América Latina es la región del mundo en la que el odio a los transgénero se manifiesta de forma más brutal.
Allí ocurre el 78% de los asesinatos a nivel mundial de miembros de esta comunidad.
Según los datos más recientes del Observatorio de Personas Trans Asesinadas, correspondientes al 30 de marzo de este año, de entre los 2.016 homicidios reportados entre el 1 de enero de 2008 y el 31 de diciembre de 2015 tuvieron lugar allí 1.573.
En Brasil mataron a 802, en México 229, en Colombia 105, en Venezuela a 89 y en Honduras a 79… De la lista de los horrores no se salva ningún país.
Y el 65% de las víctimas cuya profesión se conoce eran trabajadoras sexuales.
"La sociedad nos estigmatiza como figuras sexuales y desgraciadamente para muchas la única alternativa es el trabajo sexual" y la violencia, dice Jimena Franco.
Ella lucha a diario contra el estigma, y con su ejemplo rompe paradigmas.
Y no es la única.
Gislenne Zamayoa: "Si existimos en series de televisión y en el cine, no veo por qué no podamos existir en la vida cotidiana"
(Foto: Gislenne Zamayoa)Gislenne Zamayoa es una arquitecta mexicana de 45 años que siempre supo que era transgénero.
Tenía unos cuatro años cuando, tras mojarse jugando y al no tener ropa para cambiarlo, la empleada doméstica lo vistió con el camisón de su hermana.
"Sentí algo totalmente diferente, me sentí cómoda", recuerda. "Y ahí me percaté que no era niño. Era niña".
Sin embargo, su transición no empezó hasta los 36.
Para entonces había se había graduado como arquitecto con especialización en gestión urbana, y su formación seguiría con maestrías en diseño corporativo en la Universidad de los Andes, en arquitectura industrial por la Universidad Bolivariana de Medellín, en diseño sustentable por la Universidad Católica de Chile.
Luego, durante los años que trabajó para Coca Cola -primero para el Grupo Andina, luego para FEMSA México-, llevaba a los viajes de negocios una maleta cargada de ropa de mujer, maquillaje, tacones.
"Ya terminada la jornada, desde el hotel llamaba a un taxi para que me llevara a otro. Allí me cambiaba, me peinaba y pintaba, y salía de bares".
Aún seguía trabajando para Coca Cola cuando decidió empezar a "transicionar".
Cuando se lo hizo saber a la compañía, ésta le ofreció un puesto de administrativo, que en un principio aceptó.
Al tiempo, harta, y después de terminar en el hospital- "tenía tanta represión que me clavaba en el trabajo y mi cuerpo no lo soportó"- decidió que quería seguir con la arquitectura.
Ya como mujer transgénero, la contrató Apple para hacer ocho Mac Stores en México. Y eso le permitió crear su propia empresa.
Ahora comanda un ejército de hombres en Arquia, su despacho de arquitectura especializado en diseños verdes.
"Si hubiera un cupo trans en las empresas, yo se las lleno. Estamos capacitados, pero no hay trabajo, no hay ofertas", reclama.
Así que, para fomentar la inclusión laboral de la comunidad, empezó a colaborar con la Federación Mexicana de Empresarios LGBT (FME-LGBT) y firmó un convenio con Nacional Financiera para lograr créditos.
Con ello, ha logrado impulsar los proyectos de 13 emprendedores transgénero.
"Si existimos en series de televisión y en el cine, no veo por qué no podamos existir en la vida cotidiana".
Lara Ramírez: "No me siento atrapada en un cuerpo equivocado. La naturaleza es diversa"
(Foto: Lara Ramírez)En su perfil de Facebook, junto a su nombre pone entre paréntesis: "El regreso de la guerrera".
Y es que a Lara Ramírez, una uruguaya de 32 años, le tocó pelear.
Ocurrió el 11 de noviembre de 2015. Cuenta que ella bajaba del autobús de regreso del trabajo y unos hombres que salían de un auto blanco le ofrecieron tener sexo con ellos.
"Como soy transgénero, muchos piensan que trabajo en el mercado del sexo", le dice a BBC Mundo.
Cuando se negó le preguntaron el nombre.
Ella respondió lo que dicen sus papeles desde 2009, cuando en Uruguay se aprobó la ley del derecho a la identidad de género y al cambio de nombre y sexo en documentos identitarios.
Pero los hombre le gritaron "Carlos, Pedro, Juan Saúl…" y siguieron con insultos, asegura.
"Me agredieron verbalmente todo el rato y cuando les dije que me escoltaran a casa porque allí tenía la cédula, me esposaron, me manosearon y trataron de meterme en el coche", relata.
"Fue entonces cuando me dijeron que eran policías, porque hasta entonces yo creí que era un secuestro. Voy a ser una más que violan y matan", dice que pensó.
"Iba a ser una más de las asesinadas en Uruguay en la última década y cuyos casos se archivaron, porque para algunos jueces las mujeres trans seguimos siendo hombres sin derechos", reclama.
Su caso, tras pasar por los tribunales, también terminó archivado.
(Foto: Lara Ramírez)