No hay amor en el presente redactor hacia la salsa en cualquiera de sus variantes. De hecho, cuando supe que habría una serie sobre la visita de Héctor Lavoe a Lima en 1986 (para presentarse en la Feria del Hogar); no tenía expectativas, ni siquiera cuando supe que Lucho Cáceres sería el “Cantante de los cantantes”. Pero me equivoqué.
Las fotos filtradas días antes del anuncio oficial de la serie “El día de mi suerte”, donde el actor peruano aparece vestido con la polera celeste y el pantalón prístino, no contaban la historia completa. Cáceres tenía esa indumentaria en su rol de Toño, profesor particular que se gana un sencillo imitando a Lavoe, pero sin la “musculatura” o la “bella figura” de las letras... aunque sí con su tradicional impuntualidad.
►En “El día de mi suerte”, Héctor Lavoe es una herramienta para acabar con los estereotipos
El impostor más honesto
A Toño lo conocemos en pleno trabajo como imitador. Él canta en el hospital psiquiátrico donde está su hermana Marina (Alejandra Guerra), cuyo tratamiento costea. Sin plata, pero sí con muchas ganas, Toño contacta al productor de eventos Genaro (Carlos Carlín) para cumplir el pedido de Marina, otra fan de Lavoe: que el músico visite el hospital y le cante.
Esta misión imposible es la excusa para que “El día de mi suerte” sea una comedia de enredos. Secuestros al paso por terroristas, temblores en el momento preciso, policías despistados y fanáticos de los extraterrestres podría parecer demasiado para solo un episodio, pero no lo es. El universo de la serie está construido de tal manera que solo te queda abrazar lo inverosímil, pues todo eso le ocurre a un personaje que, si bien persigue fantasías, tiene los pies en la tierra.
Estamos ante el relato del hombre contra el mundo, o mejor dicho el peruano contra el Perú de 1986, cuando el acaparamiento de productos de primera necesidad era pan de todos los días, así como el terrorismo; mientras que la hiperinflación estaba a la vuelta de la esquina.
Por el lado de la performance, Lucho Cáceres interpreta con tino a un hombre preocupado por llegar al día siguiente, misio, pero que se atreve a soñar. Alejandra Guerra como su hermana, quien está alejada de la realidad, es una roca a la que se aferra el protagonista; con diálogos que parecen sacados de una serie distinta pero que dado el contexto de Marina (“loca, pero no cojuda”, en sus propias palabras) son muy correctos. Incluso Carlos Carlín, que aparece en la ficción sin convencer mucho, agarra cuerpo en la recta final del episodio.
Sin embargo, el mejor de todos los secundarios es el Presidente que interpreta Paul Vega, un hombre de ambición y superstición que por los modismos está parcialmente inspirado en Alan García. El personaje de Vega está tan convencido de su poder que, como en la fábula del Traje del emperador, no se da cuenta que le han dado gato por liebre.
Otro Perú, el mismo Perú
Hablar del Perú y victorias en la misma oración es todavía algo exótico, a pesar del evidente éxito de la Selección de Fútbol en el Mundial, la Copa América o incluso en la renovada lucha contra la corrupción. La aventura del hombre común ante la sociedad violenta, así como la ambientación que de verdad te transporta a Lima en 1986, hacen de “El día de mi suerte” una historia con la que es fácil empatizar.
Por eso es aún más sorprendente que el episodio, escrito por Hector Galvez y Diego Vega, termine con un Toño maravillado por las consecuencias de su valentía. Porque, aunque sea en la ficción, el peruano merece ganar.
Dato
“El día de mi suerte” estrena nuevos episodios todos los viernes en la app Movistar Play.