El llavero que contiene la llave de la puerta tiene forma de estrella. En la sala, en una repisa descansa una imagen en miniatura suya con un traje azul marino, sombrero y micro en mano. En una mesa, cerca de la chimenea, hay una cerámica que recuerda a su elenco de burbujitas. “Hola Yola”, dice una tabla de madera colocada en la parte superior de una pared, muy cerca de recortes de periódicos que hablan de ella y de sus programas de televisión. También hay muchas fotos suyas colgadas, como colgada están una pandereta y algunos cuadros antiguos. La sala de Yola es un homenaje permanente a los años que dedicó a hacer programas para que los niños se divirtieran y aprendieran.
Días después de cumplir 70 años de vida recibió a El Comercio para hablar de su vida, de sus pasiones, de sus temores, de lo que se siente orgullosa y de lo que se arrepiente. Lo hizo, también, pocos días antes de que su madre falleciera a los 100 años.
Con más de veinte años en la televisión se hace esperar para aparecer vestida como la recordamos los peruanos: con un traje con flecos y sombrero, maquillada y con el cabello largo. La reina de los niños está lista para conversar.
— ¿Al coordinar esta entrevista no querías mencionara el número 70? ¿Por qué?
No por mí. Probablemente, por las personas que en lugar de ayudarte o hablar bien, no favorecen tu propia imagen, sino que se burlan y hacen memes. Los faltosos son más en redes y ya lo han hecho en anteriores años. Pero no es por mí, soy consciente de los años que tengo. Son siete décadas y debo asumirlas. Lo único que espero es siempre valerme por mí misma y que no pierda la memoria.
— Comenzaste en la televisión muy joven porque querías hacer dinero.
Sí, yo estudiaba secretariado bilingüe y tenía un horario que me permitía trabajar. Mi hermano bailaba en el programa “Ritmo boys” del canal 4 y se enteró de que iban a hacer otro programa juvenil en el canal 5 y lo llamaron a él y como les faltaban bailarinas me llevó. Y poco a poco empezaron a darme un papel pequeño, un poco de diálogo, una mirada, una cosita y como vieron que lo hacía bien me fueron dando cada vez más protagonismo.
— ¿Cómo eras como secretaria?
Tuve dos experiencias que no fueron muy gratas. No me sentía bien, era un trabajo normalito, no era ¡uff!. Además, habían jefes coquetos, jefes malcriados y yo veían como se comportaban. Eso sí, nunca me tocó ponerlos en su sitio. Pero no me parecía bonito el trabajo.
— ¿Qué te enamoró de la televisión?
La cámara, el ciclorama, los programas. Aprendía bastante. A mí y a otras chicas nos llamaban “las artistas en trámite”.
— ¿Cambió tu manera de ver la vida luego de tu aneurisma?
En diciembre de dieron de alta y pude quitarme ese pensamiento de que tal vez me volvían a operar. Pero una solita de asusta. El miedo trae miedo y yo tenía miedo.
— Miedo de morirte...
De joven nunca piensas que te vas a morir. Tampoco piensas que tu mamá o tu papá se van a morir. Pero viendo los años que van y cómo van me da mucha pena que mi cuerpo no sea el mismo. Y no por las arrugas, para eso tengo un doctor que me apoya. Me da pena que se me acaben las energías, ya no haces lo que hacías antes. Hay mucha diferencia entre mi vitalidad actual a la que tenía hace unos años. Aunque puedo tener más energías que muchas abuelas. Todo el que nace va a morir. Lo que yo no entiendo es que tengas que aguantar la descomposición.¡Ay, que horrible! Y ya tengo mi sitio en Jardines de la Paz para mi mamá y para mí.
— ¿Te hubiera gustado tener una familia?
Creo que a todas las mujeres les gustaría tener un hijo. Cuando me reencarne voy a tener uno, porque quiero saber cómo sale, cómo sería. De repente sería el mejor cantante, el mejor productor, el mejor animador. Pero si me sale un chico reallity, me muero.
— ¿Y una pareja?
No sé si pudiera soportar a un esposo que tose delante de mí. Si me casaba y no resultaba, no podía divorciarme, porque eso era dar una mala imagen. Y yo trabaja veinticuatro horas al día. Yo quería ser un buen ejemplo para las mujeres. Yo siempre decía “No es necesario tener un hombre para que te cambie un foco, contrátalo”.
— ¿Hace cuánto que no tienes una pareja sentimental?
Mucho tiempo, unos 20 años. Pero me acostumbré a que no me parezca necesario tener a un hombre al costado. ¿Para qué? Si necesito clavar un cuadro, lo hago yo misma. Puede que me quede chueco, pero lo hago yo misma. No necesito más.
— ¿Esa forma de vida a la que te acostumbraste fue porque temías que te rompan el corazón?
Una vez me pasó. Me rompieron el corazón y lo único que hice fue agradecer que no casé, que no se hizo realidad. Porque teníamos pleitos previos y yo decía “esto no puede funcionar”. Más interesante me parecía mi trabajo y tenía mi libertad; si quería salir, salía; si quería bailar iba; si quería ir a comer, comía. Además, yo tenía que invitarle a mis parejas porque que escogía a alguien que estuviera libre un día de semana, que no trabajara. ¿A quién escogía? A un vago.
— Crees que los niños de hoy se conectarían con el tipo de programas que hacías?
Hay una edad en los niños en la que sí se conectarían. Los niños pequeñitos. Por eso es que ven “Pepa Pig” y otras cosas. Antes a las cuatro de la mañana pasaban dibujos animados, ahora ya no pasan. Hay muchos niños que se despiertan a las cuatro, cinco, seis de la mañana y esos niños podían ver esos dibujos animados, ahora ya no.
— ¿Te dolió cuando dejaste la televisión?
Pensé que regresaba. Incluso dije “voy a regresar como que me llamo Yola Polastri”, pero el asunto fue que no. Pusieron un reemplazo de un programa infantil y luego empezaron a salir otros que ya no venían con la forma que yo lo hacía. Mi programa tenía psicólogo de niños, profesora de educación inicial, tenía todo el apoyo del lado educativo.
—¿Qué fue lo que te termina de alejar de la televisión?
Hicieron un programa barato en el canal 4 con un muñeco con una chica que no se daba cuenta de todo el doble sentido de lo que decía Timoteo. Luego, también María Pía salía cantando temas terribles y las chiquitas salían comiendo helados y chupetines. Los lamían. Ese programa era así. Y yo decía “Voy a ver un poco del programa ahora, porque tal vez estoy exagerando”, pero siempre me encontraba con lo mismo.
—¿Y cómo te hace sentir esa situación de la televisión?
Me da pena. Yo llevaba animales del parque de las leyendas al programa. Llevaba la boa, el cóndor y otros animales para mostrarlos en vivo. Hoy se les pide a los niños que bailen sensualmente y que imiten a los famosos. Yo trataba de llevarlo el canto y el baile a la edad de los niños, a su gracia.
— ¿Alguna vez te trajo problemas tener una personalidad directa y decir las cosas como las pensabas?
No. Me decían fosforito, porque me prendía rápido, pero me apagaba también rápido. Discutía por pedir perfección. Por ejemplo, yo estaba hablando de la silla y enfocaban la mesa, o hablaba de la mesa y enfocaban el techo. Pero luego le decía a persona “vamos a almorzar”, a mí se me pasaba rápido porque una cosa era el trabajo y otra cosa eran los temas personales.
— ¿Qué decidiste hacer cuando te diste cuenta que no volverías a la televisión?
Lo conversé con amigas sociólogas y surgió la Campaña Recobrando Valores. Y no regresé jamás.
— ¿Volverías hoy?
Me gustaría, alguna vez. Porque no puedo estar largos tiempos frente a cámaras. Me gustaría un nuevo programa con un nuevo enfoque, pero el problema es que en las mañanas ahora hay programas que hacen dos o tres puntos con gente que habla cosas que no tienen ni pies ni cabeza.
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