Cuando Guillermo Guevara asumió como profesor de la escuela unidocente del centro poblado Nuevo Porvenir, esta no tenía siquiera acceso a energía eléctrica. La pequeña escuela que con esfuerzo había logrado levantar la comunidad para que sus niños recibieran educación era algo más parecido a una pequeña casa y su equipamiento se limitaba a una pizarra pintada en la pared. Hoy, poco más de una década después, más grande y con mejores recursos tecnológicos gracias a su gestión, la escuela Nº 821542 -como aparece en la web del Global Teacher Prize- es una de las instituciones educativas referentes de Cajamarca, donde sus alumnos de entre 6 y 12 años aprenden con pizarras interactivas, kits de robótica, realidad aumentada y programación básica. ¿Cómo lo hizo?
Tal parece que al profesor Guevara el destino lo había puesto en el lugar y momento indicado. Su vocación y formación como maestro, complementado con sus conocimientos como técnico informático e ingeniero industrial, fueron la mezcla ideal para hacer una revolución educativa desde esa pequeña aula a 3,200 m.s.n.m.
“Al acabar la carrera docente estudié tres años de informática, eso me ayudó a incorporar la tecnología a la parte pedagógica desde que empecé a laborar. Luego estudié Ingeniería Industrial, ahí aprendí bastante de electrónica y la parte de procesos y calidad. Todo eso he ido incorporando al quehacer educativo”, señala el profesor.
Todo empezó con un pequeño panel solar que la municipalidad donó a la escuela en el año 2008. El maestro no tardó en instalar el obsequio y su siguiente paso fue buscar los equipos para sacarle provecho a esa fuente de energía. Así llego hasta la UGEL para solicitar equipos y consiguió 16 laptops XO, esas pequeñas y maravillosas máquinas creadas para facilitar el acceso al conocimiento y tecnología a niños y jóvenes de bajos recursos. Luego fueron llegando kits de robótica, una impresora y demás equipos que en manos del profesor Guevara se iban convirtiendo en objetos de otro valor, como la pizarra interactiva que creó con plumones reciclados, un proyector y un mando Wii.
Estas herramientas y la llegada de la energía eléctrica en el 2014 le dieron forma definitiva a su proyecto mayor “Las TIC en el aula rural”. Una mirada a la educación desde la tecnología como medio para estimular la curiosidad de los alumnos y para hacer del aprendizaje una dinámica entretenida. De esta forma, Guevara ha aplicado tecnología en todas las materias que imparte a sus alumnos y los resultados han sido los mejores. Sus estudiantes terminan satisfactoriamente la primaria y la secundaria, y varios de ellos siguen educación superior y le siguen los pasos como futuros maestros.
TRABAJO EN EQUIPO
“De un tiempo a esta parte hemos hecho un cambio importante de lo que encontramos a lo que hoy tenemos”, resume Guevara con esa humildad que lo engrandece. Y lo dice en plural porque reconoce a sus grandes aliados: las familias y sus alumnos mayores.
“Ninguna institución te forma para ser profesor de escuela unidocente. Lo que tienes que hacer rediseñar lo que te han enseñado y crearte lo que no existe. Yo tengo estudiantes de primer a sexto grado en una sola aula. ¿Qué hacer ahí? La gran ayuda la da la familia, pese a sus limitaciones, y los estudiantes del quinto y sexto grado”, cuenta.
Con ellos ha logrado articular un trabajo que le permite reforzar el aprendizaje en los más pequeños, ya sea mediante la intervención del padre o la madre en casa, o de sus alumnos mayores que tienen “la misión” de visitar a los menores para hacer lo propio. Finalmente, se vuelve un círculo, una gran familia.
Familia de la que Guevara es parte y con toda razón. Todos los días el profesor tiene que viajar dos horas en moto lineal para llegar al colegio, y en épocas de lluvias, cuando el camino se torna poco accesible, se queda de lunes a viernes en la comunidad, en una pequeña habitación que ha acondicionado en la escuela.
Así, como uno más de ellos, el profesor participa de las reuniones con las rondas y demás comunidades aledañas, y asume funciones también como miembro de algunos comités.
ENTRE LOS 50 MEJORES DEL MUNDO
Todo ese gran impacto que ha significado su trabajo para sus alumnos y la comunidad era imposible que pase desapercibido. En el 2015 fue ganador del concurso “Maestro que Deja Huella”, organizado por Interbank; el año pasado quedó entre los cinco finalistas del premio “Maestro Excelencia”, creado por IPAE Asociación Empresarial y el Banco de Crédito del Perú; y este año ha llegado a lo más alto como uno de los 50 profesores de todo el mundo finalistas del “Global Teacher Prize”, también conocido como el Premio Nobel de la Educación.
“Recibí la noticia con sorpresa y alegría, pero con bastante responsabilidad porque si bien el reconocimiento nos eleva la autoestima, tenemos que seguir mejorando nuestras prácticas pedagógicas para seguir siendo siempre maestros referentes. El Global Teacher Prize es bastante emocionante porque ahora tengo que ir a conocer a los otros profesores finalistas y pensar en qué mejorar este año”, señala.
Por lo pronto, fiel a su estilo tecnológico, aprovecha los días de cuarentena para hacer pruebas con aplicativos de realidad virtual, y confiesa que le falta poquísimo para cumplir uno de sus objetivos de este año, convertir una pizarra acrílica en táctil. Lo hará, qué duda cabe.//
BIOGRAFÍA BREVE
Santos Guillermo Guevara Ruiz nació en Tantachual Bajo, en Cajamarca. Es el cuarto de ocho hermanos. Su madre no aprendió a leer ni a escribir, y su padre cursó la primaria solo hasta segundo grado. Estudió primaria y secundaria en el colegio Nº 82889 de su comunidad.
“No teníamos material educativo y la infraestructura era precaria. En épocas de fuerte lluvia no podíamos hacer clases por la bulla que hacía al caer en la calamina. No había mobiliario, en una carpeta nos sentábamos dos o más, y si faltaban sillas teníamos que llevar piedras grandes para sentarnos”, cuenta.
Desde pequeño le llamó la atención la docencia gracias a la figura de su profesor Ernesto, “que con bastante responsabilidad asumía su función, no llegaba tarde, no faltaba, no mataba horas”, recuerda Guevara.
Al terminar la secundaria postuló a la escuela superior de formación docente e ingresó. Los fines de semana caminaba seis horas de ida y seis horas de vuelta para estudiar en el instituto pedagógico. Al terminar siguió la carrera técnica de Informática y luego Ingeniería Industrial para complementar su quehacer en la escuela. El resto ya es historia conocida.
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