Fue la primera tierra conquistada de América (de allí su nombre original) y el hogar de Cristóbal Colón. Su esplendor arquitectónico, aún presente, combina bien con los paisajes sorprendentes y las historias que se cuentan.
“Van a escuchar la historia más increíble de todas”, nos dice un guía que pronto nos llevará al fondo de la tierra. Estamos a punto de bajar a una estructura de cavernas y lagunas subterráneas.
Pronto avanzamos junto a aguas quietas, bajo techos poblados de murciélagos y a través de caminos de piedra en la penumbra. El Parque Nacional Los Tres Ojos, con sus subidas y bajadas, su juego de luces naturales, y sus aguas pacíficas y negras, es uno de los atractivos de la ciudad de Santo Domingo, la capital de República Dominicana. El guía nos lleva por los caminos de piedra, mientras explica la historia de sus lagunas ricas en calcio. Una balsa de madera que se jala con cuerdas por el agua es el lento y callado vehículo hacia una cuarta laguna. Cuando llegamos a ella, nos recibe una luz violenta que ilumina las piedras húmedas, la vegetación y las aguas verdes con peces de colores. Alguien comenta que no es casual que algunos de los episodios de la serie “Tarzán” se filmaran en este universo de fantasía.
El guía es muy cuidadoso y cordial y usa parte de su encanto para decirnos que debemos pagarle directamente a él, aun cuando no nos ofrezca ningún boleto o comprobante a cambio. Es lo que nos dice y no somos nadie para objetarlo en este escenario mágico.
La primera colonia
La magia y la historia se dan la mano en Santo Domingo, la primera tierra del descubrimiento de América. Fundada por Cristóbal Colón en 1496, fue el primer asentamiento europeo en el continente, al lado del río Ozama. Fue también el primer centro colonial de España.
La cultura de los taínos le dio su primer nombre, Quisqueya (madre de todas las tierras), pero Colón se apresuró a bautizarla como la isla La Española para reforzar su nueva identidad. Hoy la ciudad está poblada de plazas e iglesias como la Catedral de Santa María la Menor y la Fortaleza de Ozama, la primera del Nuevo Mundo.
No es casual que la ciudad esté llena de murallas y fortalezas, pues su historia está llena de pugnas. Fue cedida a Francia, luego tomada por el corsario Francis Drake y sus piratas en 1586 y luego retomada por Francia. Finalmente la corona española la recuperó y estuvo bajo su dominio por muchos siglos. Al igual que el Perú, en 1821 consiguió su independencia y hoy es la segunda nación más grande del Caribe, después de Cuba.
En esta tierra de castillos, uno de los más bellos es el Alcázar de Diego Colón, también llamado Palacio Virreinal. Hecho de bloques de coralina y construido a principios del siglo XVI, hoy se mantiene de pie, como un regalo de Felipe II a los descendientes del navegante genovés. Allí, Cristóbal Colón y su esposa María Álvarez de Toledo vivieron rodeados de maravillosos tapices de la familia Van Den Hecke. Alguna vez este alcázar tuvo cincuenta cuartos, así como jardines y patios. Lo que queda, después del despojo de Drake, sigue siendo una gran vitrina de su tiempo a la que puede ingresarse al pagar tan solo US$2.
Un nuevo inicio
Los taxistas que nos llevan de un lugar a otro tienen muchas historias que contar, pero hay una pregunta que prevalece en las conversaciones. ¿Dónde estaban cuando se enteraron de la muerte del dictador Leonidas Trujillo, hace cuarenta y cuatro años? Muchos de ellos nos dicen que recuerdan de ese día, a algunas mujeres en la calle, de rodillas, gritando y preguntándose qué sería de ellas luego de la muerte del dictador. Casi todos coinciden en que se trató de un “abusador”, pero también encontramos a algún trujillista despistado. Hoy hay un recorrido turístico organizado, en carros de esa época, que pasa por varias de los escenarios del trujillato.
Lo que se puede apreciar en la ciudad es infinito. Desde las profundidades y penumbras de sus lagunas subterráneas de Tres Ojos hasta la luminosidad del mar, fijada por las piedras coloniales, Santo Domingo es una mezcla entre historia y naturaleza, un cruce de culturas. Sentimos que hemos vuelto a un bello, estimulante, luminoso comienzo.