Cada vez que un peruano conoce París, además de la selfie en la Torre Eiffel, tiene la misión de poner en el gps la distancia que hay hasta el cementerio de Montparnasse, ese bello laberinto donde está enterrado César Vallejo desde 1970. Se pone allí una flor o una piedrita. Cerca de allí, en el Père Lachaise, descansa el líder de Doors, Jim Morrison. Treinta y siete presidentes del Perú terminaron sus días en paz en el Cementerio Presbítero Maestro. También descansan, sin embargo, otros hombres ilustres: Daniel Alcides Carrión, Ricardo Palma, José Carlos Mariátegui. O Manguera Villanueva, el adn del aliancismo. En Jardines de la Paz de Lurín fue enterrado el ídolo de todos los peruanos Lolo Fernández. Hasta allá se peregrina.
Pero hay hombres que tienen tumbas, literal, en el más allá.
Desde el 31 de julio de 1999, el geólogo estadounidense Gene Shoemaker es la única persona cuyas cenizas han sido diseminadas en la Luna.
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Bigotes cortados cada tres días por la máquina de un fígaro, camisas impecables con corbata y amable sonrisa para la foto. Todas las imágenes que hay en Internet sobre Eugene Merle Shoemaker coinciden con estas características. El diario Clarín de Argentina escribe así su biografía y resume su talento: “Nacido en Los Ángeles en 1928, su inteligencia era la de un genio. En tres años hizo la secundaria y a los 16 ingresó en la Universidad, en la California Institute of Technology, dedicada al estudio de las ciencias naturales y la ingeniería. En 1948 ya se había recibido y comenzó el doctorado en Princeton”. El gran Gene, que así lo llamaban los amigos, ha sido reconocido por la NASA como una autoridad pionera en las ciencias planetarias. Sabía tanto de la Luna y su superficie que, en poco tiempo, se convirtió en maestro de los primeros astronautas en alunizar, Neil Armstrong y Buzz Aldrin. Era como una biblia para ellos. De hecho, la reseña sobre el geólogo en el sitio oficial de la NASA explica: “En 1961 asumió un papel de liderazgo en la USGS -el servicio geológico de los Estados Unidos- y en el estudio de la “astrogeología”, las misiones Ranger a la Luna y el entrenamiento de los astronautas”. Pero en realidad lo que quería hacer Mr. Shoemaker era viajar a la Luna. Se lo había contado a Carolyn Spellman, su esposa con especialidad en Historia, Política y Geología. Era su Luna de miel. Y quería caminar allí.
Una enfermedad se lo impidió. Y en 1997, en un desierto de Australia, un choque frontal con otro auto acabó con su vida.
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Un cable de la agencia EFE del 2008 anunciaba un evento de ficción: la compañía con sede en California Celestis INC ofrece descanso eterno en la Luna. Los restos incinerados son llevados hasta el satélite por precios que iban desde US$9.995. Una 4x4 para ir a Paracas costaba más caro que un viaje sin retorno al más allá. Empezaría todo en 2009.
Fue Celestis INC la empresa funeraria interestelar que, en sociedad con la NASA, cumplió el sueño del astrónomo Eugene Merle Shoemaker, Gene. En enero de 1998, sus restos viajaron en el vehículo espacial Prospector durante un año alrededor de la Luna, en una cápsula de policarbonato que medía 8 centímetros: casi del tamaño del celular. Y más barato: costó solo 600 dólares, según informó entonces Celestis INC. Después del viaje de un año en órbita, el vehículo se estrelló en su polo sur, y con él las cenizas del genio, lo que convirtió a Shoemaker en el primer ser humano enterrado en la Luna.
Hasta hoy.
En 2018, la revista Muy Interesante actualizó sobre cómo serían los funerales del futuro: la compañía Elysium Space ofrece los servicios de traslado de restos cremados en un satélite que viajará alrededor de la Tierra y luego volverá y caerá a nuestro cielo, como una estrella fugaz. Todo esto se verá como se mira todo hoy: conciertos, mensajes a la Nación, memes. Desde un app de iPhone.
Y hasta se podría subir a YouTube. Para que sea eterno.
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