Descubre la ruta Caral: todo lo que debes para visitar la joya arqueológica situada a solo 4 horas de Lima

Según la subdirectora de la Zona Arqueológica Caral, Edna Quispe, “los relieves escultóricos de Vichama han sido vinculados con un período de escasez y hambruna por el que habrían atravesado sus habitantes. Serían representaciones para la memoria del colectivo social sobre las dificultades enfrentadas por el cambio climático y la falta de agua y de alimentos. El recordatorio de un evento que no debía ser olvidado y ante el cual siempre había que estar preparados”.

Un hallazgo asombroso que forma parte de la ruta Caral, creada por la Zona Arqueológica Caral para que, por medio del programa Viajes Culturales, se promuevan las visitas a la Ciudad Sagrada, Vichama y Áspero. Y muy pronto, también, al centro urbano Peñico, ubicado en la sección media alta del valle de Supe.

Caral, a un paso de Lima

Es domingo. No son ni las seis de la mañana cuando partimos de Lima rumbo a la Ciudad Sagrada de Caral. Después de tres horas, a bordo del bus del programa Viajes Culturales, nos detenemos en Chancay para desayunar y estirar las piernas. Panes recién hechos en horno artesanal y un jugo es todo lo que necesitamos para continuar con el trayecto.

Una hora después, recorremos la ciudad de las pirámides escalonadas y plazas circulares que se mantiene en pie desde hace 5.000 años. Hemos llegado después de transitar por un camino de tierra que se inunda en la época de lluvias. Si el caudal del río sube, recomiendan tomar un desvío en el pueblo, bajar en el parador turístico y caminar hasta la entrada del sitio arqueológico. Pero esta vez, el bus nos ha dejado en la puerta. Allí nos recibe Alfredo Bedón, técnico en excavación y registros arqueológicos, que ha sido capacitado (junto a otros pobladores de la zona) para guiar a los visitantes.

La inmensidad del lugar es abrumadora, pero si miramos de cerca y ponemos atención a los detalles y datos brindados por Bedón descubriremos una fascinante civilización. “A diferencia de otras culturas, Caral vivió un milenio de paz. No eran guerreros ni se encontraron armas o instrumentos bélicos en la zona. Ellos más bien, iniciaron una cadena de intercambio con otras regiones”, explica Bedón.

“El cambio de anchovetas secas y moluscos (choros y machas) por algodón y otros productos agrícolas, industriales o alimenticios (mate, algodón, frijol, achira, zapallo, camote, etc.) inició la cadena del comercio, que se extendió a las otras regiones. Algunos productos fueron intercambiados a grandes distancias, como el spondylus de las playas del Ecuador. A la Ciudad Sagrada Caral llegaron lloque, cactus, perico cordillerano y cóndor de los andes, así como congompe, achiote, tútumo y huarumo de la selva”, precisa Quispe.

Pero su economía agrícola-pesquera, articulada por el intercambio, no fue lo único destacable. Ellos construyeron pirámides, zonas residenciales y plazas circulares donde era posible mantener vivo el fuego. Usaron las shicras, una técnica sismorresistente para mantener estables sus construcciones. Fueron expertos astrónomos, médicos tradicionales y vivieron en armonía con la naturaleza.

Muestra de ello es Vichama, el segundo sitio arqueológico que visitamos en la ruta Caral. Allí nos espera un almuerzo que se convierte en la oportunidad perfecta para hacer nuevos amigos. Acto seguido, un paseo por los secretos del pasado expresados en frisos de barro y —entre el valle y el mar— una de las mejores postales para el recuerdo.

Aprovecha lo que queda del verano, y las vacaciones escolares, para viajar a Caral, la civilización más antigua de América, que está a un paso de Lima.