y dirijo me siento más libre. Mi primera obra se llamó “No amarás” y la presenté con toda la frescura del mundo a la Alianza Francesa. Me dieron la sala chiquita y la obra funcionó. La segunda, “Función velorio”, tuvo una mayor repercusión y ganó varios premios afuera.
¿Cuánto te demoras en escribir?
Pienso la obra en mi cabeza durante un año, pero cuando llego al papel, la escribo en dos días y a mano. Es un proceso febril, cuando termino estoy recontra sudado, hablo mientras escribo y es una experiencia que me cansa mucho, pero creo que nunca me siento mejor profesionalmente.
En general tus personajes son marginales.
La gente me pregunta por qué. Algunos creen que soy un posero. Pero cuando salí de mi casa, me encontré con historias muy ricas de personajes muy marginales. Personajes al límite. En ellos me basé también para escribir “Función velorio”. Después hice “Los hijos de los perros no tienen padre”, un montaje muy loco, con el que me sentí muy libre y gané un concurso para representar al Perú. Es con esta obra con la que estoy más orgulloso. Luego está “Misterio”...
¿Conociste a ‘Misterio’?
Conversé con él varias veces. Yo iba mucho a la Barra Norte y tenía mi carnet de prensa de “Los Magníficos de la Noticia”. Un día ‘Misterio’ lo vio y me dijo: “¿Tú trabajas ahí?”. “Sí”, le contesté. Me llamó y me puso cerca del bombo, y eso en la barra es un símbolo de estatus. Me invitó a su cumpleaños y allí descubrí a una persona contradictoria, alguien que podía ser muy noble y solidario, pero a la vez, torpemente violento. Entonces pensé que en algún momento escribiría sobre él. Un día me llamó un amigo y me dijo: “'Misterio' se ha matado”. El velorio fue la imagen más fuerte que he visto en mi vida. Miles de personas en el estadio Lolo Fernández: el ataúd, ‘Misterio’ adentro, lo sacan y como está tieso, le abren los brazos a la fuerza y le ponen la camiseta de la 'U'. Toda una parte de su cabeza estaba negra. Y todos gritaban: “no, ‘Misterio’ no se va”. Era impresionante. Cuando me preguntan por qué hacer la vida de un delincuente, digo que cuando haces una obra basada en hechos históricos tienes que trabajar con personajes que te parezcan atractivos.
¿Como ‘El Padrino’?
Esa es una de las mejores películas que he visto y no solo te habla de ‘El Padrino’, sino de la familia, del honor, de la traición. Yo pensé que con este personaje podía unir mi pasión por el fútbol, mi preocupación social y el hecho de ser hincha de la 'U'. Además es una historia que conozco desde adentro.
La barra es el único lugar de pertenencia para muchos.
Claro. Es el lugar donde aquel que no tiene trabajo, ni un sol para pagar una universidad, pero es muy bueno peleando, encuentra un espacio en el que lo respetan y admiran: una mala plataforma de realización, pero plataforma al fin y al cabo. Te aseguro que si esta persona encuentra una alternativa, cambia y deja todo. Tengo en mi equipo de producción a cuatro chicos de la barra, ellos son los primeros en llegar, cumplen los horarios y han dejado las broncas y todo lo otro. Acá se sienten queridos y respetados. Solo necesitaban una oportunidad.
Pero ‘Misterio’ tenía trabajo.
Trabajaba en la Bolsa de Valores, pero ojo que él venía de un hogar totalmente disgregado, no tenía papá ni mamá, vivía con una tía y debe haber sido difícil para él no tener una identidad clara. Además, él finalmente decidió mal.
¿Te llegaron a meter preso con ‘Misterio’?
Sí, salía de un clásico y me estaba despidiendo de ‘Misterio’ cuando vino gente de la barra de Alianza y se armó una especie de bronca. Pasó un portatropas y nos levantó. Éramos como cuarenta. Yo estaba aterrado en la comisaría, pero veía que todos estaban relajados: “nos van a soltar en dos horas, no pasa nada”, me decían y yo pensaba en que mi mamá me iba a matar. Entró un policía y dijo: “yo soy de Alianza, ustedes son unos matoncitos. A ver, ¿quién se cuadra?” Y ‘Misterio’ le dijo: “sácate los galones y yo voy”. Me quedé admirado: ¿Quién es ese tipo? Parecía no tener miedo a nada. Y fue precisamente eso lo que hizo que cometa graves errores, como meterse en drogas y en un rollo de violencia que lo llevó finalmente a la muerte. Eso es lo que contamos en la historia. No decimos: mira, este fue un súper héroe.
En la serie se te ha salido el corazón crema. Los de la 'U' son buenos, a pesar de todo, y los de Alianza unos desgraciados.
No, eso es al comienzo, vas a ver que la historia de los de Alianza va a comenzar a cambiar. Pero de hecho hay un homenaje al hincha de la 'U'.
Tu corazón se te sale.
Sí, es inevitable, es lo único en lo que no puedo ser frío.
¿Quién es ‘Cara Dura’?
Él existió, pero este ya es un personaje de ficción.
Que se roba el ‘show’.
Yo soy consciente de una cosa: Pietro Sibille es el protagonista de esta historia y yo soy simplemente la contraparte que hace que la historia se pueda relajar. Porque sin 'Cara Dura', el 'Nene' y Juana -que son los personajes cómicos- la serie naufraga. El público peruano agradece mucho al que lo hace reír y se identifica con 'Cara Dura' porque es un personaje débil, inofensivo. Es el feo, el zonzo, el que no puede conquistar a una chica.
¿No crees que sobreactúas?
Si vieras a la gente en que me he basado te darías cuenta de que estoy por debajo de su gestualidad.
¿Tienes algo de ‘Cara Dura’?
No, ‘Cara Dura’ es muchísimo mejor persona que yo. Me encantaría tener su inocencia, yo soy más frío, calculo más las cosas, él no, es un chico que se entrega totalmente. Es una maravilla interpretarlo. Yo no muestro tan fácilmente mis sentimientos, no soy tan frágil. Lo único que tengo con él en común, a parte de ser hincha de la 'U', es su sensibilidad. Yo puedo estar muy bien, pero basta una imagen para ponerme a llorar.
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