Francisco Monserrate, mítico cajonero peruano.
Francisco Monserrate, mítico cajonero peruano.
Manuel Contreras

Sentado en su blanquirrojo y original , con la pierna derecha al centro y la otra doblada escondiendo el pie detrás del instrumento, Francisco Monserrate eterniza una mirada humilde y seria, con las manos largas y ensortijadas puestas en la madera. Su rodilla a la altura del pecho revela su estatura, su traje y corbata, su elegancia.

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Así lo describió también don . “Alto, espigado y muy elegante negro”, escribiría el autor de “Cumanana” sobre ‘Máquina’, como fuera conocido popularmente, y le dedicaría también su poema ‘Cajón’: “Como Francisco Monserrate / no ha habido negro ni habrá; / bajo su piel de chocolate / un ritmo atávico late: / tucutum-pá, cum, pá-pá” (Canto a mi Perú, 1966).

De igual forma, el también célebre cajonero , quien hacia finales de los 40 lo vio tocar en las interminables jaranas que se armaban en el mítico Callejón del Buque en La Victoria, lo recordaba como “un negro grandazo”, como señaló en . Lo recordaba, por supuesto, porque ahí, viendo tocar a ‘Pancho’, fue donde le agarró gusto al cajón.

Chinchano de nacimiento, según señala Santa Cruz, Monserrate aprendió el toque de cajón en Cañete, animando fiestas familiares junto a los bohemios de la época. Después llegaría a Lima, donde se haría famoso por su toque y por su baile de marinera. En marzo de 1956, un año antes de su partida, firmó contrato con El Virrey, y la discográfica, como un homenaje a su talento, aseguró sus manos por 100 mil soles oro.

El estilo Monserrate

“Seguro en el ritmo y sobrio en el floreo cuando se trataba de tocar derecho, su síncopa y contragolpe podían sacar de ritmo al mejor cantante o al más cuajado guitarrista si éstos no se andaban con cuidado. Por supuesto que profesionalmente don Francisco se cuidaba que ello no sucediera, les tocaba derecho, como llevándolos de la mano”, apuntó sobre su toque don Nicomedes.

Por su parte, , en su libro “Cajonística y Vallejística”, define su percusión como “contundente, justa y precisa, seca y dura, sin adornos ni espectacularidad, sin golpes de más ni golpes de menos”.

Denegri explica, además, que su particular golpe se debía al “rarísimo” uso de sortijas, que endurecía el sonido y lo asemejaba a un zapateo. “Ese golpe seco y duro que da el zapateador sobre el piso con el taco, es el mismo, o en todo caso, parecidísimo, al golpe que da el cajoneador en el cajón con la mano ensortijada”, señala. “Las sortijas de Monserrate eran bastante grandes y llamativas como para que las viera todo el mundo. Y quienes las vimos, no las vamos a olvidar nunca”, añade.

Monserrate llegó a grabar con Los Morochucos, Jesús Vásquez, Filomeno Ormeño, Las Limeñitas, Teresa Bolívar, entre otros artistas de ese entonces. Justamente, Denegri recoge en su libro una anécdota de la grabación del tema “Zamba que le daba” junto a Teresa Bolívar. Aquel día la cantante se dio cuenta de que ‘Máquina’ tenía heridas sangrantes en las manos, por lo que le pidió no grabar para evitarle dolor. Sin embargo, el cajonero le respondió: “No, Teresa, de todas maneras te voy a acompañar, porque, aunque eres blanca, sientes como negra”.

El cajón de Monserrate

Otra singularidad de Monserrate era su cajón, que, además de estar pintado de rojo y blanco como nuestra bandera, no era precisamente un paralelepípedo, ya que uno de sus lados era curvo. Poco antes de su muerte, el cajonero entregó su famoso instrumento al estudioso José ‘Pepe’ Durand, quien en uno de sus recordados programas de televisión lo mostró con orgullo. ()

José Durand muestra el famoso cajón que le perteneció a Francisco Monserrate. (Foto: Captura de Youtube)
José Durand muestra el famoso cajón que le perteneció a Francisco Monserrate. (Foto: Captura de Youtube)

El “Gancho” Arciniega

De la misma época, es preciso destacar también la figura de don Víctor Arciniega Samamé, barrioaltino apodado “Gancho”, y cajonero de buena fama. Si a Monserrate lo caracterizaba su precisión e impecabilidad, a Arciniega se le atribuye una vistosidad en su ejecución. “Pese a la natural rivalidad, ambos fueron muy amigos”, señala Santa Cruz.

Para el gran Pepe Villalobos, quien conoció de cerca a Arciniega pues fue su vecino y maestro, este fue “el más grande tocador de cajón de todos los tiempos”. Pero además, señala el músico, era también “gran tocador de guitarra, cantor, un gran bailarín de marinera, y hablaba replana, eso que se ha perdido ahora”, recuerda.

¿Quién fue el mejor de los dos? Queda para la discusión. Hoy que celebramos a nuestro cajón peruano, es buen motivo para recordar a ambas leyendas.

* Agradecimientos al de Cañete por la valiosa documentación brindada.

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