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Me gusta mi trabajo, pero reconozco que desde hace años no sonreía tanto al escribir un artículo como este, para el cual volví a ver los primeros episodios de “Pataclaun”. A la par, también sentí un poco de temor al enfrentarme a uno de los programas formativos de mi niñez (lo cual no siempre es la mejor de las ideas). ¿Es “Pataclaun” tan buena como recuerdo o la memoria, generosa como de costumbre, me ha jugado una mala pasada?

PROPUESTA ÚNICA
Tal vez por haber llegado años después de su exitoso paso por el teatro, “Pataclaun” es menos televisión de lo que la televisión nos tenía acostumbrados. En los primeros minutos del episodio piloto, por ejemplo, un Gonzalete (Gonzalo Torres) al que todavía no conocíamos como la contradicción de libido y castidad, le habla a la audiencia mientras busca a Queca (Johanna San Miguel) y Tony (Carlos Carlín); con los cuales conforma un trío de fantasmas.
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El elemento sobrenatural no demora en entrar a la serie, que no pierde el tiempo en mostrar los “súper poderes” de estos fantasmas, esto gracias al tema de apertura compuesto por Pelo Madueño (miembro del elenco en el teatro) que nos dice todo lo que tenemos que saber de los personajes; incluyendo la razón del joven matrimonio de Machín (Carlos Alcántara) y Wendy (Wendy Ramos); quienes eran el corazón de la serie.

“Se bailaron un bolero, lo mejor vino después. Y tanto se apachurraron, que se casaron al mes (bis)”.
“Pataclaun” no era un programa de sketches, aunque por el humor físico, el escenario rocambolesco que se repetía de semana en semana y la no continuidad de la trama nos recordara a ello. Es más, puede que ese sea uno de los motivos de éxito del show: la familiaridad que resonó en espectadores que habían visto por años el programa “Risas y salsa” y que, a fines de los 90, agonizaba.
“Pataclaun” era todo lo contrario a un cadáver televisivo: cada minuto estaba cargado de ideas, vida y ganas de hacer algo diferente. Al final del primer episodio, Machín, quien se niega a tener la hija que espera Wendy, se retira del set para sentarse entre la audiencia; cuyos rostros, inmortalizados para siempre en YouTube, muestran el deleite de estar viendo algo demasiado genial.
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HUMOR Y EVOLUCIÓN
Como todo programa televisivo, “Pataclaun” fue un organismo en constante cambio. Recordamos a Tony y su “villanía”, pero tal vez no tanto que Machín era torpe a inicios de la serie, tropezándose con todo en lo que parece ser una característica del personaje para balancear su machismo. Esa torpeza empezó a desaparecer y hoy solo lo recordamos como la caricatura precisa del macho peruano, tóxico y violento.
Wendy, por su parte, era la entusiasta del grupo y también quien se llevaba los golpes de su marido. La ama de casa que hacía de todo, trátese de preparar el desayuno para un regimiento o ir a la guerra y recuperar Arica y Tarapacá (a Machín solo le faltaba pedirle eso). Pero no todo en la relación de ambos personajes era castigo y sumisión, pues era también común que la “moñuda” salga del personaje y le de su tatequieto a Machín.
Este humor físico fue vital para el éxito del programa, en especial entre los más jóvenes; lo cual se deduce de la distribución de la mayor parte de la audiencia en los tres primeros episodios: niños de 4 a 10 años (14.3%) y 11 a 17 años (14.4%), según Ibope.

El momento exacto en el que Tony llama a Wendy, por primera vez, “cosita rica”. Historia de la televisión.
Y hablando de la “moñuda", “Servando” y similares, es la “chapa”, esa costumbre tan peruana de ponerle apodos a todos (transversal cualquier ficción blanquirroja), donde “Pataclaun” brilló. El programa demostró que una buena chapa no consiste necesariamente en decirle algo horrendo a los personajes, sino por el cómo se lo decían (de ahí que oír a Tony llamar a Machín “sobaco de loca” sea tan poderoso).
Tampoco podemos olvidar los chistes recurrentes, trátese de los constantes intentos de Tony para conquistar a la mujer del prójimo, las veces en las que Queca asegura más joven de lo que en verdad es y el clásico “are, ajo y erda” de Machín Alberto. Elenco, guion y humor únicos hicieron que “Pataclaun” sea mucho más que la suma de sus partes.

UNA SERIE QUE MERECE MÁS
Que “Pataclaun” siga siendo la propuesta cómica más innovadora de la televisión peruana habla muy bien del equipo detrás de su desarrollo: la creadora July Naters, la dirección de Aldo Savini, la producción de Juan Adaniya y el guion escrito por la misma Wendy Ramos. No obstante, muestra que el resto de ficciones del género se han quedado atrás.
No cuestiono que toda producción televisiva tenga como objetivo el lucro y que haya guionistas, directores y demás integrantes de la industria muy talentosos y experimentados; pero ofrecer entretenimiento al público debería partir no solo de reciclar las fórmulas, lo cual ni siquiera le funcionó al estilo “Pataclaun” (revisen “El santo convento” y “Carita de atún”), sino por aprender del pasado, mejorarlo y, sobre todo, ofrecer algo nuevo.
Claro, para ello tendría que haber mayor competitividad en la creación de ficciones televisivas peruanas (estamos lejos de eso). Más práctico, y sobre todo beneficioso para la audiencia, sería tener una forma de ver “Pataclaun” tal y como fue transmitida por Latina. La versión de YouTube no tiene audio en varias escenas, presumo que por asuntos de derechos de autor.
Veintidós años después “Pataclaun”, y sobre todo el público, merece más.
CALIFICACIÓN
★★★★★
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