Eso que los hermanos Nolan escribieron para “The Dark Knight”, “mueres siendo un héroe o vives lo suficiente para convertirte en un villano”, bien podría definir la cuarta temporada de “The Crown”, que estrena todos sus episodios este domingo 15 de noviembre; donde esos personajes que vimos sufrir en las anteriores temporadas pagan con la misma moneda que recibieron.
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Nota: “The Crown” sigue a la Casa Windsor, familia real del Reino Unido, desde los años 40; en una versión libre de lo que significa estar en una posición de poder simbólico, pero también en una institución anacrónica. Cada dos temporadas el elenco se renueva, de modo que vemos envejecer a los personajes. La cuarta temporada es la despedida del segundo elenco.
En su cuarta temporada, “The Crown” de Peter Morgan examina a la familia real desde 1979 hasta 1990, todo el oncenio de Margaret Thatcher, primera ministra británica cuyas políticas definieron, para bien o para mal, lo que el Reino Unido es hoy. Una época de cambios para el país, pero también para la monarquía, que ve el nacimiento de la siguiente generación de herederos al trono.
Dos personajes son suficientes para atraer a cualquiera que no ha visto la serie hasta el momento: la Thatcher de Anderson y la Lady Diana de Emma Corrin; casi una novata en estos artes que, en sus numerosas escenas, puede pasar de los conflictos internos al melodrama familiar con facilidad. Porque no puedes tener una serie sobre la Corona Británica en los años 80 sin enfrentar a Diana contra su esposo, Carlos (Josh O’Connor); un conflicto en el que los líos domésticos y la política se mezclan; donde el príncipe toca fondo una vez tras otra en su metafórica guerra civil contra la “Princesa del pueblo”.
Corrin, por su parte, explora rincones oscuros de Diana; un contraste a la imagen de mártir ofrecida por la prensa y a cuyo alrededor se ha tejido la narrativa de la Corona Británica de los años 80 y 90 en documentales.
En términos de guion y dirección, es el segundo episodio de esta temporada donde “The Crown” brilla a niveles que recuerdan a “Assassins” (1x09, del retrato de Churchill) y “Margaretology” (3x02, la gira estadounidense de la princesa Margarita). Sin hacer SPOILERS, basta decir que el capítulo marca la importancia de Diana y Thatcher, donde los roles de cazador y presa, que parecen claros al inicio, se transforman. Paul Whittington, en su primera dirección para esta serie, ofrece un episodio que será comentado en los próximos años.
En dicho episodio es cuando empezamos a ver el otro lado de los nuevos personajes. Primero con la princesa Margarita (Helena Bonham Carter), a quien los años transformaron en una experta en decir lo que le da la gana. Similar historia ocurre con Phillip (Tobias Menzies), otro veterano en soportar hasta los más irrazonables mandatos de la Corona. Y como esta serie ha demostrado, son los nuevos quienes más sufren cuando tienen que ingresar a este mundo de apariencias.
La Thatcher de Anderson (posiblemente su mejor rol hasta ahora) es lo más cercano que ha tenido esta serie a un antagonista de la Corona. Ella es todo lo que la reina no es en muchos aspectos, pero también encuentran terreno en común. Como en el fondo estamos en una historia de familias, y cada familia es una dinámica política única, llegamos a conocer más aspectos de la “Dama de hierro”; una primera ministra que tiene claro de dónde vino y cuáles son sus poderes, pero que es mala perdedora.
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Quien diga que jamás previó la transformación de los “héroes” de “The Crown” en “villanos”, miente. Aún así, es doloroso ver cómo la generación previa no tiene intenciones de mostrar indulgencia con la nueva. Mientras más veo esta serie, la percepción de que la vida de estos seres privilegiados ha sido definida por sus ancestros me acompaña; decisiones que literalmente son de vida o muerte, en especial si conoces la historia. De hecho, la serie tiene guiños a hechos que están por ocurrir; pero no son referencias gratuitas.
“The Crown” combina lo mejor de dos mundos: el de la ficción y la realidad. No es un documental, de modo que la serie se toma sus libertades, sus diálogos son todo menos exactos a lo que un príncipe dijo al otro; pero también bebe de la realidad y cómo esta afecta a los personajes. Ya lo dijo Albert Camus: “La ficción es la mentira por la que contamos la verdad”. La cuarta temporada tiene eso por toneladas y el resultado es notable.
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