Renzo Giner Vásquez

A inicios de los 90, los niños vivían esperando que llegara el fin de semana para convertirse en nubecinos o nubetores. El éxito de “Nubeluz” hizo que el rostro de sus dalinas, como Xiomy, sea conocido en toda la región.

Hace unos días, la ex conductora volvió por unos días a Lima, pero ya no para entonar pegajosas canciones o realizar elaboradas coreografías, sino para brindar un seminario sobre la ciencia espiritual.

—¿Qué es lo que más se extraña de ser una dalina?
La efervescencia de llegar al Amauta y sentirlo lleno. Pero la verdad es que tanta gente nos sigue por redes que sigo sintiendo que “Nubeluz” está vivo en nuestros corazones.

—Bueno, debe ser difícil sacarlo de sus mentes...
Sí, “Nubeluz” no solo marcó la mente de los nubecinos de Latinoamérica, sino de nosotras, las dalinas, de las cíndelas y gólmodis, del equipo de producción que hizo posible que ese sueño fuera realidad. La verdad es que marcó la vida de una generación; creo que no va a existir nunca más un espacio como “Nubeluz” en la vida de los seres humanos.

—Entonces, ¿un formato como el de “Nubeluz” no cabría en la TV de hoy?
Creo que tiene un formato atemporal maravilloso, los contenidos del programa son para siempre. Por supuesto que ahora los chicos van a otro ritmo y están estimulados por demasiada información al mismo tiempo. Pero “Nubeluz”, adaptado a estos formatos más rápidos y modernos, podría ser un programa para siempre. Todas las generaciones necesitarían un contenido así.

—En el 2016 volviste a subir al escenario por los 25 años del programa. ¿Qué sentiste en ese momento?
Fue una experiencia absolutamente maravillosa, pero lo más impactante fue que en cinco días reunimos a más de 40 mil personas que hicieron posible que tras 25 años volviéramos a decir: “¡Grántico, pálmani, zum!”. Pararse en el escenario siempre le da a uno mariposas en la barriga. El día que no pase eso, ya uno perdió la chispa y la alegría de ese proyecto.

—Cuéntanos más sobre esta otra faceta tuya, ligada al yoga y la meditación.
Yo me crié en el campo, siempre hubo una cultura de buena alimentación en mi casa. A los 14 años era bailarina y leí un libro del entrenador de Martina Navratilova, en el que decía que un deportista tenía un mejor rendimiento si no comía tanta carne. Comencé dejando las carnes rojas, luego las blancas, y cuando llegué a Lima dejé de comer animalitos. También por esa época empecé a hacer yoga, meditación; conocí el ayurveda –que es la medicina más antigua de la India– y me formé como terapeuta.

—Y ahora te dedicas a que la gente esté bien, ¡qué reto!
Cuando uno se vuelve un referente de bienestar tiene una gran responsabilidad, porque primero tiene que estar uno bien. Por eso me levanto muy temprano todas las mañanas a enchufarme en la fuente, a conectarme con el espacio en silencio, a tener gratitud por la vida, a depurar este corazón que a veces se llena de sentimientos que no son muy bonitos.

—Yo creo que hay más razones para estar de mal humor que andar feliz...
Con la energía que usamos para quejarnos, tener rabia, hablar mal del otro o decir que algo no se puede, hay que decir: “¡Vamos!”. Hay que ponerse los lentes del arco iris todos los días; siempre habrá retos, pero lo importante es qué herramientas tenemos para asumirlos.

—Parece que es imposible ponerte de mal humor.
[Risas] No creas. Dicen que mona que no es brava, es teñida. Yo no soy teñida, así que a veces me pongo muy brava. Pero la respiración ha sido la herramienta que me ha permitido calmar ese fueguito interior que a veces sale para quemar a todo el mundo.

—Descubrir el yoga te llevó a viajar hasta la India, ¿cómo fue esa experiencia?
La India lo llama a uno. He ido tres o cuatro veces, y estuve en lugares que nutrieron mi alma, entre ellos la Universidad Mundial de la Paz, en Rajasthan. Imagina la delicia de tomarse un tiempo para escuchar la voz del alma. La India me dio la oportunidad de vivir desde el alma, de concentrarme en lo que es permanente.

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Perfil del personaje

Xiomy Xibillé 
Coach de bienestar integral, escritora y ex conductora de “Nubeluz
Nací en Medellín, pero crecí en el Valle del Cauca. En 1991 fui nubelina y dos años después me convertí en dalina. Trabajé en “Nubeluz” hasta 1996. He escrito dos libros. El último, “Estar bien”, da consejos para llevar una vida sana en cuerpo y alma.

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