El estreno de la serie de "Cien años de soledad" en Netflix se tiene previsto para el 2020. (Foto: AP)
El estreno de la serie de "Cien años de soledad" en Netflix se tiene previsto para el 2020. (Foto: AP)

Primero fue la expectativa y luego fue el miedo. O quizá fue al revés. El anuncio de que "Cien años de soledad", la más famosa de las novelas del colombiano Gabriel García Márquez, sería convertida en una serie producida por hizo que se disparara un cruce de opiniones por demás interesante. ¿Cómo llevar esta obra maestra de la literatura, quizá la más importante del habla hispana después del “Quijote”, a la narrativa audiovisual fugaz y holgazana de la plataforma de streaming?

La autorización ha venido por parte de los hijos del Nobel, Rodrigo y Gonzalo, quienes serán también los productores ejecutivos de la ficción. Llega cinco años después del fallecimiento del escritor (¿demasiado pronto, tal vez?) y poco o nada más se ha informado sobre el proyecto. “Esto es real. Esto es mágico. Esto es ‘Cien años de soledad’”, escribió escuetamente la empresa en sus redes sociales. Hasta allí, la expectativa; luego, el miedo, la vieja controversia sobre las adaptaciones de grandes obras literarias a la pantalla –chica o grande– con todo lo que eso acarrea.

—De la letra a la pantalla—
De un lado están los que señalan que una historia tan rica como la ambientada en Macondo merecía hace tiempo tener su contraparte fílmica o televisiva. Del otro están quienes creen que es una adaptación innecesaria, o que incluso está condenada desde ya al fracaso. Para Sebastián Pimentel, crítico de cine de este Diario, se trata en realidad de “un falso problema”. “Lo es por la sencilla razón de que cuando un gran cineasta toma una gran novela como material de adaptación, lo que termina haciendo no es una adaptación, sino más bien una recreación. Es lo que hizo Luchino Visconti con ‘Muerte en Venecia’ [de Thomas Mann] o con ‘El extranjero’ [de Albert Camus]. O lo que hicieron muchos otros como Francis Ford Coppola con la novela de Puzo [‘El Padrino’], o De Sica con ‘El jardín de los Finzi-Contini’ de Giorgio Bassani. Ejemplos abundan”, señala el crítico.

Pimentel se refiere, desde luego, a la larga historia de grandes clásicos de la literatura que han sido adaptados al formato audiovisual en más de un siglo. En el cine, por ejemplo, existen casos magistrales como el “Doctor Zhivago” de Boris Pasternak, convertido por David Lean en una película extraordinaria; o las libertadas que se tomó Stanley Kubrick para transformar “Lolita” de Nabokov, “La naranja mecánica” de Anthony Burgess o “El resplandor” de Stephen King. “Akira Kurosawa hace ‘El idiota’ a partir del libro de Dostoievski, pero no compite con Dostoievski –agrega Pimentel–. Kurosawa siente que las ideas del gran escritor ruso son suyas o que son afines a las suyas, y trata de desarrollar esa idea a partir de otro lenguaje y de otras coordenadas que son las suyas propias. Entonces no hay rivalidad entre grandes artistas”.

También es cierto que, en el caso que nos ocupa, no hablamos de una película, sino de una serie televisiva. No sabemos cuántos capítulos o temporadas tendrá, pero es innegable que el formato vive un auge desde hace algunos años. De hecho, su duración y su estructura por episodios parece ser un soporte más idóneo para adaptar libros de largo aliento. En este caso también hay varios ejemplos de éxito. Está “El cuento de la criada”, serie ganadora de Emmys y Globos de Oro e inspirada en la novela del mismo nombre de Margaret Atwood; la inquietante adaptación de “Man in the High Castle”, basada en la distopía de Philip K. Dick; y la reina y señora de todas las ficciones televisivas contemporáneas: “Juego de tronos”, adaptación de la saga épica de George R. R. Martin convertida en un furor de sintonía por HBO. Antecedentes que podrían darle a Netflix, por lo menos, el beneficio de la duda. Crucemos los dedos.

—Con mi obra no te metas—
También vale la pena recordar que aunque esta sería la primera adaptación de “Cien años de soledad”, no es la primera vez que se intenta. A fines de los años 70, el actor y cineasta Anthony Quinn hizo una oferta pública de US$1 millón (una megafortuna en la época) para convencer a García Márquez de que le ceda los derechos de su novela. Pero la respuesta de Gabo fue contundente: “Mi deseo es que la comunicación con mis lectores sea directa, mediante las letras que yo escribo para ellos, de modo que ellos se imaginen a los personajes como quieran, y no con la cara prestada de un actor en la pantalla [...]. Anthony Quinn, con todo y su millón de dólares, no será nunca para mí ni para mis lectores el coronel Aureliano Buendía”.

Un justificado recelo por parte del autor colombiano que responde a la tendencia perniciosa de pensar en las adaptaciones audiovisuales como flojos y pálidos calcos de la obra original. “El problema es cuando hablamos de adaptaciones literales, ilustrativas, que le quitan al autor toda la capacidad de recrear –apunta Pimentel–. En ese momento se convierte en un ilustrador que opera con clichés, lugares comunes que son lecturas empobrecidas de la novela, y no con imágenes propias que lleven al misterio, al afecto y al pensamiento. Porque una cosa es pensar con palabras y otra, pensar con imágenes”.

Está en manos de Netflix la tarea de cerrarles la boca a sus anticipados críticos o de ratificar los temores existentes. Aun así, siempre nos quedará la posibilidad de imaginarnos a Aureliano Buendía conociendo el hielo.

OTRAS ADAPTACIONES
Cuando Gabo fue llevado a la pantalla“eréndira” (1983)
Interesante película del brasileño Ruy Guerra. El propio García Márquez escribió el guion, adaptado de su novela sobre la cándida Eréndira.

“El coronel no tiene quien le escriba” (1999)
Irregular cinta del mexicano Arturo Ripstein que, sin embargo, fue del agrado del Nobel colombiano.

“El amor en los tiempos del cólera” (2007)
Javier Bardem protagoniza esta cursi y aburrida lectura dirigida por el británico Mike Newell.

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