"White Lines". De izquierda a derecha Boxer (Nuno Lopes) y Kika (Marta Milans), miembros del mayor grupo de poder en Ibiza. Foto: Netflix.
"White Lines". De izquierda a derecha Boxer (Nuno Lopes) y Kika (Marta Milans), miembros del mayor grupo de poder en Ibiza. Foto: Netflix.
/ Mark Mainz

” de Netflix es el primer producto de Álex Pina, creador de “La casa de papel”, pensado en una audiencia internacional. Con un elenco británico-español, es una mezcla de melodrama y thriller que no destaca por la trama o los diálogos, sino por la pasión que le ponen los actores en cada uno de los 10 episodios. Pero no solo de buenas actuaciones vive una serie.

LA ISLA BONITA

Esta es la historia de Zoe (Laura Haddock), bibliotecaria que va a España tras el hallazgo del cadáver de su hermano Axel, un DJ que desapareció 20 años atrás. Con el cuerpo hallado inexplicablemente en la desértica Almería, ella ingresa al último lugar donde se le vio con vida: Ibiza; isla de las Baleares donde cualquier fantasía se hace realidad si tienes el dinero suficiente. Esta investigación no es la única trama de la serie, aunque sí la más sólida.

Para encontrar a su hermano, Zoe tiene que entrar en contacto con Boxer (Nuno Lopes), el guardaespaldas/ matón de la familia más poderosa de la isla, los Calafat; sospechosos de la desaparición de Axel. Por supuesto, si tenemos una isla de lujuria donde la autoridad mira a un costado, no puede faltar la droga ni lo asesinatos e infidelidades. Pero esa mezcla tan común en la TV de hoy no hace que “White Lines” sea especial.

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Como saga familiar, “White Lines” juega con el tabú y el odio, pero no hace nada que no se haya visto antes; de hecho en este campo “Gigantes” (Movistar) tiene una propuesta más consistente, guardando las distancias. Como whodunit, género en el que se busca descubrir quién es el culpable de un crimen, tampoco marca distancia de mejores productos de ficción, con revelaciones escasas.

Ni la trama de los narcos, la lucha entre los dueños de clubes o los dramas de los amigos del muerto tienen brillantez. Lo contrario ocurre con la transformación de Zoe de una persona aburrida con su propia existencia para hacer todo aquello que, por sus circunstancias particulares, no pudo hacer antes. Es una progresiva -pero no drástica- destrucción de ella misma, pero también un descubrimiento. Hasta cierto punto, Zoe sigue el camino de su hermano.

La dinámica de Zoe (Laura Haddock) y Boxer (Nuno Lopes) produce gran parte del drama en esta serie. (Foto: Netflix.)
La dinámica de Zoe (Laura Haddock) y Boxer (Nuno Lopes) produce gran parte del drama en esta serie. (Foto: Netflix.)

UNA LUZ EN MEDIO DEL CAOS

Los diálogos son el punto más flojo de “White Lines”, pues carecen de sustancia y son expositivos; solo están mostrarle a la audiencia qué pasa por la cabeza del personaje, un recurso facilista que bien podría haber sido reemplazado por una mejor narración. En los pocos días que transcurre esta historia, gente que se la pasa escondiendo cosas tiene la urgencia de revelarlas a completos desconocidos. Por momentos hay frases ingeniosas, pero estas no salvan el producto final. Eso sí, la selección musical es de primera.

Dentro de todo lo malo, la historia de Axel (Tom Rhys Harries) es el verdadero corazón de “White Lines”. El DJ que vivió a 1000 kilómetros por hora y que no pudo frenar y, cuando finalmente lo hizo, no le dejan salirse con la suya. La relación con su hermana Zoe basada en la ausencia, con su padre, la figura autoritaria que lo antagonizó sin éxito, con sus amigos, gente casi tan ansiosa de romper los límites como él; todo esto hace de Axel la personificación de Ibiza, de la serie en sí: excesiva, pero con un vacío grande. Concentrarse más en él hubiese mejorado el producto final.

“White Lines” apunta alto, pero no da en el blanco. Menos personajes habrían hecho de esta serie algo más digerible, tal vez no se habría convertido en la nueva “La casa de papel”, que ; pero al menos no habría quedado en solo un intento.

DATO

Todos los episodios de “White Lines” están disponibles en Netflix.

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