Natalia Parodi: "La oveja negra de la familia"
Natalia Parodi: "La oveja negra de la familia"
Redacción EC

Cada individuo es un mundo, y cada familia también. Una combinación de particularidades que se entretejen en ese complejo grupo humano al que pertenecemos. Y en casi todas puede  identificarse un miembro que parece estar o meterse en más problemas de lo esperado. Así se convierte en la oveja negra de la familia.

Es el diferente. El que disgusta a la familia con su comportamiento. A veces es distante, aislado, poco sociable. A veces, escandaloso, juerguero, capaz de avergonzarlos frente a la gente. En otras ocasiones se mete en líos o deudas, o protagoniza escenas desbordadas, y ya no solo perturba a los suyos sino que los preocupa. Hasta que cambios bruscos de ánimo, arranques impulsivos, agresiones verbales o físicas, o abuso de drogas y alcohol desembocan en conductas de riesgo que en casos extremos terminan en crisis. En ese momento, ya perjudicada y alarmada, la familia decide buscar ayuda psicológica.

Todos, consternados por el miembro de la familia, están dispuestos a ayudarlo en su proceso de recuperación. Sin embargo, suele llegar un momento difícil para la familia: la necesidad de revisarse ellos también. «Pero si nosotros estamos bien», dicen, «el problema es él (o ella)». Y si bien ese miembro es quien presenta síntomas problemáticos, la realidad es que además encarna, concentra, absorbe, las dificultades de su núcleo familiar.

Una amiga decía: «En toda familia hay un loco. Si en la tuya no hay, eres tú». Esto es relativamente cierto y es interesante entender por qué. Resulta que así como cada persona es un mundo y tiene una psicología compleja, las familias funcionan como un cuerpo grupal con una mente grupal, también con aspectos conscientes e inconscientes.

Así como cada persona tiene distintos lados (uno independiente, uno más inseguro, firmeza para algunas cosas, flexibilidad para otras, un lado lúcido, otro más confundido, uno extrovertido, uno más tímido, uno calmo, uno ansioso, uno cuerdo, uno loco, etcétera), lo mismo ocurre con las familias. Solo que esos aspectos se reparten entre sus integrantes. Por eso, en grupos de personas que comparten el apellido y la casa siempre hay alguien extrovertido, alguien tímido, alguien más líder, alguien que cede más, alguien más gracioso, etc. Y por supuesto, alguien que parece no encajar, la oveja negra.

La familia de la que provenimos marca mucho de lo que somos. Nos influenciamos mutuamente, aunque no nos demos cuenta. Y la forma como nos relacionamos nos afecta, para bien o para mal.

Muchas familias se niegan a considerar esta posibilidad. «Nosotros estamos bien. Nuestro único problema es nuestro hijo» o «Nosotros no tenemos nada que ver con lo que le ocurre. Ella es la que no quiere estar bien». Y no se dan cuenta de que, por ejemplo, el otro hijo sufre pero lo oculta. O los padres no dan importancia al distanciamiento que se ha dado entre ellos como pareja, porque consideran que ese es ‘otro tema’. Lo mismo que la migraña del papá, o la gastritis de la mamá. Pero si se observa todo junto verán que no es coincidencia, y puede captarse que algo ocurre en la familia que necesita ser atendido, y que a cada miembro le afecta diferente.

Cerrarse a la posibilidad de revisarse como familia afecta a todos. Algunos lo sobrellevarán mejor que otros, pero eso no quiere decir que el problema les sea ajeno. Es importante trabajar en equipo, con humildad, cariño, honestidad y el corazón abierto. Y así, la oveja negra de la familia se revelará quizá menos ‘negra’ de lo que pensaban, como quizá los demás menos ‘blancos’ de lo que quisieran, pero descubrirán los matices de grises que en realidad son. Y estarán más cerca de ayudarlo, de conocerse mejor entre todos y entender la dinámica familiar, de apoyarse mutuamente, de integrarse y de superar los problemas juntos.

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