Natalia Parodi: "El impulso de salir corriendo"
Natalia Parodi: "El impulso de salir corriendo"
Natalia Parodi

 

La señora Clara tenía la mirada perdida y soñaba despierta. Había cumplido 60 años y al saludarla volteó suavemente y me dijo: «A veces tengo ganas de salir de mi casa e irme». «¿A dónde?», pregunté. «No sé, solo pienso en abrir la puerta e irme, irme y no volver». De pronto notó lo potente de sus palabras, me miró con cara de travesura, rio y dijo: «No cuentes que dije eso».

Silvia era una adolescente con frecuentes episodios depresivos, producto de una tensión familiar constante que instaló en su corazón mucho dolor y miedo frente a la vida. Soñaba con emigrar, con la idea de que al bajar del avión comenzaría una vida nueva llena de alegría, y no se detuvo hasta llegar al otro lado del continente. Sin embargo no logró sentirse mejor. A veces se emborrachaba o se involucraba en romances intensos que brevemente la hacían sentir bien, pero al día siguiente el vacío era aun más profundo. Es que –como suele pasar– su angustia había viajado con ella y tuvo que ir a terapia a atender esos conflictos internos que tanto había querido olvidar.

Viviana era una joven con talento y carisma que sufría en secreto de anorexia. Estaba enamorada, pero su relación la desestabilizaba emocionalmente y le impedía combatir su condición. Buscaba ayuda, acudía a un grupo de apoyo, intentaba no odiar la comida, pero no conseguía vencer su enfermedad. Un día surgió la idea de buscar un tratamiento en el extranjero, aunque ella sentía que era incorrecto escapar. De pronto, un amigo suyo soltó estas inolvidables palabras: «A veces es necesario huir, querida Viviana». Eso le dio el impulso para dar el salto. Viajó, se internó y se curó. 

«No huyas» es una de las premisas más populares cuando de consejos se trata. Enfrentar las dificultades a la cara, ser valientes, vencer los temores. Sin embargo salir corriendo debe ser uno de los deseos más comunes que cualquier ser humano puede sentir. ¡Ya no soporto, quiero salir de aquí! Pero la realidad no se somete a nuestros antojos así de fácil, y no nos queda otra que lidiar con los problemas.

La imagen que atrae a la señora Clara de salir y no volver nunca a casa es una fantasía frecuente de mucha gente. Sobre todo, cuando el cansancio abruma, cuando la pareja o los hijos no parecen valorar la entrega, o cuando se recuerdan los sueños postergados.

«¿Cómo sería mi vida si fuera solo para mí?». La lógica y el amor dicen que hay que agradecer lo bueno que se tiene. Pero queda la duda: «¿Estoy a tiempo de experimentar cosas nuevas, conocer gente distinta, sorprenderme del mundo?». Algo de curiosidad adolescente se despierta al visualizar estas posibilidades y eso transporta a un lugar de la imaginación que resulta delicioso, de vez en cuando. Y soñar libremente hace bien. Pero no es necesario huir. Se pueden tomar unas vacaciones.

En el caso de Silvia, escapar tampoco fue la solución. Tarde o temprano tenía que afrontar sus problemas, porque aunque se originaron en una vida familiar conflictiva, su angustia ahora provenía de adentro de sí misma y estaba en sus manos trabajar en su bienestar.

¿Pero realmente nunca huir es la mejor opción? Para Viviana sí lo fue. Aunque la diferencia es que no huyó de sus problemas, sino todo lo contrario. Huyó de los factores que la ataban a ese problema. Abandonó su relación, cortó con el circuito laboral que reforzaba su imagen de extrema delgadez, y dejó con la rutina social que la sumergía en depresión. Afrontó su dificultad y puso toda su energía en estar mejor hasta lograrlo.

Tarde o temprano, siempre hay que enfrentar los problemas. Casi nunca será necesario irse. Pero en los casos en que la realidad sea aplastante, es válido cortar por lo sano y escapar de una situación tóxica. Si es por tu bien, no es una huida cobarde, sino una valiente salida hacia la salud. 

 

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