¿Qué fue lo que nos unió? ¿Por qué ya no te reconozco? ¿Qué te hizo cambiar tanto? ¿Por qué no cambiaste nunca? ¿Haces a propósito cosas que me molestan? ¿Desde cuándo ya no te diviertes conmigo como antes? ¿Por qué nunca me preguntas qué quiero o cómo me siento? ¿No prometimos acaso estar juntos en las buenas y en las malas? ¿Lo dijiste en serio?
Una chica y un chico se miran, se gustan, se coquetean. Salen, se conocen, se divierten. A él no le gusta hablar por teléfono. A ella no le gustan las lisuras. A él le encanta salir a fiestas con ella hasta tarde. A ella le encanta cuando él la acaricia al mirar televisión. Cada uno se fascina con el otro. Y los defectos de su pareja les dan risa y ternura. Aceptan sus diferencias y encuentran maneras de conjugarlas. Ella es dormilona, pero hace esfuerzos por acompañarlo a sus fiestas. Él se aburre viendo series románticas, pero disfruta de verla feliz.
Sueñan con tener hijos y una casa. Se mudan juntos, se casan y nacen los niños. Pasa el tiempo, los niños crecen, el trabajo cambia, el dinero va y viene y no todo es tan dulce como lo imaginaron.
Pasan diez años y él ya cambió de trabajo varias veces. Ella de hábitos. Además, la crianza de los hijos trae retos y, de pronto, ella descubre que él es impuntual y eso le molesta mucho. A él le disgusta que ella, sin reconocer el esfuerzo de los chicos, se ponga de muy mal humor cuando no sacan notas buenas. Él adora pedir pizza y a ella le fastidia que malacostumbre a los niños a alimentarse mal. Él no soporta no poder relajarse en su propia casa. Él quiere ir de vacaciones al Caribe, ella a París y recorrer el Louvre para que los niños se cultiven. Ella quisiera que él fuera más correcto y él, que ella fuera más divertida. Pasan 20 años y ella no soporta los ronquidos de él, y a él le irrita incluso el sonido que ella hace al limarse las uñas mientras ve televisión.
Las diferencias ya no les dan ternura. Son ahora motivo diario de peleas ¿Cuál de los dos tiene razón? Ambos y ninguno. Ambos pueden ceder, y ambos evitar incomodar al otro para hacer de la convivencia una experiencia más agradable. Pero sin criticarse todo el tiempo y al mismo tiempo, siendo considerados. Nadie es perfecto y lo que queremos al final del día es sentirnos contentos de llegar a nuestro hogar, y no a un lugar donde nos aguarda una batalla, una discusión o un ambiente insoportable.
¿Por qué siguen juntos? A veces esta pregunta es dolorosa. ¿Por el amor?, ¿por la promesa?, ¿porque no se tiene a dónde ir?, ¿por los hijos? Un amigo decía que el matrimonio debería hacerse con fecha de caducidad. Su propuesta era que fuera un contrato por cinco años, renovable. Lo decía con humor; pero su broma trasluce una verdad: con el paso del tiempo a veces las parejas ya no saben la razón por las que permanecen unidas.
¿Y si descubres que se terminó, que ya no te gusta cómo es? Es el gran temor. Es lo que no se quiere, pero a veces es lo que sucede. Ambos cambiaron mucho, evolucionaron en distintas direcciones. Casi no queda nada que los conecte, excepto los recuerdos, la casa y los hijos; del chico y la chica enamorados ya no queda nada.
Quedarse al lado sin luchar es como quedarse dormidos. Soportar no es luchar. Luchar es despertar, tomarse tiempo en buscar puntos de encuentro. Hacer con cariño que la relación esté viva y que no se convierta en pieza de museo. No es aguantar con estoicismo. Es buscar complicidad en la pareja. Es seducirla de nuevo. Es pedirle con amor las cosas que te hacen feliz, para que ella también sepa cómo llegar a ti.
Es valioso honrar un juramento, pero necesita tener sentido. Cuando se pararon ante el altar “para siempre, en las buenas y en las malas”, lo que en el fondo estaban diciendo era “estoy dispuesto a luchar por mantener vivo nuestro amor”. Si hay amor despierten y hagan lo posible por disfrutarlo no como un recuerdo, sino como el presente.