Televisa siempre será recordada por sus novelas, las cuales dejaron momentos icónicos.
Televisa siempre será recordada por sus novelas, las cuales dejaron momentos icónicos.
/ Televisa
Alfonso Rivadeneyra García

“Cuna de lobos” (1986). ¿Cómo poner en palabras el resentimiento de toda una vida? Un encuentro entre Catalina Creel (María Rubio) y su hijastro Carlos Larios (Gonzalo Vega) muestra la relación de ambos, donde el segundo plasma todo lo que siempre calló. “Disfrazaste con mil colores lo más negro de tu alma”, dice el hombre, en uno de los momentos más icónicos de esta telenovela de donde ningún parche puede ocultar la verdad.


“Marimar” (1994). Marimar Pérez (Thalía) vive una vida bucólica junto a sus abuelos, con carencias pero sin sobresaltos. Conocer el amor resultó ser su gran maldición y, no mucho después, sus abuelos pagan el mortal precio en un incendio que representa, en lo más básico, el conflicto perfecto de la heroína de telenovela: incapaz de hacer nada mientras los suyos sufren, pero decidida a vengarse.


“María la del barrio” (1995). María (nuevamente, Thalía), quien escapa del hospital donde dio a luz, necesita ayuda psiquiátrica. Pero no hay nadie cerca para dársela. Ella, en cambio, hace algo imperdonable: regala a su hijo a la primera mujer que se le cruza en la calle. Una decisión que cambia vidas.


“María la del barrio” (1995). “Maldita lisiada” es casi un sinónimo con Soraya Montenegro (Itatí Cantoral), una de las mayores villanas no solo de las telenovelas, sino de toda la ficción. La frase, dicha en desmedro de la pobre Alicia Montalbán (Yuliana Peniche), fue un meme antes de que existieran los memes.


“La usurpadora” (1998). ¿Qué tan posible es encontrar a tu gemela perdida en el baño de un restaurante? Así es como la acaudalada, pero cruel Paola, y la abnegada Paulina (ambas interpretadas por Gabriela Spanic) empiezan una relación de mutuo beneficio, pero que deriva en violencia. Al final, solo puede sobrevivir una.


“El privilegio de amar” (1998). La secuencia de apertura más impresionante de toda la historia de Televisa. Menos de dos minutos de duración, pero con dinámicas de personajes claras. Una historia con inicio, medio, final y conflictos marcados solo por actuaciones sin diálogos. Todo en una sola toma continua que ya quisieran tener los mejores cineastas en sus historias.


“Velo de novia” (2003). Uno de los tópicos más comunes de las telenovelas mexicanas es el de la boda trágica. Con “Velo de novia” pasó eso, cuando Ricarda Sánchez (Blanca Guerra) intenta matar a la amable Andrea Paz (Susana González) para que no se case con su hijo José Manuel (Eduardo Santamarina). Pero, por cosas del destino, la bala impacta en su propio hijo, matándolo. Más drama que ese no hay.


“Rebelde” (2004). Y hablando de encuentros significativos, no podíamos dejar el protagonizado por Mia Colucci (Anahí) y Miguel Arango (Alfonso Herrera), quienes se debatían entre el odio y el amor. Clases socioeconómicas distintas, gustos distintos; todo en ellos gritaba diferencias irreconciliables. Una pareja perfecta, por supuesto.


“Rubí” (2004). Alejandro (Eduardo Santamarina) terminó la tóxica relación que tenía con Rubí (Bárbara Mori), pero ella no lo tomó bien. La malvada mujer, en plena pataleta, tiene un accidente donde cae de gran altura, queda desfigurada, y pierde la pierna. Como se dice hoy en día: karma.


“El chavo del ocho” (1971). No es una telenovela, pero hablar de Televisa sin mencionar a “El chavo del ocho” es casi un pecado. Y elegir solo un momento a destacar de esta comedia, tarea difícil. Pero destacamos el castigo que el Señor Barriga (Edgar Vivar) impuso sobre su eterno inquilino, Don Ramón (Ramón Valdés); al que en venganza por un golpe fortuito, lo aplasta. El resultado: un Don Ramón brevísimo, casi un papelógrafo de carne cuya imagen traumó generaciones de niños (este redactor incluido), preocupados por la salud del personaje.

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