En la nueva temporada de "Twin Peaks", Lynch ha expandido aun más sus visiones metafóricas sobre el bien y el mal.
En la nueva temporada de "Twin Peaks", Lynch ha expandido aun más sus visiones metafóricas sobre el bien y el mal.

Un auto transita por la llanura de Dakota del Sur, EE.UU. En los asientos traseros se hallan Gordon Cole (David Lynch), director del FBI, y el agente Albert Rosenfield (Miguel Ferrer). El primero reclama:

– ¿Por qué no estamos cerca del monte Rushmore? –se pregunta Gordon y evidencia su interés por contemplar el monumento rocoso dedicado a los presidentes George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln.
Albert no se inmuta y saca una fotografía en la que se aprecia el monumento del monte Rushmore. Luego le dice a Gordon:

– Te traje una fotografía.
El director del FBI toma la imagen. La mira y señala, al borde del grito, presuntamente conforme:
– ¡Ahí están las caras de piedra!
En los asientos delanteros del auto están ubicados el chofer y la agente Tammy Preston (Chrysta Bell). Esta última parece estar dormida. Gordon pregunta qué le pasa. Albert responde que ella está mareada. Incrédulo, Gordon afirma que eso no es posible porque Dakota del Sur no limita con océanos. Albert contesta como si estallara:

–¡Ella se marea!
– Albert, hoy te levantaste con el pie izquierdo –concluye un indescifrable Gordon para dar por terminada, de manera tácita, la conversación.

La secuencia descrita corresponde a uno de los tantos tramos delirantes de la tercera temporada de "Twin Peaks" (el canal Showtime estrena nuevos episodios los domingos a las 9 p.m.). Por momentos, la serie tiene mucho del teatro del absurdo. Pero un contexto perturbador envuelve sus travesías. Gordon y Albert se dirigen hacia la cárcel para ver a un detenido agente Cooper (Kyle MacLachlan) que se ha convertido en un enigmático criminal y asesino que parece haber sido poseído por algo sobrenatural o del más allá. Nada puede ser explicado de manera racional.

—Visionario en pantalla chica—
Hace 25 años, el cineasta David Lynch puso de cabeza la televisión con las dos primeras temporadas de "Twin Peaks". El giro que dispara su desarrollo es el hallazgo del cadáver envuelto en plástico de la joven Laura Palmer (Sheryl Lee). Pero el tópico de "pueblo chico, infierno grande" era trastocado por fuerzas misteriosas que abren desvíos hacia otras dimensiones. Lo que el inconsciente tiene para revelar o sugerir es acaso interminable. Sus señales no ofrecen respuestas e impulsan a las búsquedas. En este ámbito fantástico, la causalidad o una sucesión ordenada y aburrida de acciones no tienen la menor cabida. Fanáticos de "Juego de tronos" o "House of Cards", se les recomienda no asomar sus cabezas al impredecible y magnético abismo lyncheano.

Es casi imposible resumir el argumento de "Twin Peaks". Y con su tercera temporada estrenada hace unas semanas, Lynch ha expandido aun más sus visiones metafóricas sobre el origen del bien y el mal, si es que es pertinente categorizar lo que propone el realizador. En el capítulo ocho, por ejemplo, Lynch muestra una suerte de viaje metafísico o abstracto que es absolutamente inédito en la historia de la televisión (en el cine, directores como Stanley Kubrick sí han plasmado periplos similares). Están los que tildan a Lynch de vendedor de humo y a "Twin Peaks" de ser una broma infumable disfrazada de vanguardia. Para quien firma esta nota, la obra del director de 71 años nacido en Montana, EE.UU., merece todos los aplausos.

—Hacia la revelación—
A veces también sucede en la vida real. Ocurre cuando uno cree haberse topado con una señal. La inquietud deriva en un ejercicio mental de la asociación libre o arbitraria. Imágenes asoman en la cabeza y fluyen. Esta práctica se asemeja a la pesca. La idea que se pesque puede ser sorprendente, pero no definitiva (en cambio, los apresurados le asignarán significados inamovibles a esa señal). Una cosa llevará a otra. El camino se enriquece, aunque el destino sea incierto. El suspenso fascina, así se descubra que ese símbolo, en el fondo, no quiere decir nada (o quizás su contenido no fue atrapado porque se debió transitar por otra ruta). Muchas historias de Lynch discurren de una forma similar.

Lynch practica desde hace décadas la meditación trascendental. Por suerte, él sigue creando como los grandes y ha logrado esquivar la caricatura de un gurú de autoayuda. A los adeptos de su obra, se aconseja que lean su libro "Atrapa el pez dorado".

En "Twin Peaks" abundan las señales. No queda claro si Lynch cree en ellas o las usa para ironizar. Esto es hasta irrelevante. Interesa que la serie hipnotice. El mismo Lynch ha afirmado en varias ocasiones que ni él sabe qué significan ciertas imágenes de sus películas. Luego se dispone a comer una dona y a tomar café.

En la serie se invocan asombros basados en la serendipia (el hallazgo inesperado de algo que se produce mientras se está buscando otra cosa) o el doppelgänger (el doble fantasmagórico de una persona viva). Una dimensión conduce a otra. Es necesario llenar el vacío. O, al menos, intentar descifrarlo.

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