Inicios de 1998. Renato Münster era el actor predilecto del mercado televisivo chileno, el galán, el que no pasaba desapercibido ni necesitaba hacer casting para acceder a algún papel. Era una apuesta segura y contundente. Y así lo percibió el realizador peruano Lucho Llosa, al elegirlo para coprotagonizar junto a Patricia Pereyra una de las telenovelas más acertadas y recordadas de Iguana Producciones: “Travesuras del corazón”.
Casi un cuarto de siglo después, desde Santiago de Chile, el artista que dio vida al buen Gonzalo Aguirre en la sintonizada ficción emitida por Panamericana TV, recuerda cómo obtuvo el papel y cómo este le cambió la vida radicalmente.
Habla el recordado “Gonzalo”
“Estaba trabajando muy fuerte en Chile, en televisión, cuando me llaman para decirme que un productor peruano buscaba un actor para una coproducción peruano-chilena. Me preguntaron si quería ir al casting. Estaba grabando una serie (’A todo dar’), pero acepté ir, pues me pareció atractiva la propuesta. Ese día llegué un poco tarde, prácticamente fui el último de la cola, Lucho Llosa y su esposa ya estaban por irse”, narra Münster Gripe.
“Más que un casting, fue una conversación para conocernos. Les conté qué había hecho, luego nos despedimos, y quince minutos después me llamaron para informarme que me habían elegido y preguntarme si estaba dispuesto a trabajar con ellos”, agrega.
Recuerda, además, que la esposa de Lucho Llosa, Roxana Valdivieso, fue una pieza preponderante en su elección. “Lucho me contó que a ella le gusté como actor, como personaje, le dijo que le tincaba para el papel, que le parecía que representaba al chileno promedio, que tenía cierta empatía, que había enganchado con mi aura y que sentía que yo podía perfectamente encarnar a Gonzalo Aguirre. Tuvo mucho que ver en que me eligieran. Luego nos pusimos de acuerdo sobre condiciones y asuntos económicos”, añade.
Dos semanas después de aquel encuentro, el actor santiaguino se sumó a la ficción producida por Iguana Producciones, para protagonizar junto a la actriz peruana Patricia Pereyra, uno de los éxitos televisivos más recordados de los años 90
“No tienes idea de lo que fue al principio. De lunes a viernes grababa una telenovela en Chile (’en Mega), y el viernes por la noche viajaba a Lima, para empezar a grabar el sábado a primera hora. Era una locura. Cuando Lucho me dijo que grabaría los fines de semana, pensé que los actores y técnicos en Perú me iban a odiar, porque por mi culpa iban a trabajar en lugar de estar con sus familias. Para mí no representaba un problema porque estaba soltero, no tenía compromisos, además, me encanta trabajar. Por suerte nadie me odió, al contrario, hice muy buena amistad con todos”, indicó.
“Travesuras del corazón” cuenta la historia de Isabel Revilla (Patricia Pereyra) una actriz con una carrera en ascenso, invitada a Londres a participar de una importante obra de teatro. El día de su viaje encuentra junto a su puerta una bebé abandonada (Claudia Voysest), por quien decide dejar la oportunidad de viajar, cambiando su vida radicalmente.
Entre las participaciones antagónicas destacan: Jimena Lindo, Víctor Prada, Yvonne Frayssinet y la recordada Noemí del Castillo. Vanessa Terkes, Gian Piero Diaz, Renato Rossini y Regina Alcóver figuran en los roles estelares. Stephanie Cayo, Bruno Ascenzo, Gian Piero Mubarak, Lorena Navarro y Claudia Voysest eran los niños del elenco.
Münster recuerda que grabar solo los fines de semana escenas de cuatro a seis páginas de texto representaba para él un gran desafío de concentración y memoria.
“Me propusieron usar sonopronter, pero yo no estaba acostumbrado a eso, a que alguien te sople el texto en la oreja. Les dije: ‘No, gracias’, y preferí meterme todas las páginas a la cabeza, a fin de mantener la naturalidad. En el avión me iba aprendido el texto. Era un ejercicio de memoria agotador”, asiente.
“Otro gran problema fue el tema del habla. Nosotros, los chilenos, somos los ciudadanos del mundo que peor hablamos, tenemos una jerga, un dejo y un modo horroroso de hablar. Mi personaje era chileno pero tenía que hacer un esfuerzo para que no pareciera un extraterrestre el que estuviera hablando; muchas veces metía la pata. Una vez llamé a un chico ‘súper cabro’, queriendo decirle que era súper joven. Quiso matarme. Aprendí con el tiempo, con mis continuos viajes a Lima, pues mi esposa es peruana y mis hijos son chilenos peruanos”, aclara el actor.
Renato conoció a su esposa, Verónica González, en Lima. El actor Renato Rossini los presentó un fin de semana durante una salida entre amigos.
Así nació el amor
“Mi esposa no es actriz, es economista. El único vínculo que tenía con la actuación era Renato Rossini, él nos presentó. Cuando ya me establezco en Lima, habían pasado como dos o tres meses que lo único que hacía era trabajar y no salía a ningún lado, Renato me invita a salir, me dice que me va a presentar a dos amigas. Era juerguero, muy divertido. Era sábado, un día antes de las elecciones municipales, por lo tanto había ley seca. Nos juntamos en un bar del Polo. Ese día llegó solo Verónica. Fue amor a primera vista, conversamos toda la noche, hasta la cinco de la mañana, hubo una conexión increíble. Después de un mes de constantes salidas, le di el primer beso, y no nos separamos nunca más (se casaron en 2002)”, asiente.
“Soy la envidia de todos mis amigos porque, a diferencia de las españolas y chilenas, que son me dio brujas y mandonas, mi mujer es tranquila, alegre, se acuesta y levanta riéndose”, asegura, Renato.
Asimismo, destaca el talento y carisma de Stephanie Cayo y Bruno Ascenzo, quienes debutaron actuando en “Travesuras del corazón”.
“Eran unos niños encantadores cuando los conocí. Teníamos una muy buena onda, me veían como un tipo extraño porque era chileno. Stephanie era una preciosura, tenía unos ojos hermosos y Bruno era una dulzura”, destaca.
Finalmente, recuerda cómo era compartir roles protagónicos con Patricia Pereyra, actriz peruana que luego de la producción de Llosa Urquidi, continuó su carrera en México, país en el que radica en la actualidad.
“Era desafiante estar a la altura de ella, siempre estaba a la hora, siempre maquillada, se sabía los textos, tenía un encanto natural ante las cámaras, era atractivo trabajar con ella, tenía una sensualidad escondida, su presencia era cautivante. Siempre la traté con máximo respeto. Tiene una profundidad en la vida con la cual enganché muy bien. Por otro lado me ponía un valla bien alta porque nunca se equivocaba. Tenía que estar muy atento. Grabar con Patricia siempre era un gran desafío y estar en esa producción fue un regalo de la vida”, subraya.
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