Ahora que somos mayores vemos todo con otra perspectiva pero las cosas no fueron así de niñas, cuando a nuestro mundo de juguetes y alegría llego un “intruso” y lo puso de cabeza. Sean niño o niña, ese nuevo miembro de la familia nos transformó.
Pasamos a ser las hermanas mayores y, con el título, vino la responsabilidad de ser ejemplo para nuestro hermano o hermana menor. No faltaron las peleas, los celos y los llantos pero ahora sabemos que fueron necesarios para forjar la relación que tenemos con él o ella de adultos.
Sin embargo no todo fue malo porque las travesuras y risas nunca faltaron. Estas son seis cosas que las hermanas mayores comprendemos mejor que nadie.
1. Fueron más estrictos con nosotras
Con el nacimiento de nuestro hermano y hermana, automáticamente nos convertimos en el modelo a seguir más cercano para él o ella. Con esa responsabilidad, también venía la exigencia para que nuestro comportamiento sea mejor que antes. Tal vez gracias a eso hoy somos un poco más responsables.
2. Desarrollamos el sentido de la compasión gracias a ellos
Aunque a veces nos hacía sentir bien que no se salieran con la suya, también nos daba pena que les griten por hacer alguna travesura. En esos casos teníamos dos opciones: o los ayudábamos a solucionar el problema antes que nuestros padres se den cuenta o nos convertíamos en la voz de su conciencia para que se comporten bien. La primera opción siempre era la más divertida y es gracias a ella que hoy somos cómplices de nuestros hermanos y hermanas.
3. Fuimos el “experimento” de nuestros padres
Nadie llega a este mundo sabiendo la forma correcta de ser papás y sin duda los nuestros tampoco. Por eso, cuando nacimos, para ellos era todo un mundo nuevo donde cometieron errores y aprendieron de ellos. Al momento de la llegada de nuestros hermanos menores, ya tenían experiencia en el campo y fue más sencillo. Crecer fue un poco más difícil para nosotras las mayores.
4. Nos sentimos orgullosas de ver lo mucho que han crecido
A veces nos entra la nostalgia y recordamos la complicidad que había entre nuestros hermanos o hermanas y nosotras cuando éramos niños. Hoy no podemos contener la alegría de verlos como profesionales, alcanzando sus logros y superándonos en algunas cosas. Pero no importa cuánto tiempo pase, ellos seguirán siendo unos bebés para nosotras.
5. Ahora no podemos vivir sin nuestros hermanos o hermanas
Pudimos odiarlos, decirles que eran adoptados para que nos dejen en paz, quejarnos de que les presten más atención y mil cosas. Pero una cosa es segura: ya no concebimos nuestras visas sin su presencia. Es que los hermanos y hermanas no son solo familia, son nuestros compañeros de vida.