De ojos claros y pelo oscuro, con mirada seductora y cuerpo para matar. Así era el personaje de Rubí, una villana tan hermosa como inteligente que nació en las tiras cómicas de la mente de la escritora Yolanda Vargas Dulché, para luego saltar a la televisión en varias adaptaciones (y una película). La más memorable, en 2004, puso a la actriz uruguaya Bárbara Mori en el papel de la epónima villana, que busca salir de sus humildes orígenes hilando una historia de celos, traiciones y maldades que es recordada hasta la fecha.
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Ahora que “Rubí” vuelve a la pantalla chica en una producción de Televisa, con Camila Sodi en el papel titular, aprovechamos el momento para revisar que elementos hacen a una villana de telenovela una figura tan intrigante.
Las chicas malas
“La villana es el personaje más interesante de la novela, mucho más que la heroína”, sostiene el guionista Eduardo Adrianzén, autor del libro “Telenovelas: Cómo son. Cómo se escriben”, en entrevista con El Comercio. “Hay una frase buenísima que viene del cine clásico: ‘Las chicas buenas van al cielo, las malas a todas partes’. Es decir, una villana se puede mover por todos los ámbitos y tiene mucha posibilidad de manejo de sentimientos, lo que le da más riqueza en términos de personajes.”
Adrianzén, quien ha sido guionista de “Eva del Edén”, “Mi amor, el wachimán” y “Chapa tu combi”, mantiene que en las telenovelas siempre funciona más una antagonista que uno masculino. “El villano hombre es muy directo, muy brutal. Utiliza básicamente el poder y la violencia. Pero la villana mujer utiliza algo muy interesante, que es la intriga.”
En cambio “La villana es muy inteligente siempre. Tiene que serlo. Además de tener una capacidad impresionante de urdir trampas y de duplicidad: son campeonas para mentir y para engañar.”
Para Rasec Barragón, guionista en “De vuelta al barrio”, la importancia de los villanos en general radica en que son los que rompen el ‘status quo’.
“En una telenovela, el antagonista puede ser más importante que la protagonista, cuyo único objetivo es ser feliz y estar con la persona que quiere”, mantiene. “Pero el personaje que desea generar conflicto me parece que debe tener cuotas más sobresalientes de actuación y debería ser un poco más complejo. El conflicto es lo más importante dentro de una producción y quien genera el conflicto es la villana.”
Sobre nuestra fascinación con este tipo de personajes, Barragón afirma que “los villanos funcionan porque los quieres ver y quieres divertirte un rato con ellos. Y hasta cierta complicidad puede haber con el público, porque lo incorrecto, lo maligno, llama un poco más la atención que las buenas acciones.”
Villanas para la ocasión
Si bien las villanas de telenovelas son muchas y variadas, al final las podemos reducir a dos estereotipos: las ‘femme fatale’ y las matriarcas malvadas, por supuesto con posibles cruces entre ambos géneros y con un gran número de sutilezas.
El caso de Rubí entra en la primera categoría, utilizando sin piedad su mente y belleza para lograr sus objetivos, usando su poder sexual con inteligencia. Hay que ser cuidadoso con el uso de la sexualidad de una villana, advierte Adrianzén, ya que personaje que solo recurre a la misma se vuelve unidimensional y pierde su capacidad de resultar amenazante.
El otro tipo de villana nosotros es el de la matriarca malvada, aunque no necesariamente implican que esta sea su relación con la protagonistas. Para Adrianzén, estas son las ‘villanas patológicas’ y su característica principal es que están locas de atar.
“Todo el mundo le tiene miedo porque se nota que es peligrosísima y por algún motivo suele ser una mujer que no tiene mucha actividad sexual o en todo caso no tiene esa arma del sexo, pero lo que tiene es poder: sea por dinero, por influencias o por matriarcado”, mantiene.
Ejemplos de este tipo de villanas están Catalina Creel (María Rubio) de “Cuna de Lobos” o la malvada Malvina (Laura Zapata) de María Mercedes.
Este tipo de personajes, usualmente ocupado por mujeres de mayor edad, suelen ser mujeres que ya han conseguido el poder y no quieren perder terreno.
“Es como una primera fase. Se puede pensar que todas las villanas mayores han sido chicas muy lindas que han hecho mucho dinero con su belleza e inteligencia, para luego poder hacer lo que les da la gana. Rubí es una chica que está empezando”, aclara Adrianzén.
Alejándonos un poco del mundo de las telenovelas, y demostrando que toda producción bebe de la misma fuente creativa, podemos hacer un paralelo con “Game of Thrones”: Cersei Lannister es el segundo tipo de villana (aunque con la variación que sí utiliza el sexo como parte de su arsenal), mientras que Daenerys Targaryen termina perteneciendo al primer arquetipo, una joven villana en ascenso.
Simpatía por el demonio
Pero hay más sobre una villana que sus actos malvados y hacer el mal por su simple disfrute se hace tedioso después de un rato. Y no hay mayor pecado para un personaje de ficción que el ser soporífero.
“Lo que debe tener un villano es tridimensionalidad. No solamente debe ser un personaje que hace daño y punto. Es aburrido. Quizás podían funcionar en los melodramas antiguos mexicanos, pero hoy en día el villano tiene que ser humano, tienes que poder entenderlo y poder justificarlo, para que sea creíble y para que pueda capturar al público”, mantiene Rasec Barragón.
El objetivo de cualquier escritor es, entonces, que su villana tenga elementos que generen empatía con el público. Esto no significa que empiece a adoptar a gatitos abandonados o ayude en el orfanato en su tiempo libre, aunque serían acciones interesantes si son cometidas por una ‘tipa mala’, pero sí que tenga elementos con los que los televidentes puedan identificarse.
Esto normalmente se logra dándoles un ‘punto flaco’, una debilidad que muestre su lado más vulnerable: un pasado trágico, una traición, su amor por sus hijos, por su esposo, etc.
“Las mejores villanas tienen puntos débiles que las hacen justamente interesantes”, sostiene Adrianzén. “Siempre esos puntos débiles hacen que la villana flaquee. Porque hay una cosa que quiere más que nada en el mundo y otra que odia más que nada en el mundo”.
Para Barragán otra manera de generar interés, mas quizás no simpatía, es hacer que las acciones del antagonista lleguen a un nivel tan oscuro que “llegue a tocar fibras del espectador donde le causa miedo, rechazo y una fascinación morbosa por saber lo que va a hacer”.
Un ejemplo de eso es la famosa escena de la “maldita lisiada” con Soraya Montenegro (Itatí Cantoral) y Alicia (Yuliana Peniche) que ha inmortalizado a ambas actrices entre los internautas.
La importancia del casting
La creación de una excelente villana no está solo en manos de los guionistas, puesto que por más bien que se escriba a un personaje, habrá una actriz que tendrá que saber interpretarla.
“El 50% de elementos más importantes es el casting”, asevera Barragón. “Cuando tienes una actriz que su actuación es tan buena que capta todo la atención, creo que eso hasta puede superar al guion en importancia. Pero si eligen a una intérprete que no es muy talentosa o que a pesar de su talento no fue bien elegida, entonces nada de lo que haga el guionista o el director va a servir para que la villana sea intrigante.”
Así lo demuestra Bárbara Mori, quien marcó una generación con su interpretación de Rubí. Igualmente hizo María Rubio con Catalina Creel en “Cuna de Lobos”. Dos villanas tan interesantes que siguen siendo discutidas a décadas de que terminaran sus series. Tan icónicas que ambas han recibido el tratamiento del ‘remake’ recientemente, con algunos resultados cuestionables.
Las hay bellas y letales. Las hay poderosas y fatales. Hay quienes usan su intelecto para urdir intrincados planes para hundir a las heroínas. Hay quienes recurren a la violencia para defender lo que es suyo. Lo que no hay es la manera de ignorarlas.
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