Lizzy Cantú: "La memoria del guardarropa"
Lizzy Cantú: "La memoria del guardarropa"
Redacción EC

Lizzy Cantú

Es de biempensantes repetir que la moda es superficial, frívola, que pertenece a un universo paralelo, ajeno a la trascendencia. Es de señoras serias y señoritas comprometidas apretar los labios con desaprobación y menear la cabeza diciendo que hay asuntos más urgentes que una pasarela, personajes más valiosos que una modelo, talentos más útiles que el de un diseñador. Pero cuando una persona -cualquiera- muere, siempre deja atrás y siempre lleva consigo algo de ropa. Pienso en mi abuelo paterno, que en sus últimos años gustaba de repetir su último deseo: que lo sepultaran llevando el traje caqui que vestía cuando estaba en su rancho. Pienso en su viuda, mi abuela, que en el día más triste de su vida de casada, eligió para él un terno oscuro y una corbata roja. Su voluntad ya no era complacerlo, sino guardar para sí una última imagen diseñada a su gusto. Pienso en mi madre, que después de quedar huérfana -a los cincuenta y un años- conservó en una bolsita sellada un par de medias de mi abuela para recordar su aroma. Los terapeutas recomiendan, para superar un duelo, deshacerse del guardarropa del ser querido que ha muerto. Pero con los pantalones, las camisas, los suéteres y los vestidos de una persona se marchan también su aroma, su sudor, la forma que tenía su cuerpo aún vivo. Es la herencia más física y material  de cualquier ser humano. Desde el siglo XIV hasta el siglo XX, tres cuartas partes de los objetos que recibían las casas de empeño eran prendas de vestir. Un guardarropa era una inversión y los vestidos duraban más que la vida promedio de cualquier ciudadano. Hoy, la mayoría de la ropa es descartable y la única que se subasta o se guarda en un museo es gracias al escándalo, la farándula, la alta costura o la tragedia. Peter Stallybrass es un profesor experto en el Renacimiento, cuyo primer trabajo fue como aprendiz de embalsamador. Durante su carrera académica, estudió la memoria y la ropa. No la moda, sino las prendas de vestir. Él dice que no es casualidad que en nuestra imaginación, los fantasmas salgan de los armarios y siempre estén tapados por una tela. Es en los roperos donde sobreviven los muertos. Más respeto para la moda. Y más atención a lo que te pongas, que tal vez así sea como te recordemos.

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