Al culminar el colegio quiso ser cantante, y no tenía un plan B. El plan B vino después, cuando su mamá le dijo que debía estudiar una carrera universitaria, y por descarte eligió una profesión donde “los números no aparecieran, solo las letras”. “Tenía capacidades reflexivas, me encantaba la filosofía y la literatura. Finalmente, pensé en Ciencias de la Comunicación y hasta ese momento no tenía la menor idea de que sería periodista”, asegura Mónica Delta (Chimbote, 1960), presentadora de “Latina Noticias Central” y “Punto Final”. Lleva 42 años ejerciendo el periodismo a través de distintos canales de comunicación. Está en una etapa plena y muy vigente. “Todavía hay Mónica para rato”, nos dice sonriente.
Delta Parodi nació en Chimbote, frente al mar. Tuvo una infancia llena de amor y de momentos preciosos, aunque con una gran ausencia que moldeó su camino desde muy temprana edad. Su padre falleció cuando ella tenía apenas cuatro años. “Fue allí que descubrimos que teníamos una madre súper guerrera y valiente, sacó adelante a cinco hijos. Uno de mis hermanos falleció hace poco. Mi mamá también partió”, recuerda la periodista con pesar.
_¿Es verdad que antes de ser periodista quisiste ser cantante?
Cantar era mi pasión. La familia de mi padre siempre estuvo vinculada al piano, al canto y a las reuniones con guitarra y cajón. Cuando llegué a la universidad ingresé al grupo Jueves, cantaba allí, nos dedicábamos a cultivar la música peruana. No soy una cantante frustrada, pero sí nostálgica. Cuando necesito equilibrio en mi vida apelo al canto y al mar.
—¿Cómo llegas a Panamericana TV?
Me presenté a unas prácticas junto a varios compañeros de la universidad, curiosamente estuve dos fines de semana practicando y en el tercero me propusieron trabajo como reportera. Estaba por cumplir 22 años cuando ingresé, aún no había terminado la universidad. Fue en 1982, el gobierno de Fernando Belaúnde entraba a su tercer año.
—¿Algún reportaje te marcó?
Le hice la última entrevista a Belaúnde como gobernante, y la última de vida. También hice un reportaje de colaboración para Panorama, cuando todavía no formaba parte del programa. Se llamó El parque de las agujas. Era justamente el momento más complicado en Europa respecto al consumo de heroína. En ese lugar se congregaban todos aquellos que habían perdido prácticamente la ilusión por la vida, y lo único que hacían era inyectarse heroína hasta morir. Parecía el último círculo del infierno. Y en el peor momento de la lucha contra el terrorismo fui destacada a Ayacucho, tuve que escapar de tiroteos, he visto pila de muertos, son cosas que se te quedan en la retina y en el alma.
—Luego de ser reportera te plantean conducir “24 Horas”, posteriormente, Panorama. ¿Cómo recuerdas esa etapa?
Me pusieron a conducir el noticiero con el más grande de los grandes: Humberto Martínez Morosini. Éramos dos generaciones Aprendí muchísimo el manejo de la cámara, la improvisación, el sentido de la palabra y la fuerza de la misma. Era la época también de Pablo de Madalengoitia, de las grandes estrellas en Panamericana, Fue mi gran escuela, un aprendizaje de 22 años. Estuve allí para cosas buenas y difíciles también. Y me plantean ingresar a Panorama por Roxana Canedo, que estaba delicada de salud. Comenzamos con un equipo muy interesante, encabezado por Eduardo Guzmán, fue una experiencia extraordinaria, estuve cerca de siete años.
—Luego viajaste a Estados Unidos a empezar desde cero. ¿Qué motivó ese gran cambio?
Me fui en una situación muy complicada, personal, porque me estaba divorciando, también profesional porque al canal ingresó Genaro Delgado Parker, y yo sabía que allí no tenía cabida. Tampoco podía irme a otro lado porque tenía problemas con el presidente de turno, Alejandro Toledo. Me fui hasta sin mi último sueldo. Una amiga del colegio, muy querida, me refugió en su sótano [ríe]. Estudiaba inglés entre seis y siete horas diarias, y a los 4 o 5 meses conseguí trabajo en un programa de radio para la audiencia latinoamericana. Luego, una vez a la semana, hacía programas de radio en Univisión sobre la realidad política en los Estados Unidos. Fue una experiencia desafiante, pero interesante.
—También trabajaste como corresponsal de guerra en Irak y como analista política en la Casa Blanca y en el Congreso. ¿Cómo fue esa experiencia?
Fue bien contradictorio porque te mueres de miedo, fue durante el gobierno de George Bush. Me llamaron del Departamento de Estado a través de la Secretaría, querían que vaya porque había un grupo muy importante de soldados y militares que eran latinoamericanos destacados en Irak, querían la visión desde el punto de vista de América Latina. Me quedé un mes, vimos el peligro de manera cercana, íbamos a las operaciones militares vestidos de militar y estabas expuesto a lo que pudiera pasar. Antes de viajar tuve que firmar un compromiso de que no demandaría al gobierno estadounidense, si es que algo me pasaba, y tuve que comprar un seguro de vida para proteger a mi familia. En la Casa Blanca y en el Congreso mi trabajo era de opinión política, y ahí la política se mueve entre demócratas y republicanos. Hice radio y televisión, aprendí mucho.
—¿Extrañaste la popularidad, la fama?
La fama nunca me la tomé en serio, y eso ayudó. Mi madre no solamente era fuerte, también tenía una inteligencia emocional superior. Siempre me decía: ‘Eres mortal como los griegos y romanos, no te levantes del piso porque el piso es lo más parejo que vas a encontrar’. Y es verdad. La fama hay que tomarla con agradecimiento porque trae privilegios, en el sentido de que la gente te reconoce, pero no hay que darle tanta importancia.
—¿En Estados Unidos encontraste lo que fuiste a buscar?
Encontré mi tranquilidad de espíritu, que es una maravilla; pero la encontré luego de haber tenido la experiencia necesaria, entonces todo tiene un por qué. Creo firmemente que las cosas pasan cuando tienen que pasar. Encontré el amor, conocí a mi esposo, una persona que le importaba poco si era popular, famosa o no, probablemente lo había leído, pero no lo había sentido hasta que vino al Perú. Renunció a todo para estar conmigo. Era el equilibrio que necesitaba en ese momento. Él aquí se dio cuenta de lo que significa ser un centro de atención, pero yo ya estaba diferente.
—¿En qué sentido estabas diferente?
Cuando uno es más joven tiene la necesidad de llegar, abarcar, y tomar todo con una velocidad que a veces no te permite sentir que la vida se está yendo. Hay que disfrutarla en el sentido más simple y sencillo. Yo disfruto de un picaflor, de un árbol , del mar, me vengo a trabajar en bicicleta, cuando no estoy en televisión ando en fachas. La experiencia está en la vida misma, hay que simplificar.
—¿Qué te trajo de regreso al Perú?
Cuando estaba en Estados Unidos, a mi madre le diagnostican una enfermedad muy dura, la misma de Pedrito Suárez Vértiz (esclerósis lateral amiotrófica). El médico me dijo que le quedaban solo dos años de vida, y ella no podía comunicarse conmigo porque ya no hablaba. Vine a verla de visita y un día, en un restaurante, coincidí con Baruch Ivcher. Me mandó una nota, quería conversar conmigo de trabajo. Conversamos, llegamos a un acuerdo, y a partir de eso se abrió la posibilidad de regresar al Perú. En el 2009 ingresé a Latina, y ya tengo casi 15 años aquí. Vine para abrir el horario de la mañana. Conduje con Aldo Mariátegui “A primera hora”. Luego de algunos meses pasé al horario prime time, de la noche, después vinieron “Sin medias tintas” y “Punto Final”, que cumple 15 años este 19 de abril. Tiene un súper equipo, muy capaz, profesional, riguroso, exigente. Me siento orgullosa de eso. Hemos logrado credibilidad.
—El mismo año que ingresas a Latina lanzas “Minutos antes de las 8″, un libro que cierra una etapa difícil de tu vida, de romances inventados, entre otras cosas. ¿Cuándo lo empiezas a escribir?
En Estados Unidos, en mis grandes momentos de nostalgia, de mucho llanto, porque no es fácil cambiar de vida de un día para otro, empezar desde cero con una niña. Mi hijo va después, cuando ya termina el colegio. Empecé a escribir como una forma de hacer catarsis, porque no tenía plata para ir al psicólogo [ríe]. No tenía la intención de que sea un libro, sino de cerrar una etapa, sentí la necesidad de dar mi versión porque todo el mundo hablaba sobre esto y lo otro, y mentira tras mentira. Fui muy sincera en el libro.
—Escribir una autobiografía de alguna manera sacude. ¿A ti cómo te dejó?
Me dejó exhausta [ríe], me obligó a recordar una serie de cosas, y creo que valió la pena porque a veces uno no se da cuenta de lo que pasa, de tus errores y equivocaciones, de esta vorágine que es estar permanentemente a una velocidad de carrera en un medio complejo, difícil, vinculado al poder. Nosotros somos privilegiados, estamos auscultando el poder, pero hay que aprender, saber cuáles son las motivaciones de los políticos, y estar en un lugar equidistante, exacto para acercarte hasta tener la información, y alejarte para que no te queme. Cuando uno se queda en una nube, la cosa es diferente, puede ser muy complicada. A lo largo de estos 42 años de trabajo en televisión, he visto gente que no pudo levantarse cuando dejó el glamour y esa sensación de éxito.
—¿Cuando lanzas el libro aún estabas casada con Roberto Reátegui?
Estaba separada desde hacía varios años, cuando terminamos los trámites de divorcio es cuando yo me voy a Estados Unidos.
—¿Los rumores de un romance con Alan García afectó tu vida?
Me casé en 1985, era una chiquilla, pero en ese momento nadie lo decía abiertamente. Fue difícil, aunque siempre he sido tranquila en mis reacciones, pero la procesión se lleva por dentro y, por supuesto, eso afecta muchas cosas.
—¿Afectó tu matrimonio?
Afectó mi comunicación en mi matrimonio. Mi matrimonio tenía problemas que no cabe ni vale la pena contarlos. Tengo un cariño enorme por el papá de mis hijos. Si tuviese que elegir un padre lo volvería a escoger. Fue parte de mi familia, fue un amor universitario que luego se convirtió en un matrimonio; pero en lugar de importarle eso a la gente, debe importarle no fregar a tus hijos a la hora de enfrentar una separación. Eso lo hacen dos cabezas inteligentes, y de eso Roberto y yo nos sentimos muy orgullosos.
—En tu libro reconoces que pudiste manejar mejor la situación gracias a que Magaly te advirtió de que saldría un ampay de Roberto con Mávila Huertas.
Así es, Magaly me avisó. Tuve la oportunidad de hablar con él (Roberto). Y sería una mentira decir que a mis hijos no les afectó en su momento porque un divorcio es complicado como cualquier fracaso sentimental y emocional en la vida. Cuando Magaly me avisa tratamos de aminorar el sufrimiento de mis hijos todo lo posible. Me daba mucha pena por ellos, después me enteré que les hicieron algún tipo de bullying.
—¿Y tú cómo recibiste el ampay?
Sinceramente, no veo programas de esa naturaleza, y lo digo con total sinceridad. Acá (en Latina) se ríen mucho cuando me hablan de espectáculos, y yo estoy en la calle. Cuando se trata de alguna situación noticiosa alguien me tiene que dar clases rápidas. Pero no podría decir que no me afectó, pues estaba en boca de todos y en todos los periódicos. Por suerte en ese tiempo no había redes sociales.
—¿Cómo ha sido tu experiencia adaptándote a las nuevas plataformas sociales?
Debo confesar que en un primer momento me resistía, y sinceramente vi la realidad y el que no se adapta muere. Empecé a manejar Twitter (X) y ahora Instagram. TikTok no lo entiendo muy bien. Es un mundo distinto, pero hay que adaptarse sino como el mar, las olas te llevan. A mí me gustan los desafíos. Estoy en “Habla serio” con Santiago Gómez, un programa digital que sale todos los domingos.
—¿Qué trabajo periodístico te llena de mayor orgullo?
Me marcaron “Panorama” y “Punto Final”, son mis grandes amores.
—La entrevista que le hiciste a Gustavo Adrianzén fue tendencia.
Qué bárbaro [ríe]. Yo solo hago preguntas, es el entrevistado el que te hace el día.
—¿Cómo ves el actual escenario político?
Es un escenario complejo porque lo que más le molesta a la gente y creo que a todos, es que intenten ofender tu inteligencia. A lo largo de generaciones sabemos que hay muchas motivaciones en las autoridades para no decir la verdad, pero que te tomen el pelo es duro. Eso indigna mucho.
—Por tercer año consecutivo fuiste elegida como la periodista de TV más influyente del Perú, y “Punto Final” ganó el Premio Luces 2023 en la categoría a Mejor Programa Periodístico. ¿Qué tanta importancia tienen para ti los reconocimientos?
El que fuera elegida como la periodista más influyente me enorgullece, me masajea el ego, y el Premio Luces, reciente, para el programa tiene que ver con la ciudadanía, con el voto, con las redes, con lo más cercano. Me siento contenta, satisfecha, además es un desafío porque las vallas se ponen altas. Siento que todavía ando muy vigente, con muchas ganas, salud y energía.