Por Mary Huamán  Fotos Elías Alfageme 

Alexandra tiene 25 años y las cosas claras: desea ser campeona mundial de karate. 
En su casa, las incontables medallas y trofeos puestos en una esquina dan fe de qué es lo que más ansía. Ha luchado por ello, no solo contra karatecas de otros equipos, sino también contra odiosas lesiones que la obligaron a practicar intensas terapias y largas sesiones de rehabilitación. Pero lo que para muchos podría significar una clara señal de retiro, para ella fue una motivación, un reto.

Para Alexandra este arte marcial es ahora tan vital como lo es su familia, sus dos perros y su dojo, el lugar donde cada semana enseña a 30 alumnos que considera hijos. Allí comparte los conocimientos que ha aprendido desde pequeña en esta disciplina e inculca la perseverancia y el compañerismo.

Alexandra Grande, la chica que teme a los insectos, la joven que dejó la traducción de idiomas por los puños, la coleccionista de zapatillas, es ahora una mujer fuerte y segura. Tiene los pies bien puestos sobre la tierra, pero no duda cuando debe despegarlos y dar una patada. Alexandra trajo al Perú una medalla de oro y aunque siente que es un gran logro, prefiere seguir luchando pues cree que su historia no ha acabado, sino que recién comienza. 

- ¿Cómo elegiste el karate?

En realidad, pasé por varios deportes y talleres. Empecé con el ballet cuando tenía 3 años, pero como soy una chica un poco hiperactiva me parecía muy leeeento. Dije:  «¡no!, ahora quiero gimnasia». En eso estuve como dos años, ya estaba en primaria y competía a nivel de colegios. Hacía gimnasia rítmica y también con piruetas, de todo. Cuando tenía 8 años me pasé al karate. Fue algo que ocurrió de la nada. Un día pasaba por el Estadio Nacional y vi a unos niños que estaban haciendo puños y le dije a mi mamá que eso era lo que quería hacer. Como ella también ha sido karateca, la idea la alegró mucho. Recuerdo que desde muy pequeña la veía junto con mi papá –experto en kung fu– enseñando en el tercer piso de mi casa. En ese tiempo, yo me metía a sus clases un rato, corría, hacía tonterías y luego me iba… pero no me decían que tenía que quedarme a aprender. Todavía no me nacía. Tuvo que pasar un par de años más.

- ¿Después de esa experiencia optaste por entrenar con tus padres?
No. Mi mamá me llevó a un dojo por el Rímac, donde ella enseñó un tiempo. Allí estuve por un año. Luego, por obra y gracia de la vida, llegué donde Roberto Reyna, mi actual entrenador y con quien entreno desde los 9 años. Para mí es uno de los mejores del país, me hizo ser la deportista que soy ahora. Los logros que he alcanzado han sido gracias a sus enseñanzas. Conoce mi vida profesional, personal, todo… es como mi segundo padre. Siempre me ayuda en cualquier problema que tenga.

- Es quien te alienta a seguir superándote…
Lo que sucede es que además de ser mi entrenador es psicólogo deportivo, catedrático y tiene mucha experiencia en el tema, por eso sabe cómo ayudar en un momento difícil. Es de esas personas que te dice las cosas como son, que te hace abrir los ojos por tu bien si es necesario.

- Han crecido juntos en todo este tiempo…
Sí, incluso el dojo donde enseño a mis niños se llama O´Senshi (“el gran guerrero” en japonés), al igual que el dojo donde entreno con él. ¿Cómo así? Yo le dije a mi profesor que quería abrir una academia y me propuso que le ponga el mismo nombre. Me dijo: «¿por qué no haces crecer la familia? Busca un espacio y que sea como una sede». Desde ese momento el espacio que tengo en San Martín de Porres (en el primer piso de su casa) se convirtió en una pequeña sucursal de la central que queda en Lince. Empecé este proyecto en el verano del 2014 y desde entonces los alumnos están aumentando poco a poco. Vienen niños desde los 3 años y he llegado a tener alumnos de hasta 27. Este local está abierto a todas las edades en diferentes horarios, de lunes a domingo.

- ¿Cuándo te diste cuenta de que esto era lo que querías como profesión?
De niña era solo un hobby. Empecé a tomarme todo más en serio el año pasado, después de tener un 2013 malísimo. Represento al país desde los 14 años y aunque en todo ese tiempo entrenaba duro y había buenos resultados, no era suficiente. 

- ¿Tuviste una época de mala racha?

Sí, pasé por momentos difíciles. Todo se me juntó. Las cosas no me salían bien, sentía que mi nivel en el deporte había bajado e incluso pensé en retirarme. En el 2013 tuve una lesión severa en el hombro que me tuvo mal casi durante siete meses, y al poco tiempo de recuperarme se celebraron los Juegos Bolivarianos en Trujillo, en donde quedé segunda en el equipo, pero sé no peleé como debía. Después, tuve más lesiones y en marzo del año pasado perdí a la primera en los Juegos Odesur en Chile. Con esa derrota perdí también la clasificación directa a los Panamericanos. Me preguntaba qué estaba pasando. La gente decía: «Alexandra ya no da para más» y cosas así... Cuando la gente ve que estás arriba, todos quieren ser tus amigos, pero cuando no, te ‘maletean’ duro. Yo soy de las personas que escucha y se va, pero esa vez sí me afectó bastante. Felizmente, tanto mi familia como mi entrenador estuvieron conmigo, me dieron su apoyo y poco a poco hicieron que volviera a confiar en mí misma. Fue ahí cuando tomé la decisión de enfocarme de nuevo, era momento de empezar desde cero.

- ¿Ahora eres una nueva Alexandra?
Yo sigo siendo la misma en cuanto a mi personalidad, lo que cambió en mi vida fue mi alimentación. Antes comía, literalmente, como bestia. Claro, no subía mucho de peso, pero sabía que no tenía la grasa corporal adecuada. La comida peruana es muy rica, pero suele estar muy condimentada y eso lamentablemente no te favorece,  menos si quieres ser deportista de alto rendimiento. 

- ¿Y qué hiciste?
Pensando en lograr algo más importante y con los ánimos recargados, se me metió en la cabeza que tenía que ser una de las mejores del mundo. Me puse a investigar y descubrí que comiendo más saludable y teniendo menos grasa corporal, se puede tener una mejor calidad de vida y por supuesto, mejores entrenamientos, porque comer bien hace que tengas ‘punche’ para seguir, más resistencia y más velocidad. Ahora entiendo que la alimentación está vinculada a nosotros por todos lados, hasta si te aparece una caries, mucho tiene que ver con lo que comes. 

- ¿Cómo cambiaste tu dieta?
Lo que hice fue acercarme a un nutricionista y decirle: mire, quiero bajar en grasa, comer más saludable, pero también aguantar mis entrenamientos que están muy exigentes. Me preguntó si estaba segura, porque no sería nada fácil, pero le dije que no importaba, que estaba dispuesta a asumir el reto. Era momento de esforzarme por lo que quería. 

- ¿Cómo llegaste a formar parte de la delegación que representaría al Perú en Toronto?
En marzo de este año tuve que viajar a Canadá para pasar los clasificatorios. Quedé primera. Al día siguiente también tuve el Campeonato Panamericano de Mayores y alcancé medalla de bronce. Este año empezaba con pie derecho.

- Después vinieron meses de entrenamiento duro y parejo.
Llegué a Lima y a las 24 horas ya estaba entrenando. Fue una preparación más fuerte, que requería de mayor concentración, por eso dos semanas antes de los Panamericanos evité entrevistas. Pasé por el Campeonato Sudamericano en Chile donde obtuve medalla de oro y bronce y la Premier League de Brasil en donde recibí otro bronce.

- Además ya tenías un poco de experiencia en este tipo de contiendas. No era tu primer Panamericano. 
Fue el segundo. La primera vez fue en Guadalajara en el 2011, donde gané medalla de plata. La primera experiencia me sirvió de mucho, porque esta vez cuando llegué ya no sentía los nervios, sentía que estaba en lo mío, que las cosas iban a salir bien, me sentía segura. Igual, tampoco era que estaba confiada, pero sí tenía mente positiva.

- ¿Se viene pronto un nuevo campeonato?
Casi a fines de setiembre tengo uno nacional en Tacna, pero solo si los doctores me autorizan que vaya, lo haré.

- Tienes un problema en las rodillas.
Tengo condromalacia. Las rótulas están inflamadas y están chocando con los cartílagos, lo que hace que mis rodillas estén desgastadas. Es que prepararte fuerte para los juegos y luego de la nada detener los entrenamientos en seco y a eso agregarle un poquitito de subida de peso ¡uf!, mis piernas sintieron las consecuencias. 

- ¿Has dejado de entrenar?
A veces me duele caminar, no puedo estar tanto tiempo de pie, pero voy igual e intento seguir haciendo mis otras actividades –como dictar clases– con normalidad. Lo que he hecho es concentrarme en trabajar la parte superior: abdominales, dorsales, todo lo que se pueda. No porque mis piernas estén mal voy a dejar de asistir, eso no va conmigo. 

- ¿Los golpes ya no te dan miedo?
Llegas a un punto en que ya no los sientes cuando estás peleando. Me han dejado bastantes moretones, pero no soy de las chicas que están compitiendo, le meten un golpe y ya están lamentándose. Cuando acaba todo recién ahí me doy cuenta de lo que me duele. A veces te meten a propósito el puño para que lo sientas, no voy a decir que nunca lo he hecho, pero devuelvo los golpes de manera inteligente.

- En una entrevista radial escuché que tus piernas son tu arma secreta para ganar.
Mis piernas salen al ataque por instinto. Es como si tuviera un sensor que en el momento preciso ¡pum!, hace que salgan a hacer su trabajo, por eso las cuido mucho. Para los Juegos Panamericanos he volteado los papeles en el último momento con patadas. Solo trato de no usarlas a cada rato, para que nadie sepa en qué momento sorprenderé. 

- ¿Te afecta mucho cuando el marcador está en tu contra? 
Si el marcador no está a mi favor no me complico. He salido de varias, no es la primera vez que me sucede. Cada pelea dura dos minutos y yo siempre digo que nada termina hasta que suene la campana. Así falten dos segundos, pienso en que todavía me queda tiempo para cambiar las cosas. Mantengo la calma porque si me desespero es peor. 

- ¿Qué te ha regalado el karate hasta el día de hoy?
Me ha permitido conocer nuevas culturas y hacer bonitas amistades en todo el mundo, también me ha disciplinado mucho. Gracias al karate ahora soy más organizada y valoro las cosas que llegan, sobre todo si sabes que te has ‘rajado’ para obtenerlas, pero lo más hermoso es que me ha dado el honor de representar a mi país. Cantar el himno nacional en otras tierras es una experiencia que no tiene precio, que no se compara con nada. Todavía hay Alexandra para rato y mientras pueda seguiré dando mi máximo esfuerzo. 

- Una frase que dejes a nuestras lectoras.
«Busca ser hoy mejor que ayer».

------------

Agradecimientos: 

Styling: Úrsula Acuña

Locación: C. C. Peruano-Japonés www.apj.org.pe

Maquillaje y peinado: Diblù Salón & Spa, www.facebook.com/diblusalon

Ropa y accesorios: Forever21, www.forever21.com

Calzado: Añañau, www.ananau.com

 

Contenido sugerido

Contenido GEC